Lo reconoció el propio Andrés Manuel López Obrador durante una mañanera: fue su error, de nadie más, invitar y respaldar a Lilly Téllez para que se uniera a Morena y a la Cuarta Transformación. ¿Lo mismo habría que decir sobre Ricardo Monreal, a quien AMLO empoderó como el líder del Senado de la República? Sí. Pero no es lo mismo. Su caso es más complicado.
Me explico.
De todas las versiones que hay sobre el acuerdo en 2017 entre el zacatecano y el tabasqueño, respecto a un diálogo en una gasolinera en San Luis Potosí o Zacatecas −dependiendo la fuente que se consulte−, hay una historia que podría dar claridad sobre aquella decisión de Obrador: no romper con Monreal y ofrecer así el escaño más privilegiado del Congreso de la Unión a cambio de tender puentes con la oposición. Puentes, ahora sabemos, hacia el PRI de Alito Moreno Cárdenas («brother» de Monreal), y hacia el PAN de Xóchitl Gálvez (antes, al inicio del gobierno, hacia el PAN de Rafael Moreno Valle). También tender puentes, siempre lo supimos, hacia Dante Delgado y Movimiento Ciudadano, hacia Miguel Ángel Osorio Chong y su perrito faldero Miguel Ángel Mancera del PRD, y hacia el Partido Verde de Manuel Velasco. Puentes, no pactos, menos pactos de impunidad; acuerdos, diálogo, política, mucha política, para quienes aseguran que la 4T se impuso a la mala y no sabe hacer política «de la buena».
En resumen, según esta versión AMLO no quiso romper con Monreal en 2017 y en cambio recibió de nuevo en Morena a quien pudo ser su adversario electoral, a cambio de legislar con el voto en abstención e incluso el voto a favor de distinguidos miembros de la senaduría opositora, ofreciendo el escaño más privilegiado del Congreso de la Unión a esa oposición (si no quedó claro, aquello fue a través de la figura de Ricardo Monreal, opulento cacique de Zacatecas quien presume 25 años de amistad con AMLO).
Hay que recordar que es precisamente esto lo que contesta Alito Moreno a Miguel Ángel Osorio Chong quien le reprocha estar al servicio de los intereses de Palacio Nacional: ¿cuándo votaste tú como senador priista en contra de las iniciativas de ley de AMLO y la 4T?, cuestiona Alito a Chong, el cual ante estos señalamientos sólo hace como si la virgen le hablara.
Y, a propósito, no olvidemos que esa clase política no desapareció en 2018 −contra lo que hubiésemos deseado− y fue en el Congreso de la Unión donde se refugió. Los que integran la cúpula del «McPrianrd», aquellos que fueron avasallados o rechazados en la elección presidencial y que desde 2021 se reagruparon en torno a Claudio X. González, siguen aquí. Ahí están. Las urnas no los pulverizaron, si acaso el voto detuvo su proyecto de destrucción nacional un sexenio. Y es a esa clase política a la que el senador Ricardo Monreal convoca para que lo haga candidato presidencial o, en su defecto, candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Judas solo para no vivir fuera del presupuesto
Pero en ese ambiente, bajo estas circunstancias, ¿cómo podría suponer alguien que al dialogar y al negociar con priistas, panistas, perredistas o emecistas la 4T podría recurrir, por ejemplo, a Olga Sánchez Cordero? Se necesitó de una persona que entendiera de corrupción que no deja un rastro legal, que no tuviera miedo a hablar en plata o en dinero verde, y con quien se sintieran cómodos peñistas, calderonistas o foxistas, y desde luego obradoristas; alguien como Ricardo Monreal, efectivo y a la vez dispuesto. ¿Pudo ser diferente, incólume, mejor? Supongo, pero al menos esto es lo que podemos sacar en limpio de las decisiones que tomó López Obrador a finales de 2017 y que, pudiendo corregir andando el tiempo, ratificó en 2018.
En un acto de tremendo ocio, un buen amigo quiso dotar de épica esta disposición a la infamia comparando −con Borges− a Monreal y Judas Iscariote. Salvando las diferencias, dijo Juan Javier Córdova, en ambos hay una renuncia «al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos». «Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza. Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno. Judas buscó el Infierno porque la dicha del Señor le bastaba. Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres», escribió Jorge Luis Borges.
En esta comparación en la que Monreal sale ganando o en la que Judas gobernó Zacatecas, el «abuso de confianza» fue analizado por Córdova en el siguiente comentario. «Lo anterior no habla de un acto de maldad de Judas, sino de un acto de profundo amor y humildad. Entregar a su Maestro con el único objetivo de lograr que la palabra del señor se hiciera realidad. Se trató de una traición pactada, acordada y necesaria. El texto bíblico ‘El que ha mojado su pan en el mismo plato en que yo estoy comiendo, es el que va a traicionarme’, quizá no se trató de una acusación, sino de una orden explícita». Una versión que comparten los panistas más furibundos, así como los feligreses de Frenaa: Monreal sigue a las órdenes de AMLO y sólo es un caballo de Troya en la oposición.
