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Un día en Ayotzinapa 43; entrevista con Rafael Rangel, director del documental

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Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1

Por: Laura Itzel Domínguez Martínez

(26 de mayo, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- Ernesto Guerrero Cano, Marlboro, camina sobre el río de las tortuguitas, sobre Ayotzinapa. Él, uno de los estudiantes que sobrevivieron a la noche del 26/27 de septiembre, en la que agentes del Estado asesinaron a seis jóvenes y detuvieron-desaparecieron a 43 estudiantes en Guerrero, es uno de los protagonistas del documental Un día en Ayotzinapa 43 del cineasta Rafael Rangel.

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El 26/27 de septiembre conmocionó al mundo, trastocó sensibilidades, causó indignación. Por lo que Rangel, en entrevista con Revolución TRESPUNTOCERO, señala que el motivo para hacer el documental, fue la indignación, la “necesidad de compromiso moral, de poner al servicio lo que sé hacer”.

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Bienvenido a lo que no tiene inicio, bienvenido a lo que no tiene fin

Daniel Hernández es uno de los estudiantes que comienza el recorrido por la Normal de Ayotzinapa, en el que explica cuál es su deber como normalista, su compromiso social. En el camino se sienta a las afueras de donde vivió Lucio Cabañas, para después adentrarse en el salón donde los “ayotzinapos” discuten las próximas acciones de lucha. “Cada que entramos, los compañeros comienzan diciendo: bienvenido a lo que no tiene inicio, bienvenido a lo que no tiene fin”, comenta en Un día en Ayotzinapa 43.

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“Estar dentro de la normal todos los días a partir de las 6 o 7 de la mañana hasta las 11 o 12 de la noche, conviviendo y viendo las condiciones inaceptables en las que más de 500 alumnos, hijos de campesinos, viven, fue emocionalmente desbastador, fuera de la normal”, explica el cineasta. Fue una experiencia sin fin, “hospedados en un pequeño hotel donde había que sacudir las cucarachas de las camas. Sin teléfono, sin señal, sin agua caliente, ni servicios básicos, la paranoia fue nuestra compañera de principio a fin. Los habitantes del lugar siempre nos recomendaban tener mucho cuidado: ‘se los llevan del hotel o en la calle y luego no se sabe nada’, nos repetían constantemente”.

México, país de violencia cotidiana/país de solidaridad

El camino sin fin parecía no tener regreso, pues los riesgos eran constantes. “Durante nuestra estancia, a unas cuadras del hotel, fueron asesinadas 3 personas, de las que los medios no informaron. Siempre nos sentimos observados, siempre acechados por quienes no dan la cara, cobardes al servicio de los ‘buenos’ y de los malos. Nunca supe qué era lo mejor, si pegar un letrero de ‘cine independiente’ en nuestro vehículo o no”.

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En medio de la catástrofe, México es un país solidario. Rafael Rangel explica que en Ayotzinapa descubrió: “Una gran solidaridad en un sector de la sociedad perteneciente a la miseria absoluta, el material con el cual los ideólogos se hacen a la hora de aplicar sus ideas. Te aseguro que ninguna revolución triunfa si no hay una masa disponible para ser revolucionada”.

Ayotzinapa: “un túnel donde aún no hay luz al final”

Si bien, la desaparición de los 43 normalistas causó gran conmoción, “no ha cambiado nada, la lucha de los normalistas lleva generaciones y desconozco si habrá un cambio. La insensibilidad y falta de inteligencia, ya no hablemos de sabiduría, de parte de quienes podrían hacer un cambio, no lo permite. Hace mucho que la política ha dejado de estar al servicio de los anhelos de la sociedad”.

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Rangel, con un breve tono de decepción, señala que Ayotzinapa significa “la depredación y la incapacidad de quienes dirigen este país, pero también significa un pseudodespertar de una masa clase mediera conectada a las redes sociales, quienes se han convertido en revolucionarios y luchadores sociales de Facebook y Twitter”.

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Situación que se ve reflejada en la audiencia de Un día en Ayotzinapa 43 en la Cineteca Nacional, “el documental por sí mismo puede ser del interés del público o no, lo verdaderamente importante es el donativo del porcentaje correspondiente a la película a los alumnos de la normal. Es un modo de apoyo no sólo moral, sino real, de apoyo directo. Me esforcé por darle un sentido social a una expresión personal, este es un camino solitario. Desde este momento ya me siento avergonzado por la cantidad de dinero que entregaré a los alumnos,  yo me pregunto ¿dónde están esos miles que publican en las redes y gritan en las manifestaciones: ¡Todos somos Ayotzinapa!?”

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Para el cineasta, aquel inesperado 26/27 de septiembre de 2014 dejó “una oscuridad donde aún no hay luz al final del túnel”. Por ello, a ocho meses de la detención-desaparición de los 43 normalistas y sumidos en un “país de masacres”, no queda más que encender la luz.

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