Por: Carlos Bauer
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2012 fue el primer año desde que la ONU lleva un registro de las víctimas civiles del conflicto armado en Afganistán en que disminuyó el número de muertos y heridos respecto al año previo. Sin embargo, para las mujeres afganas esta noticia fue más bien sombría: pese a la disminución en el número de víctimas totales, la violencia hacia las mujeres y niñas se incrementó dramáticamente.
300 muertas y 560 heridas fue el saldo de la violencia para la población femenina. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la mayoría fueron víctimas de la violencia de forma aleatoria, por verse envueltas en algún atentado mientras se dirigían a sus casas o sus trabajos. Además de la violencia que reciben directamente, las agresiones contra las mujeres llevan a muchas de ellas a cometer suicidio o huir de sus hogares para escapar de situaciones brutales.
Precisamente el hogar es uno de los lugares más peligrosos para las mujeres afganas. La violencia doméstica las expone a “matrimonios tempranos, violencia ejercida por la familia política y la privación a las mujeres de sus derechos de dote y herencia”, señala el Departamento de Asuntos para la Mujer. Este tipo de violencia es particularmente elevada en los territorios apartados y de difícil acceso –que no son pocos en este país atravesado por las mayores cordilleras del mundo.
Pese a lo brutales que resultan las cifras de la violencia contra las mujeres en Afganistán, tristemente podrían representar un porcentaje muy bajo de los casos reales, pues esas zonas donde se presenta con mayor fuerza el fenómeno son también donde resulta más difícil llevar un registro confiable de los eventos.
