La historia de Lionel Messi es digna de una película, de aquéllas que tienen mucho tinte dramático, pero que terminan con un final feliz. No es para menos. Cuando apenas tenía nueve años, le diagnosticaron problemas de retraso en su crecimiento, lo que casi truncó su futuro deportivo. Ya en aquella época le apodaban “la pulga”. En Argentina, su padre no consiguió apoyo del club donde el pequeño, de 1,27 metros, ya demostraba su destreza con la pelota. Ningún otro equipo quiso hacerse cargo del costoso tratamiento, así que decidió emigrar a España a buscar mejores oportunidades para su familia y costear el tratamiento del pequeño. Fue en el club Barcelona donde Lionel volvió a demostrar sus habilidades y el equipo asumió el riesgo de financiarle el tratamiento. Hoy, el que es considerado el mejor jugador del mundo, mide 1,70 y, si bien no es de los más altos de su equipo, logró crecer lo suficiente como para jugar de manera profesional y consagrarse a escala internacional.
