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Hojuelas de maíz para la Jihad

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A finales de 2021, el periodista nigeriano, escritor y fundador del medio digital West Africa Weekly, David Hundeyin, publicó una extensa investigación sobre los orígenes de Boko Haram en el norte de Nigeria: “Hojuelas de maíz para la Jihad. La historia del origen de Boko Haram” Como en muchos otros países islámicos, diversas facciones del wahabismo ‒uno de los islamismos radicales más extendidos‒, han sido alimentadas por la dinastía Saúd principalmente, así como por jerarcas, líderes religiosos y políticos de países como Argelia, Jordania, Paquistán, Libia y Emiratos Árabes, entre otros. Desde hace medio siglo, pero sobre todo a partir de 2001, han sido utilizadas también como arma geopolítica por Estados Unidos, el Reino Unido y, en África particularmente, por Francia. 

La historia de Boko Haram, el grupo terrorista islámico que se ha extendido en África occidental, es significativa porque muestra cómo el huevo de la serpiente puede ser incubado durante decenios. Procesos similares se han dado en otras latitudes, nutriéndose en los niveles más altos de las esferas teológica, económica y política, pero en sus expresiones más radicales ha estado siempre presente la mano occidental, que necesita guerreros dispuestos al martirio. 

Un proceso parecido al de Ucrania, en donde la CIA cobijó a nazis durante décadas para usarlos como punta de lanza, en la posguerra contra la URSS y hoy contra la Federación Rusa, en una extraña combinación: junto con batallones abiertamente nazis, como Azov, los hay jihadistas, como el comandado por el checheno Abdul Hakim al-Shishani, quien peleó con ISIS (DAESH) en Siria, o el bieloruso Danii Lyashuk, combatiente de ISIS entrenado por el Servicio Especial Aéreo del Reino Unido, quien, a pesar de haber sido condenado por un tribunal en Ucrania por crímenes de guerra cometidos en el Dombas, fue liberado para regresar al frente. A su muerte, este ferviente jihadista recibió una de las más altas condecoraciones del gobierno ucraniano. La pureza racial o religiosa pueden esperar si se trata de hacerle la guerra a Rusia con dinero y armas occidentales.

La doctrina fundamentalista del Corán, llevada a ley de Estado en Arabia Saudita e interpretada exclusivamente por doctores y teólogos, está basada en las enseñanzas del erudito del siglo XVIII Muhammad ibn ‘Abd al-Wahhab. En su expansión, el wahabismo saudí se cruza con el salafismo, de antiguo origen Sirio, sobre todo en su forma más radical, que tiene a la Jihad, en su sentido de guerra santa (no compartido por todo musulmán), como premisa de acción doctrinal. Las llamadas “primaveras árabes” fueron organizadas por los servicios de inteligencia occidentales, de la mano de organizaciones whahabitas, salafistas y sus derivaciones, desde Los Hermanos Musulmanes en Egipto (creados en 1928), hasta ISIS, Al Qaeda y Al Nusra hasta la Liga Musulmana y Boko Haram. El asesinato de Gadafi en Libia fue realizado por combatientes salafistas, mientras la OTAN bombardeaba el país.

La historia que cuenta Hundeyin comienza en 1955 cuando Abubakar Mahmud Gumi, un joven estudioso del Corán, hace su primera peregrinación a La Meca, donde se relaciona con Ahmadu Bello, entonces Primer Ministro de Nigeria, y con el poderoso rey Saud, con quienes comparte su visión doctrinaria de corte radical. Traductor del Corán al hausa (principal lengua en Nigeria y buena parte de África occidental) recibe apoyo financiero y político de Arabia Saudita, lo que le permite construir un movimiento doctrinario que adquiere poder e influencia crecientes en el norte de Nigeria, el llamado Movimiento Izala o JIBWIS (Jama’atu Izalatil Bid’ah Wa Iqamatus Sunnah, Sociedad de Eliminación de la Innovación y el Restablecimiento de la Sunnah).

En 1978, el jeque Ismaila Idris, alumno avanzado de Abubakar Gumi, se hace cargo del movimiento. Con sede en la ciudad de Jos, nos dice Hundeyin, “esta organización se convertirá en el organismo islámico más influyente de Nigeria durante las próximas décadas. Sus miembros se convertirán en algunos de los imanes y clérigos más venerados de Nigeria. Alcanzarán altos rangos en las Fuerzas Armadas de Nigeria. Formarán parte del Consejo Ejecutivo Federal”.

Desayuno con Boko Haram

El primer indicio de cómo el poder religioso se vincula al poder económico, lo encontramos en una carta escrita en 2006 por el Representante Permanente de Nigeria ante las Naciones Unidas, Aminu B. Wali, dirigida al Presidente del Comité contra el Terrorismo, en la que se asienta que una corte nigeriana confiscó los bienes y cuentas de tres personas por financiar el terrorismo. El primero es Ahmed Idris Nassreddin, del que hablaré más adelante.

