(21 de noviembre, 2014).- No todos los niños duermen o leen cuentos cuando cae la noche. Al menos no es el caso de Obdulio, quien está trepado en las vallas colocadas frente a Palacio Nacional en la jornada de protesta por los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero. No viene con padres ni hermanos y no proporciona más información, sin embargo, observa con atención el fuego que se dibuja en el suelo a causa de bombas molotov lanzadas por encapuchados.
Obdulio lleva puesto un suéter gris con rayitas azules. No gesticula a pesar del humo, explosiones de cohetones, golpes, insultos y cientos de consignas que generan tensión entre las personas. Todo lo contrario, en cuanto los manifestantes gritan insultos a Enrique Peña Nieto, él no tarda en mostrar una sonrisa de leche. Inocente.
La tensión se dispara a las 20:09 horas cuando los manifestantes comienzan a zangolotear el cercado color verde que se encuentra a quince metros de las puertas. En ese momento, Obdulio, con sus manos pequeñas y morenas, sostiene el volumen de los tubos y repite la misma dinámica. Lo hace emocionado como si tuviese un juguete.
Gargantas al unísono se desgarran repitiendo una y otra vez: “¡Toma de Palacio! ¡Toma de Palacio! ¡Toma de Palacio!”.
Frutas, botellas y basura vuelan hasta llegar a los vigilantes que retroceden. “¡No te asustes, si ustedes utilizan las balas del narco!”, grita un joven a los uniformados.
Y es que por la tarde eran alrededor de 13 agentes del Estado Mayo Presidencial, no obstante, para ese momento ya son poco más de 30; además hay cientos de elementos de la Policía Federal que permanecen estáticos en la calle Corregidora a la espera de recibir órdenes para contener cualquier intento de inmolar la puerta como la vez pasada.
Eso ocurre en tanto las familias de los estudiantes de la Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa se hallan en el templete solicitando que no haya actos de violencia. A los encapuchados no les interesa, pues continúan prendiendo cohetones y bombas molotov al mismo tiempo que cuentan del 1 al 43 para finalmente reclamar justicia. Obdulio observa con atención a los presuntos anarquistas. No dice nada. Su mirada queda hipnotizada por lo que hacen.
-¡Con violencia sólo van a justificar que los repriman y los violenten! –le advierte una mujer de cabello rubio a un joven con el cabello largo que dirige a los encapuchados.
-Por eso señora, eso déjenoslo a nosotros y usted ya váyase a su casa.
-Con violencia no van a lograr nada…
-No nos vamos a quedar así hasta que nos maten.
Golpes y escudazos
Tras los diversos intentos para penetrar la valla, los cuerpos antimotines con cascos azul claro y escudos empiezan a llegar a las puertas de Palacio Nacional. Línea por línea se va formando, por ello son recibidos con una oleada de insultos con todo tipo de adjetivos. Los zangoloteos de las vallas inician de nuevo y, en respuesta, se pinta el lugar de blanco cuando elementos expulsan el químico de los extintores sobre los manifestantes; posteriormente, uno se cruza y lo detienen; una más, con una pancarta, pero no es alcanzada.
“¡Asesinos! ¡Asesinos! ¡Asesinos!”, sentencian en tanto elevan el puño al aire.
Obdulio se vuelve a trepar, quiere ver y un camarógrafo le tapa la escena. Intenta alargar el cuello pero lo único que escucha es: “a ver, crúzate hijo de tu puta madre” o “déjate venir, pinche puerco” o “si no es hoy, ¿cuándo, banda?” o “uno, dos, tres, cuatro, seis, siete…”. Sólo percibe un movimiento brusco que lo tira otra vez. Por su altura que no pasa del metro con 20 centímetros sólo mira cientos de tenis de colores y botas negras militares corriendo al mismo tiempo.
“No se echen para atrás”, grita una chica de cabello lacio, ojos color miel y un paliacate negro que le cubre la mitad de su rostro. Otro de sus compañeros encapuchados le entrega un celular y le comenta que la gasolina ya se ha terminado, “vamos por más”.
