Zazil Carreras / @Zazil3_0
Erica Montes de Oca Marín es la mujer más joven del campamento. No es madre, su hijo no está desaparecido y tal vez no entienda de la misma forma el dolor que sufren sus compañeras madres en huelga de hambre, pero siente la pena de haber perdido a Sergio, su sobrino, quien para ella es como un hermano, y ese dolor es suficiente.
Sergio Eduardo Guillén Montes de Oca desapareció el 28 de noviembre del 2012 en la colonia Roma en la Ciudad de México.
“Ya llegué al trabajo, cierra bien, nos vemos mañana”. Fue la última frase que Sergio le dijera a su madre, para avisarle que había llegado con bien al bar en donde trabajaba, haciendo la promesa de verla al día siguiente, promesa que no pudo cumplir.
Al día siguiente Erica y su familia acudieron ante las autoridades para denunciar su desaparición y, a partir de ese momento, la búsqueda de Sergio se vio entorpecida por la autoridades.
La denuncia inicialmente se realizó en la delegación Cuauhtémoc, donde se encuentra la colonia en que desapareció, pero Sergio vivía en el Estado de México y las autoridades se negaron a atender la denuncia ahí.
Llevaron a cabo el mismo procedimiento en el ministerio público correspondiente a su domicilio y así pasaron los días, las semanas , hasta que seis meses después de la desaparición de Sergio, el expediente sólo cuenta con 10 hojas y sin que hasta ahora se realice la búsqueda de manera adecuada.
“Era mi hermanito, un chavo responsable, alegre. Es un buen hombre”, dice Erica, sosteniendo la fotografía de Sergio, impresa en una lona.
Sergio es padre de una niña de 7 años, responsable y trabajador. Su ausencia ha marcado irremediablemente a su familia en todos los aspectos, incluso en la salud de su madre, que se ha visto mermada.
“A toda la familia nos cambió la vida, nunca te imaginas que te puede suceder a ti, jamás. Son sentimientos encontrados entre dolor, enojo, frustración, cada uno tiene su sentir”.
Pero Erica no se rinde, ha transformado la esperanza de encontrar a Sergio en una fuerza inagotable. Motivada por todo lo que ha vivido a su lado, y ya que su hermana y su madre no pueden estar ahí “y si ellas no tienen fuerza para resistir una huelga, la fuerza la pongo yo, y aquí estoy”.
Con los ojos formando lágrimas pero la voz firme, sostiene fuertemente la imagen de Sergio y aclara la garganta.
“La fuerza la pongo yo”, asegura una vez más, y lo demuestra regresando al campamento para seguir su lucha.