Por Yarima Merchan Rojas /@Yarigui y Santiago Botero Sierra / @sboteros
(25 de mayo, 2014).- Colombia lleva a cabo hoy uno de los procesos electorales más importantes en los últimos años. Desde el lanzamiento de los candidatos al Senado y a la Cámara, hasta los elegidos para las candidaturas a la presidencia, la jornada electoral ha presentado tropiezos, escándalos y falta de debates serios sobre los problemas del país; todo esto en el escenario complejo que plantea el proceso de paz con las guerrillas colombianas.
La posibilidad de una salida política negociada al conflicto social y armado que se vive desde la década de los sesenta es el tema fundamental de las elecciones. El proceso de paz en La Habana llevado por Juan Manuel Santos (candidato a la reelección) y las insurgentes FARC-EP está respaldado por una élite urbana tradicional que requiere el fin del conflicto para intensificar sus proyecciones económicas y de explotación minera. La élite terrateniente presente en vastas regiones del país (en muchos casos en alianza con los grupos contrainsurgentes de extrema derecha autodenominados paramilitares) en cabeza del expresidente Álvaro Uribe Vélez, ha sido opositora del proceso de paz. Primero, porque la guerra les ha dado mayores réditos, también porque la paz amenaza la tenencia de grandes latifundios y los usufructos del negocio bélico que controlan. Uribe, pese a su alianza inicial, es hoy el principal opositor de Santos. Sectores populares y partidos políticos de izquierda apoyan la solución negociada al conflicto, pero han estado excluidos del proceso por la forma cerrada en que se ha llevado a cabo. Las principales organizaciones insurgentes, FARC-EP y ELN (este último, que entrará en otro momento de la negociación), parecen tener la voluntad política para en la negociación (anunciaron un alto al fuego unilateral durante la jornada electoral). Recordemos que su táctica tradicional ha sido la de sabotear los procesos electorales en las regiones donde tienen influencia.
Ahora bien, quiénes son las candidatas y los candidatos para estas elecciones 2014, ¿cuáles son sus patas (cojas)?
-Por la izquierda: Clara López Obregón, apoyado por colectivos ciudadanos y algunos progresistas.
-Santismo: Juan Manuel Santos, apoyado por élites urbanas tradicionales, por un sector de los Progresistas y por ciudadanos que quieren la paz y consideran que es el único que puede alcanzarla.
-Uribismo: Óscar Iván Zuluaga, apoyado por élites terratenientes, militaristas, sectores paramilitares, opositores al proceso de paz, y por “debajo de cuerda”, candidatos sin opción real de pasar a segunda vuelta (Enrique Peñalosa y Martha Lucía Ramírez).
-Voto en blanco. Con una fuerza electoral nunca antes vista.
Clara López Obregón.
Adscrita al Polo Democrático Alternativo. Se podría decir que es una izquierda que se quedó corta, que no es vista como alternativa por varios sectores en estas elecciones. Si bien se jugó una carta importante al vincular a Aída Abella (representante de la UP, partido político cuyos miembros fueron exterminados por grupos paramilitares), no logró coquetear lo suficiente con sectores del Partido Verde, del Movimiento Progresista (liderados por el alcalde de Bogotá Gustavo Petro) y con colectivos ciudadanos que optaron por el voto en blanco dentro de sus discusiones internas. El caso de los progresista fue significativo, la desmedida destitución del Alcalde Petro por parte del procurador (encargado de procesos disciplinarios contra funcionarios públicos) con el aval del Presidente Santos logró cierta unificación de sectores de izquierda, que se pensaría apoyarían a López. Sin embargo, tras rasposas discusiones dentro del progresismo un sector de éste decidió apoyar la candidatura de Santos, mientras que otros se inclinaron por el voto en blanco.
Clara López es fuertemente respaldada por Jorge Robledo, el senador más votado del país, fuerte opositor al TLC, quienes además tuvieron un acercamiento en el 2013 con los líderes del Paro Agrario. Dentro de las propuestas de López están el cambio en el modelo económico que prima lo nacional sobre lo internacional; la recuperación del agro y su industrialización, dentro de un marco de justicia social y equidad. En los debates manifestó su respaldo a las negociaciones de la Habana y la continuidad del proceso de paz.
