Sexo y cultura: mucho porno en Fray Servando

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Estela Garrido / @StelaGarrido3_0

 

 

(24 de mayo, 2013).- Una pequeña puerta al final de un callejón; un oscuro y largo pasadizo que conduce a través de negocios cerrados a una entrada casi ilegal, en lo clandestino… Al menos así imaginaba la entrada al cine porno.

Todo lo contrario: la ruta desde el metro Pino Suárez al Cine Nacional, ubicado en avenida Fray Servando, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, fue todo menos clandestina: una amplia entrada por la cual era imposible pasar desapercibida.

Aún no anochece, el sol pega con fuerza en la acera y la gente camina con naturalidad. La marquesina  blanca -clásica de los cines de antaño- enmarca la entrada del cine erótico. Las paredes color crema, el largo pasillo, amplio y luminoso, borran cualquier idea preconcebida.

Entro hasta la taquilla principal con tranquilidad. Las miradas de hombres mayores de 35 años me siguen asombradas. No debería estar aquí.

-Hola… ¿está Roxx?

-Sí, está arriba en la sala montando. Pásate rápido antes de que el gerente te vea.

Aprieto el paso sin correr. Dos hombres que hacían fila para entrar detrás de mí me escanean. El primero, con gorra del Cruz Azul y chamarra de mezclilla hace una parada en el despachador de papel de baño y entra a la primera sala, la de películas heterosexuales, en la planta baja a la izquierda.

El segundo sube conmigo las escaleras decoradas con estrellas de colores. Me encuentro con otro hombre, éste de al menos 50 años con lentes y una pequeña mochila color beige, como de herramientas. Voltea a verme, se apena y clava la vista en el siguiente escalón.

Es la primera vez que entro al Nacional. Prendo la cámara del celular y trato de ocultarlo. Doy la vuelta y paso la dulcería que además de palomitas y dulces ofrece todo tipo de garnachas. El tendero, un hombre de 60 años, me increpa con la mirada, le sonrío tratando de disimular los nervios.

Afuera de la sala gay está sentada una pareja de jóvenes menores de 20 años. Subo las escaleras y entro entre la oscuridad de la proyección y los gemidos bruscos a la sala que puede albergar hasta 300 personas. El suelo de cemento me guía hasta el escenario donde está Roxx con su banda de metal listos para la tocada.

Lo saludo y trato de escoger el mejor lugar. Arriba, cerca de la ventana del proyector hay un grupo de hombres. Decido sentarme en medio. Las butacas son color rojo o ¿vino? o ¿café? no sé,  la oscuridad invade toda la sala y lo único que distingo es la pantalla y las luces rojas que iluminan el escenario de la banda.

Respiro, acomodo el celular para que no se vea y empiezo a grabar la proyección en la que participan tres hombres. ¿Qué hago aquí?

***

Para Roxx, promotor cultural del Cine Nacional, este es el único foro en Latinoamérica que además de proyectar películas porno brinda oferta cultural a la audiencia.

“Desde hace cuatro años, más o menos, hemos incluido en el programa actividades culturales, traemos bandas de rock, hay bodypainting, traemos esculturas y tratamos de enseñar al público que nos visita la propuesta joven en diversas artes”, explica.

Vestido de negro, con anillos de calavera, ojos delineados y mechas color verde en el cabello,  Roxx, de al menos 35 años, corpulento y con voz grave, insiste que el “Cine Nacional es más que un cine erótico”.

El costo de la entrada, 40 pesos, incluye la proyección cinematográfica, la exposición de pintura o escultura –depende de la cartelera cultural- o un concierto de rock, o una puesta en escena o incluso lectura de poesía.

“Hemos traído a los Viejos Puercos,  discípulos de Charles Bukowski [escritor del realismo sucio], a Charly Montana, rock urbano y músicos de jazz”, asegura Roxx.

En el ambiente hay todo lo que el cine porno provee: cine permanencia voluntaria, “privacidad”, tarifa única y extraños -o no- ávidos a entablar nuevas relaciones, sin penas ni inhibiciones, entre coqueteos y proposiciones.

***

Mientras la proyección sigue en la pantalla de la sala gay del Nacional, la banda de Roxx toca en vivo canciones de los Doors, el Tri, Pink Floyd y Enanitos Verdes. Pero el espectáculo no está en la pantalla, ni en el escenario. Está arriba, en las butacas.

A lado de la ventana que dispara el haz de luz, se reúne un grupo de cinco o seis hombres. La oscuridad los acoge, no es posible reconocer sus caras ni sus gestos; pero si sus posiciones. Dos están sentados, uno más con pantalón claro, de rodillas y de espaldas a la pantalla. Suben dos hombres más por las escaleras hasta la penumbra y se suman al grupo.

Pocos prestan atención a Laura, la bailarina de 60 años que “ameniza” la tocada del grupo de Roxx. La mini falda negra apenas cubre la vagina, con cada contoneo, la tela sube unos centímetros y devela un poco más que pierna y nalga. Un hombre, de camisa tipo polo blanca y pantalón de vestir beige, se levanta y baila con Laura. Las caderas se mueven al ritmo de “Lamento boliviano”, las manos del hombre acarician la espalda desnuda de la bailarina, quien se cubre el voluminoso vientre con la falda arriscada.

Aquellos sentados en las primeras filas aplauden, los demás, en la parte superior de la sala no se percatan del coqueteo de Laura. Johny, el hermano de Roxx, agradece por el micrófono la “preferencia” del público. Luego de 40 minutos de tocada, la proyección continúa, el grupo de hombres no se ha movido y la banda ya desmontó sus instrumentos. Laura baja del escenario ya vestida.

“¿Te gustó? Tocan bien ¿no? Creo que al público le gustó mucho. Hasta baile con alguien”, confiesa Laura emocionada, claramente satisfecha con su performance y la “interacción” con la audiencia.

***

-Nunca cerramos, como el infierno: 24 horas de llamas ardiendo a todo lo que dan- confiesa Roxx mientras guarda en una diminuta bodega los instrumentos de la banda.

-¿No les ha pegado la piratería o las películas por internet?

-Mira, el cine pirata si nos ha pegado pero pues nada como ver la película en una pantalla grande. En este tipo de cines, el pretexto es la película, la verdad la gente viene al convivio, a conocer gente.  Eso es lo que tiene éxito.

Al cine Nacional acuden, según Roxx, encargado del lugar, un promedio de entre 800 y mil personas diariamente. Abierto desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la noche los 365 días del año, sin excepción.

A pesar de que no permiten la entrada a mujeres solas ni parejas heterosexuales, el cine ha ganado terreno en la comunidad LGBTTTI, con la proyección de dos películas diarias por sala y dos eventos culturales por semana, como conciertos, cocteles, bodypainting, exposiciones artísticas y representaciones culturales.

– El día más muerto vienen 400 personas, yo creo que ni los cines comerciales tienen ese público -me afirma Roxx mientras me acompaña a la salida del inmueble- todo el día entra gente.

Todo el día.

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