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Juan Villoro o la estupidez reveladora

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En colaboración con Ulises Castañeda (@sinsajoodi)

Los intelectuales podrían no ser la mejor manera de influir en grandes masas, por aquello de que la lectura no es una actividad precisamente preferida en la mayor parte del mundo; sin embargo, cuando se les usa políticamente esto suele formar parte de una estrategia más grande, apelando a la autoridad que un escritor o académico de gran calado ejerce cuando opina sobre algo por el simple hecho de que, se supone, tiene una mayor capacidad mental, y este supuesto puede impresionar eventualmente incluso a gente que no conoce su obra o que no lee ni en defensa propia: “En donde lo dice el escritor fulanito…”

En publicidad, el empleo de alguien famoso para legitimar un producto o servicio se llama técnica de “personalización significante”.

En propaganda política estas artimañas se extienden desde actores hasta celebridades literarias, recurriendo a la falacia de autoridad: “si lo dice el que sabe mucho, entonces no es cuestionable”. Una variante es que la celebridad hable de otro asunto en apariencia distinto, para de repente, como por casualidad, hacer mención de lo que se quiere vender. Momentos efectivos para implementar este tipo de intervenciones son las entregas de premios y reconocimientos que de manera torrencial abren hacia sus protagonistas todos los medios de comunicación disponibles, aprovechando que el laurel refuerza significativamente su prestigio ante el público acrítico. Por eso un sujeto como Juan Villoro, derechista furibundo y participante obvio de las campañas contra la 4T, esperó el aumento de los reflectores proveniente del Premio Gabo que le fue otorgado en septiembre para estallar en diatribas y clichés contra su enemigo ideológico número uno, maniobra pensada en coordinación con las áreas “ilustradas” de los poderes económicos que quieren de regreso la presidencia a como dé lugar. 

Los micrófonos del orden establecido de la “información” le llovieron generosamente, desde Proceso hasta El País, concediéndole entrevistas en las cuales hace aseveraciones que claramente tienen como blanco los lados más ignorantes y desorientados de los espectadores; de lo contrario, no se entiende que un tipo “tan capaz” pueda soltar sin vergüenza alguna tales disparates.

Dentro de la gran cantidad de columnas y textos que ya circulan desmontando el sermón de Villoro, aquí me centraré en algunos aspectos sintomáticos que, más allá del escritor, nos hablan de cosas importantes sobre los planes de la derecha en el último tramo del sexenio. 