Óscar Iván Zuluaga
El candidato del Centro Democrático, del uribismo (el logo de su partido es una dibujada imagen de Álvaro Uribe Vélez con la mano en el corazón), realza en su campaña la importancia de la relación con el ahora Senador, habla en plural, del equipo del que forma parte con Uribe. Este vínculo arrastra, además de las políticas bélicas de Uribe, los faltos de justicia casos de falsos positivos (ciudadanos asesinados en estado de indefensión por el ejército y presentados como guerrilleros) y las chuzadas, la continuidad de la llamada “seguridad democrática”.
Su cierre de campaña se vio comprometido por un escandaloso video que lo pone en una difícil situación de espionaje ilegal y saboteo al actual proceso de paz adelantado en La Habana.
Fuertemente criticado por su devoción al uribismo, retoma el trasnochado discurso de autohalago, del “echado pa’ elante”; del sectarismo que separa a “los colombianos de bien” de “los terroristas”. Reduciendo el problema histórico de la violencia al bando de los “buenos”, que sí tienen derecho a matar a los “malos”.
Sobre el asunto del hacker Andrés Fernando Sepúlveda Ardila, miembro activo de su campaña, sus respuestas parecieran responder a la aparición filosófica del Genio maligno de Descartes, una figura desconocida que quiere hacerle daño y meterlo en situaciones comprometedoras. Sin asumir ninguna responsabilidad política o legal de sus acciones ni las de su compañero de equipo, Álvaro Uribe Vélez. Sobre Venezuela promete también reactivar las novelas del “mal vecino”, en uno de los debates presidenciales comentó: “no aceptaré terrorismo en Venezuela”, también habló de la necesidad de implementar “medidas de choque para afrontar los problemas fronterizos”. Por su lado, la activa cuenta tuitera de Uribe, respalda a su candidato con tuits como: “Por la Z para que la S no entregue Colombia al Chavismo”.
Juan Manuel Santos
Actual presidente de Colombia, candidato del Partido de la U (fundado por el uribismo) tomó como principal bandera electoral la búsqueda de la paz en el proceso de negociación en La Habana. Ha sido fuertemente criticado por “lucrar” políticamente con este proceso, mientras que en su gestión ha cerrado los ojos ante problemáticas puntuales de la población colombiana, como en el Paro Agrario del 2013, en donde se dieron fuertes situaciones de represión y violencia contra el campesinado colombiano, que empezaron con la negligencia de decir que: “el tal paro no existe”, mientras que miles de campesinos salían a las calles del país a exigir una reforma agraria, respeto a sus semillas y condiciones dignas para el campo. Además de su gestión, otro punto débil de su campana ha sido el basarla en responder a los ataques de su ex compañero de trabajo (Álvaro Uribe), quien en diversas ocasiones lo ha acusado de recibir dineros del narcotráfico a través de JJ Rendón (quien también ha trabajado en campanas mexicanas). En uno de los debates, Santos fue cuestionado sobre su traición al uribismo, a los que se refirió: “No. Yo traicioné la corrupción, las chuzadas y el amiguismo con el paramilitarismo”. Acusó a su antes amigo y jefe de ser amigo de los paramilitares, de conspirar contra la paz y de ser un mentiroso compulsivo. Más que argumentos, son estos ataques de ida y vuelta los que han marcado la campaña electoral. Santos también tiene otra marca en su pasado, la total indiferencia con los abusos y mafias de Víctor Carranza (empresario esmeraldero vinculado con el paramilitarismo) en Boyacá, Pasto, Cundinamarca y Meta.
Enrique Peñalosa
Exalcalde de Bogotá (apoyado en su momento por Álvaro Uribe Vélez), entra esta vez a la arena electoral con un discurso incluyente, de bienvenida la izquierda y la derecha, presentándose desde una esquina alejada de “los políticos” como si estuviera en un lugar lejano a los que, como Zuluaga, tienen que responder a intereses de otros y no de la ciudadanía. Peñalosa le apuesta a la inversión privada y a políticas de corte neoliberal.
En el 2007, apoyado por el uribismo y los liberales, fue candidato a la presidencia de Bogotá. Después se incorporó al Partido Verde. Su carrera política tuvo acercamientos con el ahora senador Uribe y el partido de la U (del que hoy es candidato Juan Manuel Santos), mismos que han sido criticados y han traído fracturas al Partido Verde. Peñalosa ha sido un fuerte opositor de la gestión del Alcalde de Bogotá Gustavo Petro. A pesar de esto, en el 2013 con la alianza del Partido Verde y los Progresistas se integra la Alianza Verde, sector que punteaba Antonio Navarro Wolff. En el 2014 y tras el retiro de Wolff, ganó la consulta interna y se convirtió en Candidato a la presidencia por ese sector.
