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Nabka, la nueva Shoa

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A lo largo de la historia, las comunidades judías ha sufrido incontables abusos, exilios y matanzas, cometidas principalmente por europeos católicos y cristianos. Tan temprano como 1182, el rey Felipe Augusto de Francia confiscó sus bienes y los expulsó del reino, cosa que seguiría sucediendo hasta finales del siglo XIV mediante sucesivos decretos reales. También fueron expulsados de Inglaterra en 1290 por Eduardo I y, por supuesto, de la piadosa España en 1492, de donde muchos salieron hacia el Imperio otomano. En Ucrania, a mediados del siglo XVII, durante la rebelión de Jmelnitski contra la Mancomunidad Lituano-polaca, los judíos también sufrieron persecusión y muerte. De la Rusia zarista viene el término “pogrom” o pogromo, que significa “causar estragos, demoler violentamente”, para referirse a los ataques violentos contra comunidades judías y gitanas que se generalizaron hacia el siglo XIX y se hicieron a escala industrial -capitalista- con el ascenso del nazismo y su avance al este. La Enciclopedia del Holocausto explica la palabra pogromo así: 

“Históricamente, el término se refiere a ataques violentos por parte de poblaciones no judías contra los judíos en el Imperio Ruso y en otros países. Se cree que el primer incidente que se registra como un pogromo es un disturbio antisemita en Odesa en 1821. Como un término descriptivo, pogromo comenzó a emplearse con un uso extensivo para referirse a los disturbios antisemitas que arrasaron Ucrania y el sur de Rusia entre 1881 y 1884, tras el asesinato del zar Alejandro II.” https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/pogroms

En su relatoría de los pogromos y el antisemitismo, la Enciclopedia no da cuenta de ninguna masacre cometida por pueblos musulmanes. Por el contrario, fueron árabes, persas, turcos y palestinos quienes les brindaron refugio y asilo antes, durante y después de la IIGM. Da cuenta, por ejemplo, de la “Noche de los cristales rotos”, Kristallnacht, entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, después de anexión de Austria y de la aprobación de las “leyes raciales” antijudías. Describe, también, como los escuadrones de la muerte nazis (Einsatzgruppen) durante la Segunda Guerra Mundial realizaron pogromos masivos en varias repúblicas de la entonces Unión Soviética, particularmente en Polonia (Bialystok, Volinia), Letonia (Riga), Lituania (Kovno), Rumania (provincia de Moldavia) y Ucrania (Leópolis). 

Polonia, por ejemplo, acusa a Jaroslav Hunka de haber participado en la masacre de Volinia como miembro del Batallón Galitzia de las SS nazis. Hunka es amigo de la viceministra canadiense Christya Freeland y hace unas semanas fue ovacionado de pie por Justin Trudeau y el Parlamento en pleno, junto con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky. 

A pesar de esta historia, tan reciente que aún siguen vivos muchas víctimas y victimarios, Israel le vende armas a Ucrania, recibe el apoyo incondicional de gobiernos europeos de extrema derecha, de pasado nazi, como el de Lituania o Finlandia, y “tolera un poco de nazismo” del Batallón Azov, el icónico cuerpo militar que abiertamente enarbola la bandera y los postulados nazis, pero que recibe entrenamiento y armas israelíes. En 2022, Israel proporcionó a Ucrania, a través de Estonia, el sistema de misiles Blue Spear para ser desplegados en el Mar Negro y el Mar Azov contra Rusia, país que derrotó al nazismo y liberó a miles de judiós de su destino mortal. 

Gaza o la catástrofe

Parece increíble que las víctimas y sus herederos sean hoy los victimarios. Sobre el Holocausto, uno de los mayores horrores de la historia moderna, se ha construido la justificación ideológica y moral de un nuevo genocidio: el genocidio del pueblo palestino. El sionismo hizo del judaísmo la víctima casi única de la Segunda Guerra Mundial y ha sido el símbolo de lo atroz desde entonces. Sin embargo, olvidamos que 9 millones de alemanes murieron, Rusia perdió 27 millones de vidas humanas y China entre 35 y 50. Olvidamos que los “subhumanos” incluían no sólo a judíos, sino a eslavos y gitanos. Sin duda, toda guerra es horror, pero el proceso que condujo a los campos de concentración le otorga un grado mayor, único, al exterminio en masa de una población identificada específicamente como judía, aunque fueran ciudadanos polacos, alemanes, franceses, ucranianos o checos.  

