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Ser estudiante en tiempos de Ayotzinapa

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(21 de octubre, 2014).- La universidad pública es conciencia de los movimientos sociales, ya que ésta es en sí misma una conquista de las luchas que día a día se viven; es, por lo tanto, una fuente de conocimientos que permite identificar con compromiso y voluntad los grandes problemas en los que nos encontramos. La universidad pública supera la condición capitalista de impulsar el crecimiento por medio de las acciones universitarias que reproducen estrictamente al ideario burgués, cuando la coincidencia en materia de intereses universitarios recupera su esencia de crisol del que constantemente emerge una sociedad nueva. (Montes1 s.f.)

El pasado 26 de septiembre 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fueron desaparecidos tras un enfrentamiento en Iguala Guerrero por policías municipales y estatales. El 27 de septiembre, se encontró el cuerpo de uno de los normalistas desollado. Durante los enfrentamientos, hubo ataques por parte de un supuesto comando armado que disparó contra normalistas, maestros, reporteros y habitantes, donde 6 personas víctimas de las ráfagas perdieron la vida. Los normalistas fueron detenidos tras hacer “boteo”, lo que significa que salen a las ciudades a pedir dinero para continuar con sus estudios ante la insuficiencia de los recursos gubernamentales. Lo más indignante de esto, es que estamos hablando de futuros maestros rurales que se ven en la necesidad de pedir dinero en las calles para pagar sus estudios, estudios que servirán para educar a las futuras generaciones del país.

En México se ha vivido una guerra silenciosa desde hace varios años. El hambre, la pobreza, los muertos y la corrupción eran pequeñas perturbaciones en nuestra somnolienta sociedad, hasta que la red social llegó, le dio voz a los gritos olvidados de los desaparecidos, y sacó a la luz a los muertos que se cuentan por fosa (28 cuerpos en una fosa en Iguala Guerrero, 43 cuerpos en otra fosa en Ecatepec Estado de México y 12 más en otra fosa en Michoacán por mencionar algunas); todos ellos mexicanos que han sido borrados de nombre y reducidos a elementos de las estadísticas.

Ya conocemos la historia de Ayotzinapa, ha sido una gran noticia en todo el mundo, pero ¿quién contará la historia de las fosas sin nombre? ¿quiénes son los 36,718 muertos de los primeros veinte meses de gestión peñista?

75 en Yucatán
74 en Aguascalientes
29 Campeche
85 en Baja California Sur
145 Tlaxcala
511 en San Luís Potosí
175 en Querétaro
305 en Hidalgo
324 en Nayarit
308 en Colima
348 en Quintana Roo
357 en Tabasco
511 en San Luís Potosí
556 en Zacatecas
782 en Durango
775 en Puebla
866 en Chiapas
1,197 en Oaxaca
1.052 en Sonora
1,333 Nuevo León
1,406 en Baja California
1,633 en Tamaulipas
1,649 en el Distrito Federal
1,180 en Veracruz
1,180 Guanajuato
1,199 Coahuila
3,301 en Guerrero
2,050 en Sinaloa
2,385 en Jalisco
2,403 en Michoacán
4,876 en el Estado de México

Y lo más importante ¿dónde están sus asesinos?

En relación con esta realidad, los universitarios de las más importantes casas de estudio del país, han asumido una unidad de intereses al solidarizarse con esta masacre. Eventos no menos violentos e importantes han servido para fermentar el caldo de cultivo de esta indignación y coraje.

Mientras los estudiantes señalan la debilidad e ineficiencia del estado de derecho mexicano, el presidente Enrique Peña Nieto se empeña en continuar con la campaña de “disminución en la incidencia delictiva” dónde en palabras del secretario Osorio Chong “la violencia se ha reducido a su mínima expresión”.

La compleja situación política mexicana se encuentra aún en transformación, y de nuevo en las calles con el grito de los universitarios y del pueblo le exigimos al gobierno “vivos se los llevaron vivos los queremos”.

Y para los mexicanos sin nombre de las fosas que todavía se esconden bajo la alfombre les decimos, ustedes somos todos nosotros.

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