Hoy en México, como en otros países de América Latina, nos encontramos en un momento dialéctico en el que lo político repercute sobre el desarrollo económico, sin dejar de estar determinado en última instancia por él. Un momento en el que la esperanza está abriendo la puerta al porvenir.
Así se dejó ver en el más reciente encuentro del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) realizado en nuestro país. En el que más de 6,000 académicos, funcionarios públicos y luchadores sociales, de al menos 9 países, nos dimos cita en las instalaciones de la UNAM para reflexionar de manera conjunta sobre los nuevos paradigmas, métodos y teorías que nos ayuden a cumplir con nuestra responsabilidad social: la de pasar de la retórica a la práctica emancipadora.
A través del diálogo honesto y respetuoso, las y los asistentes cuestionamos los presupuestos que hay entorno a la idea de conocimiento. Y a partir del respeto a la pluralidad nos enriquecimos de la diversidad de mundos, prácticas, perspectivas, interpretaciones, y representaciones de la realidad. Elementos que nos llevan evolucionar los análisis sociales, al superar los planteamientos que reducen la representación de los sujetos sociales a meras cantidades, ignorando sus cualidades. Y que forman parte del cambio de paradigma que surge en nuestra región como un aporte histórico a la humanidad.
Con la priorización de la diferencia sobre la homogeneidad, y la superación del conocimiento estático -que supone la regularidad, sin la cual el pensamiento moderno no puede hacer sus métodos de verificación-, las y los latinocaribeños avanzamos en la búsqueda de comprendernos con una mirada propia, al margen de una razón que durante siglos nos hizo juzgarnos con juicios externos a nosotros. Muestra de que estamos superando la condición de colonización intelectual bajo la cual durante siglos se pretendió producir conocimiento desde nuestros territorios.
La recuperación de espacios políticos y académicos es una condición necesaria para combatir los patrones hegemónicos colonizadores que durante años reprodujeron la falsa idea de una historia universal única y una cultura ejemplar (la europea).
Escuchar el pensamiento de los pueblos de América y su historia es algo que durante años se nos negó, bajo la falacia de que todo pueblo colonizado por definición carece de historia, al ser ésta atributo de la “civilización” y no de la “barbarie”.
Por fortuna, estamos en un momento en el que las y los trabajadores que dedicamos nuestra vida a aportar soluciones a las problemáticas sociales, comenzamos a formularnos preguntas distintas a ¿Por qué nosotros no somos ricos, como los países del norte? O ¿Cómo alcanzamos un desarrollo económico acelerado? Cuyas respuestas iban dirigidas a la importación de modelos que no se deducían las contradicciones propias de nuestras sociedades.
Repasar la historia de la construcción de los Estados Nación de nuestra región, nos permite hacer análisis desde la matriz económico-social generadora de las condiciones jurídicas, políticas y culturales que determinan nuestras sociedades. Y aquí cabe hacer dos aclaraciones: i) El Estado no es un universal abstracto que prevalece por encima y en contra de sus miembros, sino que existe en y a través de ellos. Y como tal, si dentro de los órganos de administración estatal no hay representación popular, los intereses de las clases dominantes serán los únicos representados. ii) El nacionalismo de los pueblos latinoamericanos dista mucho de los nacionalismos europeos y estadounidense, ya que mientras los últimos tiene orígenes imperialistas, los primeros surgen de un impulso revolucionario y antiimperialista. Como ejemplo tenemos los procesos de independencia de los países latinoamericanos desarrollados en el siglo XIX y los procesos revolucionarios gestados en el siglo XX, los cuales contribuyeron a crear conciencia social en nuestra región.