El sionismo es la ideología dominante en la historia del judaísmo sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Para la ortodoxia judía el sionismo traiciona al judaísmo en su esencia. De una religión de paz se convirtió en un proyecto político, racista y excluyente. Para el sionismo, el judaísmo es una nacionalidad, lo que pervierte el fondo de su sentido religioso y el de la Diáspora, entendida más como un mandato para que el judaísmo se extienda por el mundo y lleve un mensaje de paz. El deber de todo judío es ser buen ciudadano ahí donde radique. La creación de un estado judío va en contra de la enseñanza de la Torah, máxime si se contruye con violencia, como fue planteada y ejecutada.

Desde su concepción formal hacia finales del Siglo XIX, que apelaba más al retorno, al fin de la diáspora sin el componente central del odio al árabe, hasta el sionismo contemporáneo cuyo discurso y acciones contra los palestinos no difieren del discurso más radical del nazismo que condujo al Holocausto, se fue concibiendo el plan de colonización de palestina, cada vez con mayor contenido de odio y pureza racial. En los escritos originales del sionismo, sobre todo el de Theodor Herzl, El Estado judío y en el Congreso de Basilea en 1997, se plantea que el anhelado estado judío exclusivo podría instalarse en Argentina, Uganda u otros lugares, incluyendo a Rusia, en donde el Zar veía con buenos ojos la posibilidad, sobre todo por los recursos financieros con que contaba la comunidad judía. Palestina fue considerada posteriormente y una vez elegida como destino, el sionismo operó a todo el mundo para hecerlo posible sin importar los medios utilizados. Está documentado que la policía zarista y sionistas radicales organizaron pogromos con el fin de ejercer presión sobre el judaísmo y forzarlos a sumarse al sionismo y su proyecto de estado exclusivo de pureza judía. Hay quienes sostienen que el pasquín Los protocolos de los sabios de Sión fue escrito y divulgado por los mismos sionistas para alentar los pogromos y el miedo entre judíos que abrazarían el sionismo como salvación. 

En los planteamientos originales del sionismo, Palestina no sólo no era considerado como destino atractivo y viable. Sionistas alemanes con mucha influencia en sus comunidades rechazaban abiertamente esa posibilidad e, incluso, acusaban al movimiento sionista de engañar a los judíos de Europa y de responder a los intereses de banqueros ingleses. Durante los primeros años del siglo XX ni el sionismo, como doctrina racista y violenta, ni la idea de trasladarse a Palestina, parecían contar con mucha aceptación entre el judaísmo europeo. 

La exacerbación del antijudaísmo hizo que esta opción fuera cada vez más aceptada, al mismo tiempo que se construía la justificación de la tierra prometida, de la tierra dada por la divinidad al pueblo elegido. Así se dictó la sentencia de muerte al pueblo palestino, que pasó de la dominación otomana al protectorado inglés y de ahí a la ocupación armada y la expulsión de sus habitantes originales a manos de judíos europeos. Cerca de un millón de Palestinos fueron expulsados a sangre y fuego por el ejército inglés a campos de refugiados dentro de Palestina, principalmente en Gaza, y a países vecinos.

Los judíos “subhumanos” de los años treintas en Europa pasaron a ser los palestinos “animales”, sin más, en la tierra ocupada. La solución final de los campos de concentración es hoy el fósforo blanco y los misiles hiperbáricos lanzados sobre el mayor campo de concentración de la historia: la Franja de Gaza. 

