¿Celebrar o no? ¿Celebrar qué? Son preguntas que resuenan en la sociedad mexicana con motivo de las “Fiestas patrias” con las que se celebra que la antigua Nueva España se hubiera independizado de la corona española, proceso que dio paso a la fundación de una nueva nación: nuestro querido México.
País reconocido en el mundo por la calidad y calidez de sus habitantes, por su belleza y diversidad tanto natural como cultural, por sus lugares arqueológicos, por sus pueblos milenarios, por su deliciosa, exótica y variada comida registrada ya como patrimonio cultural intangible de la humanidad, por sus tradiciones, su música, su cine, su literatura, sus pintores y artistas, desde aquel que trabaja en un costoso taller, hasta quien lo hace afuera de una humilde vivienda.
Patria que a inicios del siglo XX se reinventó a través de todo un movimiento nacionalista en el que la visión romántica construida en torno a la convicción de “estar haciendo Patria” invadió el sentir de muralistas, poetas, músicos, bailarines, escritores, cineastas, profesores, políticos incluso, dando como resultado grandes obras pictóricas, literarias, musicales y cinematográficas que recogían y expresaban el sentir de un pueblo que por fin creía haber llegado a un estadio superior de evolución.
Se crearon asimismo instituciones sociales, políticas, económicas y culturales que buscaron consolidar los cambios producidos después de una sangrienta revolución, a cuya cabeza se encontraban hombres de cabal reputación cuyo amor por México, inteligencia y preparación dieron los frutos esperados.
Pero, como suele ocurrir en la larga duración histórica, las décadas pasaron y con ellas las grandes creaciones posrevolucionarias llegaron al límite de su fuerza, creación e innovación para convertirse en estructuras anquilosadas habitadas por individuos negados para inflamar su corazón con el amor por la Patria; incapaces para imaginar un futuro mejor para todos y todas, mezquinos al momento de preferir su bienestar al de los demás, rapaces y depredares de los recursos que harían de todas y todas una vida digna de ser vivida, que se auto asignan sueldos estratosféricos con los que la gran mayoría de la población sólo puede soñar , que dicen reducir gastos recortando donde no se vea afectado su propio ingreso sino el patrimonio de otros y otras.
Parecieran lejos los tiempos en que se daba la vida por la Patria, pero no es así. Hoy mueren o son intimidados, agredidos y encarcelados luchadores sociales involucrados e involucradas en todas las luchas que deberían de ser “nuestras luchas”, campesinos defendiendo “nuestra” tierra y “nuestro” derecho a una alimentación libre de contaminantes y transgénicos, ecologistas defendiendo “nuestro” derecho a un ambiente limpio, periodistas peleando por “nuestro” derecho a estar informados e informadas y a expresar libremente lo que pensamos, defensores de derechos humanos luchando por “nuestro” derecho a una vida y un trato dignos.
Como hace 200 años y como hace 100 nuevamente la Patria necesita de mujeres y hombres dispuestos a levantar la voz y exigir el respeto a sus derechos y los de los demás; que trabajen por el “otro” que no es como ellos o ellas, que vigilen a sus gobernantes y les exijan cumplir lo prometido y hacer lo necesario para sacar a flote a un país que parece hundirse cada vez más; que sigan trabajando y haciendo lo que hacen sin perderse en la fatuidad de las telenovelas, de las series y programas que sólo anulan su capacidad de analizar lo que los políticos hacen, de criticar sus desaciertos y por que no, también premiar sus tinos. Que sigan viviendo como viven sin que el afán por consumir sea su único proyecto en la vida.
Celebremos entonces la vida, la suerte de haber nacido en un hermoso país, celebremos a quienes se esfuerzan por hacer de este un mundo mejor, celebremos la mexicanidad, celebremos en nuestras casas con nuestras familias, amistades, vecinos, vecinas. Celebremos con quienes merecen celebrar y no hagamos “el caldo gordo” a aquellos gobernantes que en plazas públicas hacen gala de logros falsos, de avances que sólo ellos ven, de mentiras que a fuerza de repetirse parecen verdades sin serlo y que niegan la grave situación que vive el país con tal de no afectar su imagen y bajar aún más sus índices de popularidad.
Celebremos la posibilidad de cambiar las cosas, celebremos la obligación de frenar a quienes depredan los ricos recursos de México, celebremos que en el país sigue existiendo gente dispuesta a darlo todo por un ideal de Nación. Celebremos, celebremos el ser mexicanos y mexicanas, celebremos que aún hay Patria que celebrar y dejemos de celebrar a los gobiernos voraces para quienes la Patria es un jugoso negocio, un botín que han de repartirse si los dejamos.


