En una escena digna de guion cinematográfico, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rompió el hielo con un aplauso al recibir al mandatario ruso, Vladimir Putin, en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, Alaska.

Frente al rugido de aviones militares estadounidenses —incluidos cazas y un imponente bombardero furtivo B-2— ambos caminaron sobre la alfombra roja, intercambiaron un firme apretón de manos y posaron para las cámaras. Ninguno respondió a las preguntas de la prensa, pero el gesto y el escenario hablaron por sí solos.

Entre la frialdad del aire ártico y la tensión geopolítica, el instante quedó marcado como una postal que resonará en titulares y análisis por mucho tiempo.
En la fría pista de Alaska, Donald Trump y Vladimir Putin sellaron un gesto que resonó mucho más allá del protocolo. Las manos de los líderes de Estados Unidos y Rusia se encontraron en medio de un mundo todavía marcado por la guerra en Ucrania. El encuentro se dio como parte de una escala estratégica en Anchorage, antes de sostener conversaciones a puerta cerrada sobre seguridad internacional, el conflicto en Europa del Este y las frágiles relaciones bilaterales, en un momento en que las potencias parecen tantear un nuevo equilibrio global.

ALASKA EN LLAMAS: Trump Y Putin se juegan el futuro de la guerra entre Rusia y Ucrania