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Disonancias

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Magistralmente, en el libro del Silmarillion, Tolkien describe la creación de Arda (Tierra) a partir de cantos con armonías muy elaboradas por parte de los Ainur, entidades que Iluvatar — el que siempre ha estado— decidió que lo acompañaran en la totalidad, existiendo a partir de su pensamiento. Estos cánticos fueron formando las colinas, los mares, y los seres en movimiento, pero la armonía empezó a cambiar ya que uno de los Ainur comenzó a buscar la diferencia hasta llegar a la disonancia; a este Ainur se unieron otros y fue ahí donde comenzaron a aparecer las grietas, los seres oscuros y los peligros dentro de Arda.

Esto generó un espíritu de lucha entre los que buscaban la armonía y los que se salían de ella, las disonancias iban y venían dando paso a lo maravilloso de la convivencia entre el bien y el mal.

La realidad es el conjunto de todo en el cambio, por eso es que Aristóteles ubica como primordial antes que a la realidad al conocimiento, el cual sólo puede adquirirse a través de saber identificar la sustancia de cada cosa, causas y principios para descubrir así la esencia.

La ciencia humana reconoce sus limitaciones a partir del entendimiento casi nulo sobre la totalidad, sin embargo, su aportación más importante está en su búsqueda incansable de esta esencia del todo. Lamentablemente somos nuevos en esto de existir y más nuevos aún en esto de la conciencia, por eso es que a pesar de todos los esfuerzos que la ciencia realiza para explicarnos, en la poca paciencia del pensamiento humano, termina ganando en su mayoría la magia y sus descendientes más elaborados, las creencias.

Permítanse un día contar cuántas veces creen en cosas sin saberlas y será muy grande su sorpresa, permítanse dejar de creer y comenzar a cuestionarse las verdades absolutas esas que alguien les dijo que así debía ser porque algo supremo lo dijo.

Las creencias son las disonancias de la realidad, lo cual no es bueno ni malo, pero si es algo que nos aleja del entendimiento de la esencia. Y es por esto mismo que hasta este texto debe ser puesto en tela de juicio y no permitir creer en él, pero sí en la búsqueda de la esencia de este.

Las disonancias imperan en nuestros días en todo lo cotidiano comenzando por lo que el sistema ha vuelto lo más básico de todo, el dinero. ¿Que es el dinero?, ¿porqué el dinero es papel o metal?, ¿quien legitima su valor y a partir de qué?, preguntas que veo en muy pocos lados, es más, son casi inexistentes.

El dinero y todas sus aristas se han convertido en un dogma, en una disonancia de la esencia que todos permitimos en un acuerdo social pero que casi nadie cuestiona. El dinero no tiene sustancia por más oro y poder que lo respalde, porque estos dos últimos son aún más disonantes e inexplicables.

Podríamos hacer una historia muy parecida a la de Tolkien con la creación de Arda tomando el dinero como creación y nos daremos cuenta que fue gestado de manera muy similar, aunque de maneras tan rebuscadas, que buscar la esencia nos pondría en un sin fin de trampas para terminar aceptándolo sin cuestionar nada más.

Las sociedades necesitan construir un orden para su correcta convivencia, eso no se pone en tela de juicio, lo que sí debe estar en tela de juicio son las estructuras de ese orden y su manejo.

Estamos al borde de una guerra que podría escalar a dimensiones fuera de cualquier lógica, donde a la par se libra otra guerra que a mi parecer es aún peor, la mediática, y en esta delicada situación mundial estamos viendo su peor cara, tomando partido en su mayoría por ver sangre y por la destrucción, cuando su labor debería ser la cada vez más olvidada búsqueda de la paz.

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