Empieza el intercambio de golpes y “escudazos”. Las líneas de granaderos se despliegan, lo cual provoca un veloz retroceso y dispersión. Así, de ese modo, hasta llevarlos a la altura del asta bandera, donde multitud de inconformes caen al suelo y son golpeados por segundos. Obdulio es tragado por el mar de personas, este reportero no lo vuelve a encontrar.
Una señora de camisa roja tropieza y alrededor de cinco antimotines la rodean. La golpean por unos tres segundos hasta que un manifestante norteamericano intercede, les quita las manos de encima, levanta a la mujer y les grita: “Pinches poulicías narcoutraficantes (sic.)”.
El contingente ya es muy pequeño y prácticamente están fuera de la explanada del Zócalo. Se encuentran en la avenida, cerca de las calles 20 de Noviembre, Madero y 5 de Febrero. Los granaderos han rodeado todo.
En entrevista con REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO, un mando de la Policía Federal señala que “los manifestantes pueden expresarse libremente siempre y cuando no lo hagan de forma violenta, porque si nos queman la cara, imagínate, ni modo que respondamos con flores”.
-¿Cuál es la instrucción de sus jefes?
-No hay instrucción.
¿Entonces?
-¿Qué quieres que hagamos? Pueden protestar libremente pero sin violencia. Mira, nosotros ya no estamos haciendo nada y ellos siguen. Ya mejor se deberían ir a su casa.
-¿Y usted qué piensa del caso Ayotzinapa?
-Pues no se puede decir nada hasta que sepamos con claridad quiénes eran ellos (los 43 normalistas). A mí no me consta si no eran mañosos o no estaban metidos en algo más.
-¿A pesar de las pruebas de su inocencia?
-A pesar de eso.
De acuerdo con el Comité Cerezo, el saldo de aprehendidos durante la marcha fue de 15 personas: Alejandro Cabrera Ávila, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; Cuauhtémoc Navarro de la FCPYyS, UNAM; Daniel Camacho Domínguez, UAM Iztapalapa; David Nava Ocampo, ENAH; Erick Martínez Cabello, IPN; Gibran Lovani Méndez, UAM Iztapalapa; Horacio González Santander, UAM Iztapalapa; Humberto Nava Ocampo, ENAH.
Así como Jorge Alfredo Delgado Carreón, CCH Oriente; José Manuel Morales Ruiz, UACM-SLT; Miguel Ángel Lara Mosso, FES Acatlán; Misael Yáñez Aguilar, FCPyS UNAM; Óscar Iván Ramírez Septellano, CCH Azcapotzalco; Ricardo Rojas Rivera, se desconoce; Samanta Iraís Buendía Hernández, CCH Azcapotzalco.
Por su parte, este medio corroboró un saldo de tres heridos atendidos en la calle Madero; una mujer de aproximadamente 25 años de edad, tenía enyesado el pie izquierdo. Asimismo, las marchas partieron desde tres puntos: la explanada de Tlatelolco, Monumento a la Revolución y el Ángel de la Independencia a partir de las 18:00.
Sacrificios en torno a la marcha
“Híjole, pues hoy no hubo chamba porque cerraron todo por las marchas; apenas me salí hace una hora para ver si agarro pasaje”, dice un taxista que transita por avenida Paseo de la Reforma a las 22:00 horas.
El hombre al volante con su cabello jaspeado conduce con tranquilidad en tanto observa por el retrovisor a su cliente. “¿Y sabe qué?”, pregunta.
-¿Qué? –le espeta este reportero.
-Que me da mucho gusto. Si este sacrificio se tiene por el hartazgo y los 43 normalistas, vale la pena. Es más, en cuanto yo pueda, voy a ayudarlos de la manera que pueda. Y si hay chingadazos le entro.
“Yo todavía no entiendo por qué los papás en 1968 no salieron de esta manera como con los normalistas. Porque déjeme decirle joven, no fueron decenas, fuero cientos, o hasta miles… y no pasó nada, después de las Olimpiada todo quedó limpiecito”, agrega.
-Quizá tenían miedo por la brutalidad de los militares…
-Eso sí, joven, el miedo controla. Pero, cuando se trata de un hijo, ¿qué te puede importar? Se metieron con tu descendencia, uno da hasta la vida.
Y sentencia: “Yo en el caso de los papás de los normalistas, ya hubiera tomado las armas, no podría soportarlo”.