Por Ariadna Acevedo Rodrigo/ RevistaHashtag
El pasado jueves 26 de junio tuvo lugar el foro Repensar la política en tiempos de crisis en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde se discutieron los recientes procesos de politización en México y España. Participaron Amaranta Cornejo (becaria postdoctoral del CEIICH-UNAM, ex-integrante de #YoSoy132 Asamblea Posgrado), Pietro Ameglio Patella (Profesor de la Universidad La Salle, Cuernavaca y Activista del Servicio Paz y Justicia), José Enrique Ema López (Profesor de la Universidad de Castilla la Mancha y miembro de Podemos, España) y Amador Fernández-Savater (Investigador independiente, editor de Acuarela Libros e integrante del 15M en España). Moderó Silvia L. Gil (becaria postdoctoral en la Facultad de Filosofía y Letras).
En 2011, fuertes movilizaciones sociales llamaron la atención en México y España. En México, país de múltiples manifestaciones, se trató de una expresión de preocupación y protesta por la violencia creada por el narcotráfico y lo ineficiente, e incluso contraproducente, de la estrategia del gobierno. La acción más concertada y visible fue probablemente el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad encabezado por el poeta Javier Sicilia tras la muerte de su hijo a manos de la delincuencia organizada, pero ella ocurrió al mismo tiempo que una diversidad de inciativas tales como el Basta Ya o No más sangre. En 2012 la emergencia del movimiento #YoSoy132 fue mucho más puntual e incidental. Surgió como resultado de una pequeña protesta de estudiantes de la Universidad Iberoamericana, una institución privada no particularmente notable por su movilización política, ante la visita del candidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto. Cuando el PRI buscó deslegitimar la protesta acusando a sus agentes de no ser estudiantes sino jóvenes a sueldo, la indignación de los universitarios no se hizo esperar. Respondieron con un video en que 131 estudiantes expresaban que la crítica a las políticas de Peña Nieto como gobernador del Estado de México, era propia (no una manipulación ajena) y mostraban sus credenciales para comprobar su estatus de estudiantes y no de mercenarios a sueldo de grupos políticos anti-príistas. La difusión del mensaje en Youtube fue muy exitosa y el fuerte apoyo social que recibieron se manifestó en el nombre dado al movimiento: #YoSoy132. Se trataba, entonces, de una movilización surgida de la profunda incapacidad de la clase política, que se autodenomina democrática, de reconocer a los miembros críticos de una sociedad como interlocutores válidos. El dinosaurio priísta no había podido reconocer la autonomía de una crítica dirigida contra él ni siquiera viniendo ésta de estudiantes universitarios de clase media y alta. Con su torpe reacción generaron una oposición que tendió puentes con otros sectores al expresar su “No a EPN”, “No al PRI”, así como al demandar una democratización de los medios de comunicación.
España, un país aparentemente menos politizado que México en términos de la visibilidad de sus movilizaciones sociales, para algunos “fuertemente despolitizado”, dio una verdadera sorpresa cuando una diversidad de colectivos ya muy activos como resultado de la fuerte crisis económica de 2008 (que ha llevado a cifras tan alarmantes como la de un 50% de desempleo entre los jóvenes), que buscaban expresar su indignación ante las políticas de desmantelamiento del estado de bienestar y la corrupción de la clase política, convocaron a una manifestación que culminaría en la puerta de Sol, en Madrid, el 15 de mayo de 2011. Consiguieron no solo una movilización inusitada sino, de acuerdo con las encuestas, la simpatía de un aplastante 80% de la población española. Probablemente lo más llamativo del movimiento de los indignados o 15M fue su capacidad para politizar a la gente común; los veteranos y jóvenes acostumbrados a la militancia política pasaron de sentirse parte del pasado o de una aislada y pequeña minoría a ser parte del despertar político de una sociedad que estaba buscando no solo expresar una protesta contra el sistema político, sino de inventar nuevas formas de hacer política.
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Graciela Martínez González |
En México la violencia, y en España la crisis económica, habían conseguido unir a personas no solo de generaciones y orígenes sociales distintos, sino de puntos distintos y a veces opuestos del espectro político. Ambos países están pasando, de formas variables y con distinta intensidad, por crisis de representación de sus sistemas políticos y sufren, en distintas medidas, la impunidad de una clase política corrupta. La escala de la movilización y la importancia del momento político español ha sido de una fuerza que no se ha conseguido en México, un país de inicio mucho más fragmentado y mucho más desigual socio-económicamente. Pero más allá de las obvias diferencias ¿qué diálogos comunes podemos desarrollar?
