Una punta de metal se incrusta en el lado derecho de su nariz. Falta una goma de plástico que la recubra, como en el lado izquierdo, para que el peso de las gafas descanse sobre un área más extensa y la presión no se concentre en un solo lugar, en esa punta metálica que recae sobre la nariz de Martí Batres.
A esa falta minúscula se le antepone una mayor y en aumento: el tiempo, que ahora como el primer presidente nacional de Morena (Movimiento Regeneración Nacional), escasea. Cada vez hay menos tiempo para el baile, son cubano, salsa, cumbia; menos tiempo para ir al teatro, cine y menos tiempo para pintar.
Hoy, como lo hizo en el terremoto del 85 –ante un panorama social crítico–, antepuso la política al arte y decidió estudiar derecho y no artes plásticas. En ese entonces pintaba más retratos y ahora, quizá en un intento de tener una mirada más abarcadora, hace paisajes.
Su historia familiar recubierta de la lucha social desde la militancia y la docencia inevitablemente marcó su vida y definió su carrera; ahora se dedica a ambos: da clases en la facultad de Trabajo Social de la UNAM y ha consagrado su vida a la izquierda.
Cuando habla de pie tiene la manía de crear un bolsillo inexistente en la franja límite del pantalón, da la sensación que se arreglara la camisa pero lo utiliza para recargar el peso de los brazos; ese minúsculo gesto, también, representa su forma de buscar alternativas no sólo para buscar tiempo sino para crear política a través de lo que juzga la única manera de lograr el cambio, el voto y la protesta pacífica.