La misma carta da cuenta de las actividades terroristas realizadas desde el año 2002 por dos personajes. Uno de ellos, es Yakubu Musa Kafanchan, miembro fundador del Movimiento Izala, actual presidente de su consejo directivo y presidente del capítulo JIBWIS del estado de Katsina (norte de Nigeria). Es un clérigo islámico muy respetado, cercano al ex Presidente Muhammadu Buhari y amigo personal de Isa Ali Pantami, hasta mayo pasado Ministro de Comunicaciones y Economía Digital de Nigeria.

La otra persona es Alhaji Shahru Haruna, también miembro activo de JIBWIS pero con ligas a otra organización, el GSPC, “Groupe Salafiste pour la Prédication et le Combat” (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate). De ella, Hundeyin refiere: “ es una organización terrorista salafista ilegal con base en Argelia y afiliada a Al-Qaeda y los talibanes. Se especializa en brindar capacitación, financiación y apoyo a islamistas y combatientes yihadistas de todo el mundo, utilizando una vasta red global de contrabandistas, blanqueadores de dinero y rutas de escape (ratlines en inglés)”. Este grupo es responsable de los atentados terroristas en 2011 contra la iglesia católica de Santa Teresa de Madalla, en las afueras de Abuja (capital de Nigeria), y de las que le siguieron en Jos, Gadaka y Damatru, todas contra la comunidad católica y bajo la bandera de la jihad islámica.

A pesar de su historial terrorista, el señor Haruna no sólo goza de total libertad, sino que en 2020 se le autorizó operar una Oficina de Cambio (BDC). En septiembre de 2021 el gobernador del Banco Central de Nigeria, Godwin Emefiele, afirmó, según el periodista Hundeyin, que “una parte importante de los dólares comprados por los operadores de las Oficinas de Cambio en Nigeria se destina a la importación ilegal de armas”. El funcionario agregó: “Ya sea Boko Haram, secuestros y todo tipo de actividades nefastas, los BDC toman el dólar de nuestro país y lo venden a la gente para que vaya a comprar armas y municiones para venir y hacernos daño”.

Párrafos atrás mencioné el nombre de Ahmed Idris Nassreddin. Se trata del fundador del Grupo NASCO, una de las mayores empresas nigerianas, un emporio que inició con cereales para el desayuno y hoy abarca hasta empresas energéticas, asentado en Jos, la misma ciudad de origen del Movimiento Izala. Nassreddin, fiel seguidor del maestro Abubakar Gumi y promotor de Izala, fue señalado por los Servicios del Departamento de Estado de Nigeria por utilizar a sus empresas para lavar dinero y financiar a grupos terroristas; varios de sus activos fueron asegurados. De acuerdo con la carta referida, fue acusado también por el Departamento del Tesoro norteamericano bajo el mismo cargo. 

Sin embargo, en 2007 inusitadamente llega a un acuerdo con el gobierno y se limpia su nombre. El gobierno norteamericano tampoco procede en su contra. Su imperio económico queda en manos de su hijo y muere impune en 2021 en su mansión de Roma, Italia., Mientras tanto, Boko Haram, el GSPC y otros grupos terroristas se extienden por África, alimentados por los cereales que desayunan diariamente millones de africanos. En palabras de David Hundeyin: 

“Boko Haram es un desarrollo lógico que surge del surgimiento del Islam político en Nigeria, con sus raíces en el salafismo, popularizado por Abubakar Gumi y sus herederos ideológicos. Es imposible divorciar el uso que hizo Abubakar Gumi del dinero saudita y el adoctrinamiento wahabí en la década de 1970, de la adopción de la ley Sharia en el norte de Nigeria, el ascenso de violentos salafistas como Abubakar Shekau e Isa Pantami, y el eventual inevitable levantamiento masivo contra el Estado nigeriano, que tendrá lugar en el norte”.

En Nigeria no se ha dado aún el levantamiento que auguraba Hundeyin, sino lo contrario: en 2023 sube a la Presidencia, mediante un fraude masivo, Bola Ahmed Tinubu. No se le conoce a Tinubu por su fervor religioso, sino por haber sido un próspero traficante de heroína en Chicago, quien, cobijado por la CIA, fue a dar a la Presidencia del gobierno de Nigeria. De nuevo, una extraña simbiosis: a los poderosos clérigos radicales que controlan buena parte del poder político, económico y militar de Nigeria no les resulta incómodo convivir con un “impuro” traficante de drogas, un fervor harto selectivo, como en Ucrania.

El levantamiento sería más al norte, en Níger, como poco antes en Chad, Burkina Fasso, Mali y, más recientemente, en Gabón, países envueltos desde hace años en la violencia jihadista que, por cierto, nunca ha atacado a las múltiples bases militares occidentales esparcidas por toda África. Las organizaciones radicales que hacen de la jihad una “guerra santa”, en realidad son un arma del neocolonialismo occidental para proteger sus intereses en los países musulmanes. Contra esta forma de expolio, destilada durante largo tiempo, brutal y salvaje, se levantan los pueblos africanos.

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