La sociedad israelí, y buena parte del judaísmo disperso en el mundo, perdió la brújula moral de su enseñansa humanista y generosa, y la sustituyó por un nacionalismo racial-religioso feroz e inmisericorde. Uno de los rabinos sionistas de Tel Aviv prohibe la compasión a los bebés palestinos y reclama el derecho divino al exterminio. Netanyahu afirmó que Hitler no quería exterminar a los judíos pero fue convencido por el mufti de Jerusalem, Al Husseini, con quien efectivamente se reunió. Esta es una de las afirmacion más brutales que un judío puede expresar sobre Hitler y el nazismo, porque pretende culpar a un pueblo pobre y miserable del horror del Holocausto y justificar, así, su exterminio. El sionismo no busca justicia sino venganza, no sobre quienes los asesinaron en masa, sino contra un chivo expiatorio, inocente y oprimido.

Lo dice la cabeza del sionismo más feroz, pero no menciona, por ejemplo, el Acuerdo Haavara, que la Federación Sionista de Alemania firmó con Hitler a través de Adolf Eichman, mediante el cual se facilitaría la emigración de judíos ricos a Palestina. Este acuerdo, vigente desde 1933 hasta 1939 permitió a entre 60 mil y 80 mil judíos trasladarse a Palestina, a donde llegaron con capital y acceso a materiales, bienes e insumos de origen alemán, comerciados a través de un conglomerado empresarial judío alemán, que entre otras cosas producía el Zyklon, un pesticida usado en la producción de cítricos que, modificado, se convirtió en Zyklon B, gas letal usado por los nazis. Goebbels acuño una moneda conmemorativa muy sugerente al respecto.

“Un nazi viaja a Palestina”
Moneda acuñada por el Tercer Reich y entregada a los judíos que emigraban a Palestina

El Tercer Reich tiene, pues, un pie en el nacimiento del estado de Israel. El historiador español Iván Gómez Avilés sostiene que entre el 40% y 60% del capital en la Palestina de los años 30 tenía origen en el capital transferido mediante el Acuerdo Haavara, lo que les dio prosperidad a los judios por encima de la pobreza y exclusión de los palestinos

Sin duda, el Acuerdo de Haavara permitió salvar miles de vidas, por lo que muchos judíos intentaron arroparse bajo su protección, pero lo cierto es que el sionismo de entonces también consideraba a los judíos pobres como desechables y millones fueron dejados a su suerte. Recordemos, también, que miles de judíos que huían del nazismo fueron rechazados por varios países europeos y regresados a Alemania, mientras que Irán, por ejemplo, recibió a cientos de niños huérfanos, polacos judíos, los llamados “Niños de Teherán”. Aún hoy, viven miles de judíos en ese país, tan vilipendiado por la propaganda judía y occidental.

Netanyahu tampoco habla de cómo Hamas, surgido de la Hermandad Musulmana egipcia, utilizada por occidente en las “primaveras árabes”, pero financiada secretamente los servicios de inteligencia ingleses y norteamericanos y el sionismo radical que se oponía totalmente a la posibilidad de un estado palestino. El periódico Hareetz de Israel ha dado cuenta de cómo Hamas ha ido tomando fuerza gracias al sionismo, que lo apoyó y financió para convertirse en fuerza política y gobernar la Franja de Gaza. La estrategia sionista, en boca de Netanyahu, se justificó como una manera de controlar a los palestinos, por un lado, y, por otro, minar el poder e influencia de la Organización para la Liberación de Palestina de Yasser Arafat, quien había logrado los únicos acuerdos de paz entre judíos y palestinos para avanzar en la solución de dos estados. Las protestas pacifícas en Gaza de hace unos meses fueron reprimidas por la autoridad de Hamás en Gaza con particular saña. La paz es contraria a los intereses sionistas y sus aliados.

Hoy, a más de 70 años del Holocausto vemos un nuevo holocausto, una nueva catástrofe, aun más atroz que la de 1948 cuando arribaron por la fuerza cientos de miles de europeos judíos; aún más atroz que los bombardeos sionistas sobre Gaza de 2014 y 2021. Los émulos de Hitler son hoy los sionistas radicales que han usurpado el judaísmo para cometer una nueva Shoa: la Nakba palestina.

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