De lo más orate de las premisas de Villoro fue la afirmación de que AMLO no es de izquierda porque sólo ha favorecido a los millonarios. Aquí el señor cruza los dedos esperando que quienes integran su audiencia no tengan ni idea de lo que sucede en México. La tensa relación del presidente con el alto sector empresarial interno y externo es cosa de todos los días. Dudo que Villoro no esté enterado de las amenazas e intimidaciones -disfrazadas de “preocupaciones” y “análisis”- que la COPARMEX y el CCE han disparado sistemáticamente contra la 4T. Tampoco parece plausible que desconozca los espeluznantes berrinches de varios de nuestros millonarios por el asunto de que ahora sí pagan impuestos, y las constantes bravuconadas corporativas acerca de que si el Estado no les regala la energía, las empresas la tomarán a punta de amparazos y juiciazos. Menos creo que ignore el cotidiano ataque de los analistas financieros de la élite sobre las bajas calificaciones del país para “estimular” las inversiones, lo cual se traduce en volver a las prácticas pripanistas de mimar hasta la devoción a los millonarios. Por supuesto que varios magnates en México se han seguido beneficiando con el modelo de la 4T; AMLO es un hombre de mercado y proclive hacia el concepto de progreso económico, pero de carácter justo y poniendo como actor prioritario a los menos privilegiados en el manejo de la economía, por medio, entre otras cosas, de los programas sociales. Esta visión incluye a la iniciativa privada como agente inevitable, sin necesariamente darle a sus cúpulas la totalidad de los beneficios como exige el credo neoliberal. La evidencia hace ver delirante la consigna de Villoro; no obstante, el que alguien que siempre ha estado del lado de la plutocracia acuse al presidente que detesta -sin fundamento ni pudor alguno- de favorecer sólo a esa plutocracia forma parte de una jugada que ensaya la derecha, en la cual el método consiste en apropiarse del discurso de justicia social de AMLO que tanto ha permeado en la población mayoritaria. Saben que la doctrina neoliberal, identificada con los partidos tradicionales del gran dinero, se halla muy deteriorada en su imagen, así que tratan de ocultarla tras un plagio de la fórmula exitosa que llevó a AMLO al ejecutivo y lo mantiene en el 70% de preferencias.  Se trata, en otras palabras, de aniquilar a la izquierda -electoral o no- para que la derecha regrese al poder presidencial y parlamentario, y prevalezca sin ser identificada como tal. Así, podemos ver ridiculeces como Jesús Silva-Herzog Márquez cuando ataca a los sexenios del PRI y el PAN que, en su momento tanto defendió, con tal de darse credibilidad e intentar arrastrar a la 4T al mismo estercolero y  restarle votos; o bien, a Viri Ríos hablar contra la disparidad social y los abusos de la clase empresarial, cuando en Twitter hay muchas huellas de su ideología reaccionaria pro-capitalismo salvaje, en defensa de lógicas de libre mercado y -de forma más o menos implícita- de sus beneficiarios  mayores; o ya de plano, a Juan Villoro reprochando a AMLO por hacer supuestamente lo contrario a lo que el novelista ha sostenido. 

Aquí es importante precisar la mención propagandística que, mediante la personalización significante, hace Villoro de Movimiento Ciudadano; arguye que ante el “dilema shakespeareano” de AMLO entre su “hija Claudia” y su “hermano Augusto”, Ebrard, al sentirse despreciado como delfín, se irá a ese partido con todo y sus juguetes…Interesante que la estrategia de left-washing o lavado de izquierda que el statu quo fascistoide de los poderes económicos está aplicando para suprimir su sucia historia en la mente del electorado, tenga como elemento relevante a MC. Lo mencionan en muchas columnas de los periódicos dominantes; el Reforma elogia a Dante Delgado y posiciona al partido como destino de los posibles “disidentes decepcionados” de Morena, tal cual lo hace Villoro en sus alegatos con la figura de Ebrard. Tampoco es casual que Nuevo León se presente como un gran laboratorio de lo que los spots de MC ya promueven como la “tercera vía”, y se imponga por la fuerza mediática a Colosio como presidenciable. Ya que Enrique de la Madrid, cada vez que pontifica en redes, es muy fácil de torpedear con el sexenio desastroso de su padre, los artífices del left-washing pretenden que en Colosio el origen paterno es impoluto y, por lo tanto, mucho más convincente. 

Más allá del penoso uso de Shakespeare para sofisticar estupideces de marketing político y predicciones facciosas, Juan Villoro, que según mi perspectiva literaria es un escritor mexicano de cuarta o menos, resulta útil a través de sus arengas para diagnosticar una táctica, tan intrincada como desesperada, de los poderes hegemónicos nacionales y extranjeros que hay que tener en cuenta. Ya nos sería más claro por qué José Antonio Fernández Carbajal -quien, con el propósito de financiar la caída de AMLO, juró multiplicar el monto de los impuestos que la 4T le obligó a pagar- es tan poderoso en Nuevo León que la “Fuerza Civil” de Samuel García se dedica más que nada a proteger sus tiendas, y por qué este millonario, quien no podría decir que AMLO se ha dedicado a favorecerlo por encima de todo, está tan enojado con la ley eléctrica y canaliza recursos a un proyecto que, por lo menos momentáneamente, implica sacrificar la reputación del PRI, PAN y PRD.

A veces la estupidez, así venga del elitismo intelectual, es reveladora.

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