Desde el conservadurismo celebran con ánimo desbordado la caída de una estatua mientras paradójicamente la oposición se derrumba.
Quizá no se han dado cuenta de la magnitud de la debacle que se avecina o quizá precisamente porque lo saben prefieren entretenerse en presuntas victorias simbólicas.
Tres elementos se observan en el horizonte que engloban una dolorosa derrota para la oposición a la 4T en los próximos meses:
1. El 21 de marzo será inaugurado el Aeropuerto Felipe Ángeles. Un aeropuerto imponente por la magnitud de la obra, y extraordinario por su bajo costo, 75 mil mdp frente a los más de 300 mil mdp de Texcoco, y único por el hecho de haber estado a cargo, por decisión presidencial, de los militares, abandonados como institución al servicio de la sociedad civil en sexenios pasados.
Los opositores intentaron frenar con amparos la obra y la descalificaron por completo, asegurando que el aeropuerto sería inseguro, inútil y que la única opción era continuar aventando miles de millones de dinero público a un barril sin fondo para beneficiar a los corruptos del viejo régimen que ya se habían repartido el negocio, desde la barda hasta la torre de control.
2. Para abril, el INE -aún sea a regañadientes- habrá de llevar a cabo la consulta de “revocación” de mandato que resultará en una ratificación de la presidencia de AMLO pues su aprobación está por encima del 70 por ciento, adelante de jefes de Estado de países de primer mundo como Estados Unidos, Canadá, Japón y Gran Bretaña.
3. Morena y sus aliados políticos vencerán el 5 de junio, casi a la mitad del año, la mayoría de las gubernaturas en juego. Seguramente Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas y Durango se convertirán en entidades por primera vez gobernadas por la izquierda. Y Aguascalientes no es inalcanzable, pero ahí se atrinchera el PAN.
Ya en el PRI, en el caso de Hidalgo se alcanzan a observar los primeros brotes de fragmentacion de un partido en crisis que se achica, aún no toca fondo y que termina por debilitar a la Coalición Va por México.
Por eso la estatua de AMLO derrumbada a principios de este 2022 en Atlacomulco es lo primero y quizá lo único que habrán de festejar sus adversarios durante el año, salvo que erijan otra estatua y la vuelvan a tirar.
Por cierto, el presidente se ha opuesto a que le pongan monumentos o nombren calles pues considera que la mejor manera de honrar a alguien es a través de seguir su ejemplo.
Pero lo que sucede en la oposición es un verdadero drama; querían el control del presupuesto y solo les alcanzó para derribar una estatua que nadie pidió.
¿Para qué queremos monumentos si en la Constitución ya están los programas sociales?, podría responderles AMLO.
Y si fuera por corrupción, la Estela de Luz de Felipe Calderón ya debería estar reducida a añicos. Sin embargo, perdura como símbolo para recordarnos del régimen que muchos venimos huyendo y al que no pensamos regresar.


