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¿Se puede “torcer” un Mundial? Los mayores escándalos de la historia (Parte II)

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En días pasados vimos cómo el deseo de hacer dinero rápido con las apuestas ilegales puede llevar a que partidos de una liga tan importante como la Serie A italiana sean arreglados por los jugadores, los directivos e incluso entrenadores y árbitros. Pero a veces no es el dinero sino la política lo que interfiere en el espíritu deportivo, y entonces incluso la competición más vista en el mundo puede verse empañada por resultados dudosos. La siguiente serie presenta los partidos mundialistas que han despertado más indignación y suspicacias por la manera en que se desarrollaron.

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Inglaterra 1966: la gloria a domicilio

(23 de marzo, 2014).- La primera asociación de fútbol de la historia se fundó en Londres en 1863, así que cuando un siglo más tarde el presidente de la FIFA propuso que el Mundial de 1966 fuera organizado por Inglaterra, nadie se opuso a ceder este significativo aniversario al país donde se inventó el deporte más popular del mundo. Pero en aquel momento nadie sospechó que el directivo de la federación mundial, sir Stanley Rous, no sólo quería que su patria organizara el torneo, sino que lo ganara a como diera lugar.

El que se efectuó en Inglaterra entre el 11 y el 30 de julio de 1966 fue un encuentro para recordar. Por primera vez el Mundial contaba con una mascota, el león Willie, melenudo como los Beatles y portador de la bandera nacional. También fue el primer Mundial transmitido por televisión, aunque sólo en 29 países, y fue el primero que se llevó a cabo en el país que inventó el fútbol. Para los ingleses se trató de un evento soñado, en el que levantaron la Copa Mundial de Fútbol por primera y única vez en su historia: fuera de esa ocasión, la Selección de Fútbol de Inglaterra nunca ha llegado a unas semifinales.

Ese último dato pesa mucho para quienes cuestionan la legitimidad del triunfo inglés en su propia casa, en donde recibieron tantas ventajas que contaron con cinco o hasta seis días de descanso en cada partido, algo que no favoreció a ninguna otra selección en ese Mundial. Las irregularidades fuera de la cancha llegaron a tal grado que ya en plena competencia se alteró la sede del encuentro Inglaterra-Portugal, obligando a los lusitanos a realizar un viaje imprevisto para disputar la semifinal en Wembley en vez de Liverpool, como estaba calendarizado desde enero.

Y dentro de la cancha tampoco faltaron los episodios sospechosos. En ese Mundial en que los alemanes contaron por primera vez con la magia del “Kaiser” Franz Beckenbauer, los ingleses lucieron como arma secreta la alquimia de los guardametas, quienes convirtieron en goles dorados los plomizos postes y fuera de lugar. En “El regalo de cumpleaños de la FIFA”, el periodista J. Carlos Jurado describió el primer episodio del torneo en que el arbitraje dio señales de alarma: “En cuartos de final, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein expulsó en la primera parte al capitán argentino Rattín al creer erróneamente que le había insultado mientras protestaba una falta. La polémica llegó en el minuto 78. Hurst eliminaba a Argentina y metía a Inglaterra en semifinales con un tanto en claro fuera de juego”.

En la semifinal contra Portugal hubo varias manos de los defensas ingleses dentro del área chica que vieron todos excepto los jueces. Pero lo que manchó para siempre el nombre del fútbol inglés fue el “gol fantasma” de Geoffrey Hurst en la final disputada con Alemania Federal.  Tras concluir los noventa reglamentarios con un marcador empatado a 2, a los 13 minutos del tiempo extra Hurst lanzó un disparo que botó fuera de la línea de gol. El réferi del encuentro, el suizo Gottfried Dienst, se negó a pronunciarse sobre el gol y dejó la responsabilidad en el juez de línea soviético Tofik Bakhramov, quien años más tarde reconoció: “No vi entrar la pelota, pero Dienst descargó sobre mi espalda toda la responsabilidad. ¿Qué podía hacer?”.

A esas alturas el favoritismo era tan inocultable que el 4-2 cayó cuando la cancha se encontraba invadida por decenas de aficionados ingleses, y así fue validado por el cuerpo arbitral. Así concluyó Inglaterra su primera y última –hasta hoy– final en la Copa del Mundo.

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