Sea cierta o no dicha versión, sería a partir de esta presunta «orden explícita» mediante la cual Monreal Ávila podría justificar todas sus decisiones en contra del propio López Obrador y la 4T: habla con la oposición, se suma a la oposición, vota con la oposición, busca agrupar y liderar a la oposición, porque Ricardo Monreal es la oposición dentro de la 4T, no fuera. Y nunca lo ocultó, siempre fue un opositor, y por órdenes de AMLO podría argumentar Monreal, según Juan Javier Córdova. Esa notoria desconfianza del morenismo puro y duro −Citlalli Hernández, Bertha Luján, Héctor Díaz-Polanco, Martí Batres− que ahora promueve la aspiración presidencial de Claudia Sheinbaum, también podría provenir de esto: que Monreal siempre actuó contra AMLO dentro de Morena, como alguna vez lo hizo dentro del PRD. Pues el proyecto de Monreal no es otro que llevar a Monreal a la Presidencia, tal vez pasando por la Jefatura de Gobierno de CDMX, sin importar lo que sea y a costa de quien sea; como él mismo dijo, porque «para el 2030 a lo mejor ya no existo». Y si para llegar a la Presidencia fue necesario seguir en Morena en 2017 pese a que su proyecto ya no estaba del lado de AMLO, ¿ahora sigue siendo necesario estar con AMLO?
Yo quitaría el cariz bíblico y en todo este asunto sería mal pensando, acaso colmilludo. Si en el priismo se repetía que «vivir fuera del presupuesto es vivir en el error», el monrealismo refrescaría aquello asegurando: «enfrentarme a López Obrador sería un suicidio político». Cierto, en 2017 AMLO evitó que Monreal se lanzara al vacío junto a Dante Delgado, Miguel Ángel Mancera y Alejandra Barrales. Pero despuntando el quinto año de la presidencia de Obrador no hay suicida cuya deserción impida que continúe la transformación iniciada en 2018, y el opulento cacique de Zacatecas lo sabe: el que se mueve no sale en la foto, y lejos de AMLO pernoctan los perdedores.
«No me da miedo que me pisen», dijo Manlio Fabio Monreal
En octubre del año pasado, cuando la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, anunció el descubrimiento de una conversación entre Monreal y Alito Moreno Cárdenas durante la transmisión de uno de sus «Martes del Jaguar», el senador de Morena soltó −lo traicionó el inconsciente− una frase lapidaria contra sí mismo: «estoy en proceso de muerte política». ¿Por qué López Obrador aún no le ha dado el tiro de gracia, y no lo ha corrido de Morena? Porque hasta ahora lo dejó ser, libre, solo, esclavo de sus decisiones, al punto que «salir por la puerta de atrás» −que nunca fue una opción para Monreal− luce hoy como el único camino para no dar explicaciones ante tantas contradicciones y renuncias postergadas (y ante tantas facturas millonarias con cargo al Senado de la República para auto-comprar sus libros a sobreprecio).
AMLO dejó volar tan alto a Monreal como la verborrea vendehúmos del senador se lo permitió, y también lo dejó arrastrarse tan bajo como su ambición lo condujo a las sobras de Va por México, o a la oscura esquina de los traidores de la 4T. Es verdad, lo dejó enredarse con su propia lengua y perderse en su propio laberinto. AMLO no le puso el pie, solo lo desamarró. Correrlo dotaría a su débil operación política de una causa más allá del poder por el poder, y le otorgaría una cierta legitimidad que solo, o lejos del obradorismo, nunca tendría. Lo anterior, desde luego, a partir de una victimización ante la poderosísima «nomenklatura de Morena», como bautizó a su enemigo. No hace mucho en un tweet, así describió Monreal su odisea: «Como afirmó Blaga Dimitrova: ‘No me da ningún miedo que me pisen. Cuando se pisa, la hierba se convierte en sendero’». No le da miedo que lo pisen, pero ruega al Santo Niño de Atocha que lo echen de Morena para que el absurdo en el que opera pueda resolverse a su favor.
Ser el apestado que hoy es en Morena mientras en Va por México lo ven como un infiltrado, contrasta con el icono de rebeldía que le plantó cara al tirano de Palacio desde el corazón de su movimiento y que para infortunio de Monreal se quedará con las ganas de interpretar. Por ello, su grupo poco a poco se ha ido transformando en una tribu de la campaña presidencial de Marcelo Ebrard, quien con ese objetivo no tiene reparo en recibir a conocidos «macprianistas», como lo son varios capitanes monrealistas: Néstor Núñez, Alejandro Rojas Díaz Durán, Catalina Monreal, Temístocles Villanueva, Gibrán Ramírez, Katu Arkonada y, desde luego, Sandra Cuevas. Los auténticos «huevos de la serpiente», para usar la injusta expresión que AMLO dedicó al EZLN.
