(17 de octubre, 2014).- El nazismo nació del odio racial. Hitler y los suyos creyeron ser la raza “elegida” de pureza aria, y se fueron contra los judíos y los demás pueblos. El fascismo fue extracción de las mafias delincuenciales; y perdurando en su versión original, contagió a la humanidad creando pequeñas organizaciones para imponer su “ley” y robar, extorsionar y apoderarse de espacios territoriales. A Mussolini lo superaron los Al Capone que formaron las mafias que se multiplicaron por toda Europa, y se trasladaron al florecimiento estadunidense después de la Segunda Guerra Mundial y llegaron a Latinoamérica. Se establecieron en nuestro país y se conectaron con el narcotráfico. En su libro: Democracia al borde del caos (Siglo XXI Editores), el portugués Bonaventura de Sousa Santos, nos dice que hay cinco neofascismos y dos han florecido en México: el fascismo territorial integrado con quienes, afectos a delinquir como forma de trabajar y vivir, se apropian de territorios donde cooptan por la “buena” o violentamente las instituciones ejerciendo la regulación social de sus habitantes, como un estado dentro del Estado. Otro es el fascismo de la inseguridad, donde “los nuevos Führer”, intimidan y provocan la angustia de las personas por medio de la inseguridad de sus vidas y bienes.
II.- Desde 1964, nuestro país se ha encaminado a esos fascismos, porque las élites gobernantes –que cobran “las perlas de la Virgen”–, no han cumplido con sus obligaciones. Así, la “modernización” capitalista de Peña y sus peñistas, con la privatización de todas las actividades económicas sometidas a la oferta y la demanda del mercado que trajo Videgaray de Harvard y Chicago, enchufadas a la expansión de los capitalismos que lideran Estados Unidos y la China, nos engancha a una mayor dependencia política y económica a Washington y Nueva York. Sólo que para esto, el peñismo no consultó a su sector empresarial, patronal e industrial y ha paralizado el crecimiento económico, encareciendo los bienes y servicios gubernamentales, prohibiendo un alza salarial y fijando un crecimiento no mayor al 3 por ciento, cuando el país necesita al menos un 5 por ciento. Todos los indicadores informan que la macroeconomía apenas si se “mueve”, mientras cae el consumo que Videgaray quiere acelerar con el famoso: “Buen fin”.
III.- México se está “moviendo”. Pero desgraciadamente lo hace por medio de esos fascismos y la impartición de injusticias en los tribunales. Y mientras esto prevalezca, las políticas económicas del peñismo no tienen condiciones de posibilidad. Es demasiada la inseguridad. Tiene la Nación miedo colectivo y las familias están enlutadas por la desaparición de alguno o algunos de sus integrantes. Todo el país es un caos. Tlatlaya y Ayotzinapa son una muestra más de esa violencia que está “moviendo a México” para seguir llevando al despeñadero las medidas del peñismo. La alternativa de la Nación es resistir oponiéndose, o de plano asirse al Artículo 39 constitucional para exigir que todo el poder público dimane del pueblo y se instituya en beneficio de él. O éste tiene “el inalienable derecho de modificar la forma de su gobierno”.