(21 de junio, 2016, TRESPUNTOCERO).- “Nadie es indispensable y nadie es imprescindible”, afirmó Jesús Ortega, ex presidente del PRD y cabeza de la corriente Nueva Izquierda (NI), al notificar, anticipadamente, la renuncia de Agustín Basave Benítez a la dirigencia del PRD. Ante el madruguete, el mismo Basave hizo pública su decisión afirmando que “Es complicado continuar en la presidencia porque ni por cultura política el PRD está preparado a una presidencia como la mía. Cuando no se tiene la mayoría no se puede gobernar”.
Interesante afirmación a partir de la cual se puede inferir que Basave se reconoce a sí mismo como un socialdemócrata y que, en función de eso, coloca al PRD muy alejado de esta postura ideológico-política, como un partido más de corte caudillista, aunque sin caudillos y fragmentado por los intereses pragmáticos de las reconocidas corrientes, también llamadas “tribus”.
Lo anterior es confirmado por Ortega quien mencionó, al comunicar la renuncia del presidente del PRD, que “una de las tareas más importantes para Nueva Izquierda, (la corriente que encabeza junto con Jesús Zambrano, el otro “Chucho”) es reorganizarse en el país para que ‘recuperemos, porque la hemos perdido, la condición de primera fuerza política en el PRD y la hegemonía, porque en la medida en que nosotros tengamos la mayoría en el consejo nacional en esa medida podremos evitar los errores de hace cinco años’ (…) Además de convertir al PRD en ‘fuerza determinante e influyente’”.
En su declaración se observa lo que podría ser la razón fundamental de la separación de Basave, a saber, los intereses sectarios de NI, que no concibe al PRD como un partido donde las diferentes corrientes puedan acceder a la presidencia de dicho instituto y aportar nuevas formas de organización y nuevas maneras de hacer política al interior del partido, en el camino a reconstruir su relación con los votantes. Pareciera que Ortega ve al PRD desde una visión patrimonialista, muy alejada de una convicción socialdemócrata como la de Basave, quien, por otro lado, a decir de él mismo, se negó a formar parte de una corriente en particular y que, al parecer, se resistió también a plegarse a los dictados de los llamados “Chuchos”, quedándose al final sin su apoyo.
En una reunión previa al comunicado de Ortega, Basave Benítez informó a los coordinadores de las diferentes corrientes que el 2 de julio presentaría su renuncia, para dar paso a la elección de una nueva presidencia. Entre los asistentes a dicha reunión, Ortega fue el único que no pidió a Basave reconsiderar su decisión, pero también fue el único en no respetar el acuerdo en torno a que sería el mismo presidente del PRD quien presentaría su renuncia.
Claramente se observa que Ortega no quiso dar oportunidad a “arrepentimientos” y decidió presionar públicamente para que tal renuncia ocurriera. No bastaron los 3 “triunfos” del PRD en las pasadas elecciones en las que el partido “ganó”, junto con el PAN, tres gubernaturas: Durango, Quinta Roo y Veracruz, para que NI se sintiera satisfecha con el desempeño de su flamante presidente. ¿Qué sería hoy del PRD si no hubiera ganado en alianza con el PAN esos estados?
Hay que decir que las alianzas PAN-PRD, que permitieron el triunfo en estas tres entidades, se derivaron del trabajo y la insistencia de Agustín Basave, quien no sólo puso su empeño sino su propia renuncia para que estas alianzas se concretaran, aún a contracorriente de importantes miembros de su partido, como el líder de la bancada perredista en la Cámara de Senadores Miguel Barbosa, y a partir de una correcta lectura del momento histórico electoral en el que el PRD ha perdido el rumbo y el contacto con una ciudadanía que reclama cambios más profundos en la forma de hacer política.
El hecho de que gracias a la insistencia de Basave el PRD obtuviera los votos que aún lo podrían mantener peleando, tal vez no por mucho tiempo, el lugar de tercera fuerza a nivel nacional con Morena, no se corresponda con una presidencia más larga, es indicador de que las cosas al interior del partido no van bien. El PRD ha perdido, además de lo dicho arriba, lo que debería ser el eje de todo partido político, un proyecto de gobierno encaminado a resolver las problemáticas de la población, y en su lugar, ha privilegiado intereses de grupo, dentro y fuera, de sí mismo.
Por si fuera poco, el partido tiene problemas de gobernabilidad al interior, sostuvo Basave en su carta de renuncia; esto es, se sostiene aquí, el canibalismo político está a la orden del día y la lucha por recursos, cuotas y presidencia hacen complicado que un presidente sin filiación a ninguna de las corrientes pueda, de manera independiente, gobernar un partido que camina a su autodestrucción como institución autónoma y realmente de izquierda. Sin embargo, como rémora de algún partido más grande tal vez pueda durar unos años más. ¿Cuántos? No se sabe, eso depende de la utilidad que se le pueda dar.
Entre los dimes y diretes, Jesús Zambrano no pudo dejar pasar las críticas de Basave al PRD y a Jesús Ortega, para acusarlo de no reconocer que gracias a NI logró la presidencia del partido y las alianzas en las tres gubernaturas ganadas este 5 de junio.
Ante este panorama, la renuncia de Basave no podía ser más que cuestión de tiempo, claro que los tiempos del pronto “ex presidente del PRD” no coinciden con las prisas de NI por hacerse otra vez con la presidencia del partido, pero esta vez con alguien más dócil, “No más Basave(s)”. Después del 2 de julio se verá si lo logran.