La primera parte de la discusión del foro giró en torno a las presentaciones de los cuatro participantes y las intervenciones del público. Pietro Ameglio Patella observó lo grave de la situación mexicana, llamando la atención sobre el hecho de que se calculan alrededor de 80,000 muertos hoy en México por la violencia derivada del narcotráfico, mientras que en todo el periodo de la dictadura argentina hubo 30,000. Puso énfasis en las limitaciones de algunas de las estrategias de respuesta a la situación del país. El 15M español y el Basta Ya mexicano consiguieron sacar mucha gente a protestar, pusieron “muchos cuerpos en la calle”, con lo cual se consigue mostrar una importante fuerza moral pero las acciones de protesta resultan de muy baja intensidad respecto de la gravedad del problema que se denuncia. También resulta muy limitada la estrategia de llevar las quejas a distintas instancias de gobierno puesto que la respuesta es tan escasa y completamente ineficiente. Para Pietro, si bien es admirable la capacidad de lucha y la tenacidad de quienes una y otra vez demandan la investigación de desapariciones y muertes, la estrategia tiene muy poco impacto puesto que se está pidiendo la solución al mismo actor que genera el problema. En ese sentido, Pietro señaló que la estrategia zapatista de no cooperación con instancias del Estado y de construcción de una sociedad alternativa tiene mucho más sentido. Para Pietro la no cooperación y la desobediencia civil es la estrategia que deberíase llevar a cabo como respuesta a la grave situación de violencia en el país.
A pesar de las diferencias entre ambos países, algunos elementos de las reflexiones de Amaranta Cornejo sobre #YoSoy132 y Amador Fernández-Savater sobre el 15M tuvieron importantes puntos en común. Amaranta habló del #YoSoy132 como una “irrupción” más que un movimiento, partiendo, como los indignados en España, desde la “sensación de hartazgo”. Tanto el movimiento mexicano como el español, en los relatos de Amaranta y Amador, respectivamente, buscaron en un inicio hacer una política completamente nueva. Partiendo de la premisa de rechazar a Enrique Peña Nieto y al PRI, Amaranta nos dice que en el #YoSoy132 no querían ver al pasado y que, por lo tanto, no reconocían a las guerrillas, los movimientos estudiantiles de 1968, 1998 y 1999, el zapatismo, ni las más cercanas movilizaciones contra los fraudes electorales de 1988 y 2006. Aún así, para Amaranta, #YoSoy132 poco a poco se dio cuenta de que había que reconocer esas luchas, que no empezaban como página en blanco.
En el relato de Amador, el 15M aparece como algo realmente nuevo, incluso con más énfasis que en el análisis que hace Amaranta del #YoSoy132. El 15M es nuevo en la medida en que “no es movimiento social y ni siquiera un movimiento de movimientos (como fueron los antiglobalización)”, sino en todo caso “un movimiento de la sociedad misma”. Se ha entendido como algo muy nuevo también porque se partía de “vacíos de referencia” que, para Amador, pueden ser una limitación pero también una potencia: como no hay un modelo que imitar, es necesario crear.
Se busca claramente una ruptura, pero también se vivió una ruptura del orden de cosas. Hasta ahora esta ruptura se ha dado sobre todo a nivel del “orden simbólico” porque se ha conseguido romper con lo que se ha llamado la “Cultura de la Transición” (CT), en referencia a la transición a la democracia tras la muerte de Franco. Para Amador la CT hace tres cosas: 1) prescribe qué es de lo que se puede hablar y no se puede hablar; 2) prescribe qué posiciones se pueden adoptar para hablar de la sociedad y consiste principalmente en ver el mundo a través de dos colores: piensas y actúas según si estás a favor de uno u otro de los dos grandes partidos políticos: el PP o el PSOE y 3) prescribe quién puede hablar, se trata de intelectuales y expertos que hablan en nombre de la sociedad. Amador recalca que esta CT se está resquebrajando de una manera que a sus propios críticos les sorprende.
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Graciela Martínez González |