Marta Lucía Ramírez.
Candidata por el Partido Conservador. Ex ministra de comercio exterior, ministra de Defensa durante el primer periodo de presidencia de Álvaro Uribe Vélez. En el 2006 senadora por el Partido de la U, renunció a dicho partido en el 2009 por inconformidades dentro del mismo y se vinculó al partido conservador colombiano. En su paso por el partido de la U tuvo riñas con el hoy presidente Juan Manuel Santos, ya que ambos pretendían ser los candidatos a la presidencia por ese sector. Fue elegida por una convención conservadora que fue demandada por un sector del partido que quería apoyar a Santos, por lo que su campaña empezó más tarde que los demás candidatos.
Ramírez recupera la “seguridad democrática”, asumida como ministra de defensa de Uribe, como una de sus principales banderas.
Martha Lucia Ramírez y Enrique Peñalosa difícilmente obtendrán suficientes votos para pasar a segunda vuelta.
Voto en blanco
El voto en blanco se plantea como fuerte opción por varios sectores de izquierda que lo impulsan en un intento de lograr la mayoría en la primera vuelta para que las elecciones sean repetidas con nuevos candidatos. Gracias a fallos recientes, este voto ha retomado mayor importancia y se presenta como una opción real, lo que conllevaría un debate jurídico importante sobre la interpretación de estas decisiones.
Los colombianos llegan a estas elecciones en medio de un ambiente político polarizado y lleno de escándalos. Por una parte, al iniciar mayo, fue capturado el hacker Andrés Sepúlveda acusado de espionaje y saboteo al proceso de paz en La Habana; posteriormente se conoció que este individuo trabajaba en la campana del candidato Óscar Iván Zuluaga y un video demuestra que se reunió, al menos una vez, con él para recibir información ilegal de inteligencia y coordinar campañas contra el proceso de paz. Pese a las evidencias, el candidato no ha explicado claramente este vínculo, ha insinuado que su campaña fue infiltrada para deslegitimarla y que el video puede estar adulterado. Aún con la gravedad de las acusaciones, el Senador Uribe Vélez no ha presentado ninguna prueba a la Fiscalía (equivalente colombiano de la Procuraduría) ni justificado sus denuncias en las ocasiones que ha sido citado para hacerlo. El fantasma de este último aparece como algo transversal a todos los candidatos: por haber formado parte de su equipo en sus dos periodos de gobierno (Juan Manuel Santos, Marta Lucia Ramírez), por recibir su apoyo electoral (Enrique Peñalosa), sostener relaciones sentimentales con él (Clara López) o ser su extensión política (Óscar Iván Zuluaga). Esta serie de escándalos y acusaciones mutuas han sido el principal tema de interés en los medios y ha ocasionado que los colombianos acudan a las urnas este domingo con un fuerte desconocimiento de las propuestas y programas de gobierno de los candidatos en contienda.
Adicionalmente, la contienda electoral ha estado marcada por manifestaciones populares de descontento con el modelo económico implementado en Colombia por parte de las élites gobernantes. Por una parte, el abandono tradicional del campo, la carestía de los insumos agrícolas, la miseria en la que vive una amplia proporción de la población, la exposición del sector por cuenta de los Tratados de Libre Comercio impulsados desde la década pasada. El incumplimiento gubernamental de acuerdos previos conllevaron también a la convocatoria de un nuevo Paro Agrario, Campesino, Étnico y Popular a principios del mes de mayo, en el cual participaron amplios sectores campesinos y fue respaldado por camioneros y otros sectores urbanos. Así mismo, sucedió con el magisterio que entró a paro pidiendo mejores condiciones. La oposición al modelo de explotación minera y petrolera a gran escala por parte de las comunidades afectadas (en sus recursos hídricos y naturales) se ha cuestionado y rechazado por la mayoría de la población en consultas populares y debates jurídicos sobre la legalidad o el alcance de las mismas. En medio de ello, la tragedia en una mina ilegal en el Cauca a finales de abril que dejó decenas de muertos y la sequía que afrontó una de las principales zonas petroleras del país (Casanare) en abril han hecho que el tema tome relieve. Es en esta atmósfera de falta de alternativas reales, de condiciones que garanticen un verdaderos proceso democrático, y de respuestas gubernamentales a las necesidades básicas de la población, donde hoy se celebra la jornada electoral.