Posterior a la votación de la Cámara de Diputados al respecto de la Reforma Eléctrica, políticas y políticos empezaron a lanzar una frase muy curiosa que decía: “Al rechazar la reforma eléctrica, GANÓ MÉXICO”. Pero en realidad ¿ganó México?.
El pasado domingo 17 de abril, se llevó a cabo la discusión de la Reforma Eléctrica donde Diputadas y Diputados expresarían ante el Pleno si la aprobarían o rechazarían. Con la presencia de 498 legisladores, tras casi 5 horas de discusión y ante la mirada expectante de miles de personas, la sesión ordinaria se desarrolló bajo un clima hostil, de manifestaciones públicas, de descalificaciones personales, pero con escasos argumentos sólidos y relevantes al respecto del tema principal.
La transmisión en vivo de la sesión de pleno rompió record, pues miles de mexicanas y mexicanos, aún a pesar de la pérdida de confianza en las instituciones como lo es la Cámara de Diputados, presenciaron la maratónica sesión esperando un debate de altura al respecto de un tema de vital importancia, encontrándose con “más de lo mismo”.
Hoy por hoy, existe una crisis en el ámbito legislativo que atiende a múltiples factores, uno de ellos, la profesionalización y la seriedad con la que las y los legisladores realizan su trabajo, pues la argumentación es uno de los aspectos imprescindibles en los parlamentos donde la convergencia de las ideas y argumentos técnico-jurídicos, deben permear frente al análisis de los temas de mayor importancia para la ciudadanía.
Al final, todas las decisiones tomadas en los parlamentos del mundo, y en específico en el seno de nuestro Poder Legislativo, impactan de manera directa en la vida de las y los ciudadanos, por ello resulta importante que los debates sean sustanciosos en cuanto a calidad, que impliquen un razonamiento lógico respecto del tema que se trate, que atienda a los beneficios o perjuicios que impliquen las adecuaciones normativas en la vida de la población, y sobre todo, que sirvan para acercar al colectivo social a la participación ciudadana que tanta falta hace en un país democrático como el nuestro.
Entonces, en el debate por la reforma eléctrica ¿quién ganó y quién perdió?, me parece que, ante las circunstancias, el oportunismo partidista destacó y sobrepasó a la verdadera defensa de los intereses de la población. Aquel día, quien ganó no fue México, fue la demagogia y los intereses partidistas para hacer de la política, un circo mediático que lo único que busca es desincentivar a las y los mexicanos de la participación y seguir demeritando la credibilidad en la clase política.
– Andrea Tovar Saavedra –