Con el bastión de Zacatecas y el gobernador (su hermano) como gran respaldo estatal, nada más; sin una significativa representación en la bancada de Morena en la Cámara de Diputados (apenas un puñado de los 202 legisladores federales); con a lo sumo 10 de los 61 senadores morenistas (siendo el poderoso Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, sólo reúne la simpatía de 10 senadores); sin un partido político nacional que lo respalde en su campaña presidencial (Fuerza X México que comanda su compadre Pedro Haces nunca prendió en el país) y ante los órganos de dirección nacional de Morena con las armas apuntando contra su cara, y detrás de ellas Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum, ¿qué rompería Monreal en la 4T si se va? ¿De qué tamaño sería su ausencia? ¿Alguien se toma en serio aquella amenaza de que al irse se llevaría 10 puntos de intención de voto de Morena? No, nadie toma en serio esa amenaza, ni él, por eso mansito anunció que aceptaría el método de la encuesta al que tanto critica y denosta, y que participaría en el proceso interno de Morena, no en otro partido. Y lo peor para Monreal es que ni la oposición se lo creyó.
Sería demasiado estúpido −¡y eso que han hecho cada declaración!− que Marko Cortés, Alito Moreno o Jesús Zambrano rechacen un fichaje como el de Ricardo Monreal si el senador solicita que lo incorporen a Va por México. Pero de ahí a que le entreguen la candidatura a la Jefatura de Gobierno o a la Presidencia de la República, hay mucho trecho. ¿Qué podría ofrecer a los panistas, priistas y perredistas a cambio de dichas candidaturas que no les haya prometido ya Dante Delgado, por ejemplo? A Dante, por cierto, ya le dijeron que no, que ni en la candidatura presidencial ni en la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la alianza PRI, PAN y PRD cabe un miembro de Movimiento Ciudadano. Ahí solamente panistas, ni siquiera priistas.
Otro fracaso para Ricardo Monreal cuya negociación se estrelló contra el muro que levantó la soberbia de Dante Delgado. Pues, en su infinita candidez, ¿quién podría jurar que el poderoso dueño de la marca MC, en medio del caos por la puja entre Enrique Alfaro y Samuel García rumbo a 2024, se levantaría de su asiento y le diría a otra persona, cualquiera: «anda, siéntate en mi lugar, está calientito, los emecistas te estábamos esperando para que nos dirijas»? Desde luego que eso no va a ocurrir, y a menos que Monreal quiera sustituir a López Obrador por Dante Delgado −es decir, volver a militar en un partido con un dirigente contra el que no puede competir, ni desplazar−, pues no le queda más remedio que convertirse en cacique de la 4T: un actor local, fuerte y obsesionado con la política al que se le pasó el tren para aspirar a más; local y obsesión son las palabras clave. Puesto de ese modo, no resulta extraño que a Monreal lo llamen «el Manlio Fabio Beltrones de Morena», quiso convertirse en cabeza de ratón y encarnó en cola de león.
El chaleco salvavidas del chapulín
La candidatura presidencial como chaleco salvavidas, eso pone de manifiesto Ricardo Monreal al insistir en 2024. A diferencia de lo que afirma el analista político promedio, yo no veo decisión, aplomo, determinación en Monreal cuando habla de su aspiración presidencial, yo lo escucho desesperado. Algo como el PRD anunciando a sus candidatos presidenciales. ¿Existe aún ese partido? A punto de la desaparición (aun cuando no pierda el registro nacional en 2024), Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles hacen a un lado sus abultados expedientes criminales para concentrarse en las campañas que buscarán la supervivencia de las prerrogativas de ese instituto político que los ha convertido en nuevos ricos medrando con algo llamado «izquierda progresista».
Quiero decir, Monreal negocia desde una posición débil (si bien le va es el cuarto en las preferencias de las encuestas, cuando no anulan su nombre de las mediciones), y proyecta el desastre de su grupo político tanto dentro como fuera de Morena; intuyendo, además, que en este sexenio alcanzará la cúspide de su carrera política. Quizá no haya más. Por eso tiene puesto ya un chaleco salvavidas: su aspiración presidencial. Una aspiración que podría darle más años a su figura pública, más allá de 2024. Pero ¿hasta cuándo podrá seguir saltando, saltando, saltando?
«Que podamos hacer la diferencia entre la politiquería, la grilla, y la tarea que tenemos todos de transformar a México.
«Porque no hay que mezclar, ya cuando vengan las elecciones. Porque hay quienes nomás están pensando en eso, en cómo se encaraman en los cargos públicos para sacar provecho personal […] Ya, ¡al carajo los ambiciosos!, ¡los corruptos! Y va parejo». Cada que López Obrador condena a la grilla y a la politiquería contra la 4T, a los grilleros, entre todos toditos los aludidos elijo pensar que podría referirse a un conocido chapulín, a Ricardo Monreal, como lo llamó Adela Micha. Y, luego de todo lo dicho, si una lectora de teleprompter que hace mal análisis político y a veces buen periodismo de espectáculos te insulta en la cara llamándote «chapulín» sin una respuesta del mismo calibre, puedes certificar tu «proceso de muerte política». No hay duda.
Para terminar este ensayo, copio el fragmento de un poema de Enrique González Rojo: «para poder cargarlo/ en una sola pata/ liviano deber ser/ el sueño del flamingo». Pesado pesadísimo debe ser el sueño de este chapulín, para que su nuevo salto haya demorado más de la mitad del sexenio, y se prolongue más allá de 2024.