A TÍTULO PERSONAL
Durante estos 5 años que han pasado del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en varias ocasiones he tenido conversaciones, debates e incluso peleas con compañeras y amigas feministas, sobre todo con aquellas que no están apegadas a Morena o bien a la Cuarta Transformación, acerca del estatus “feminista” o “aliade” del presidente.
Después de muchas vueltas, de pensar en cosas defendibles, otras indefendibles y de confrontaciones conmigo misma, llegué a una conclusión que después compartí con ellas: si estamos aguardando que AMLO sea feminista, nos quedaremos sentadas esperando. AMLO no es feminista.
No es feminista por muchas y evidentes razones, la más importante es que su lucha, su agenda y sus sueños están enfocados en una sola encomienda que tiene por lema “Por el bien de todos, primeros los pobres”, y no está mal, porque transversalmente toca que muchos de los avances y procesos de transformación de esta administración beneficien a millones de mujeres, sobre todo a las más pobres. Y apostaría a que él lo sabe.
Creo, y otras voces comparten este sentir, que lo mejor que ha hecho el presidente durante estos años ha sido no obstaculizar y al contrario tener voluntad política. Y suena feo y suena poco, pero creo genuinamente que es lo mejor que ha podido hacer. ¿Quién más que las mujeres -quienes mejor sabemos hacerlo- sigamos avanzando en esta lucha sin el entorpecimiento presidencial que por años las otras administraciones han generado? Peor aún, haciendo operaciones políticas desde la Presidencia de la República para que legislativamente no avanzaran muchos de los derechos que son una realidad bajo la administración de la 4T. Hemos sido víctimas por años de los desagradables síntomas de los gobiernos de derecha.
Hemos sido víctimas por años de los desagradables síntomas de los gobiernos de derecha.
Vienen a cuento estás líneas, porque así como creo que no tenemos un presidente feminista, muy sinceramente creo que tampoco tenemos a un violentador político como lo resolvió estos días el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que mandató al INE tomar medidas cautelares contra el titular del Ejecutivo por supuestamente incurrir en dichos violentos en contra de la todavía senadora Xóchitl Gálvez.
Y es que ahí también va la otra cara de la moneda. Desde que el PRIAN ha dejado de ser efectivo en lo electoral, principalmente porque su proyecto desplaza a las mayorías y minorías vulnerables, se ha visto en la penosa necesidad de diluirse mañosamente entre el discurso feminista, que hoy lo podemos nombrar como “fakeminismo”.
Es tan así, es tan evidente, que se ha utilizado tal figura para atacar políticamente al movimiento de la Cuarta Transformación, y que además parece incongruente que las mismas personas que acusan de violencia política de género hayan ejercido anteriormente discursos de odio y violencia con otras mujeres, principalmente con candidatas de Morena y funcionarias del Gobierno Federal.
Los señalamientos que se le hacen a la posible candidata del Frente Amplio versan sobre su calidad de funcionaria pública, sobre lo que representa y a quienes representa. Lo que se ha dicho en las mañaneras ha sido específicamente sobre la postura ideológica y partidista de Gálvez Ruiz, y no sobre su condición como mujer.
Lo que parece aún más preocupante es que, además de transgredir el derecho a la libre expresión, la autoridad electoral hizo uso faccioso de sus facultades para golpear políticamente al proyecto de la izquierda, y del otro lado sea omiso. Durante años no acreditó violencia política de género contra Vicente Fox, Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto, y no nos vamos lejos, tampoco lo hizo durante los comicios del 2023 cuando se violentó a la entonces candidata Delfina Gómez, sin dejar pasar las incontables veces que Gálvez se ha referido violentamente en contra de Claudia Sheinbaum.
En contraste, lo que tenemos ahora es una 4T feminista. Para no engañarnos con lo que promueve la derecha, vale la pena confrontar acciones y tengo dos ejemplos sustanciales. Mientras la fiscal Ernestina Godoy es capaz de tumbar a Ulises Carmona, el fiscal de Morelos que encubrió un feminicidio, el fakeminismo de derecha alegó que las acciones contra el fiscal eran extralimitadas; y otro caso reciente, cuando sacaron de contexto las declaraciones de Nadine Gasman. La titular de Inmujeres solo hizo un llamado a “aguantar vara” refiriéndose a la resistencia de las mujeres en la política. “No puedo sentir la suficiente indignación y solidaridad como para expresarles que hagan todo lo posible por no dejar su espacio, por no abandonar su lucha ante la violencia que padecen de mil maneras”, aclaró Gasman. Las duras respuestas en contra de ambas funcionarias de la 4T nos dejan ver cómo se las gasta la derecha, y el Tribunal como su compinche.
Las cartas están sobre la mesa y el miedo es claro. No están luchando por erradicar la violencia política de género, no nos confundamos. Lo que están haciendo al silenciar a AMLO es evitar que se siga propagando información política y pública sobre un personaje y un proyecto que defiende intereses que benefician a unos cuantos. Lo que hoy vemos es cómo de nuevo la derecha hace uso de una agenda que no conoce, un movimiento del que no cree y un discurso que no siente, para censurar y no apostar a la confrontación de proyectos que se “disputarán” en el ya cercano 2024.
Pero a riesgo de equivocarme, muchos de los puntos que ha tenido Xóchitl Gálvez para avanzar en las encuestas han sido por las constantes confrontaciones con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Esa ha sido su mejor campaña y no precisamente sus méritos propios o trayectoria.
Si el pez por su propia boca muere, el presidente al ya no mencionarla siquiera, ya no le quedará a Xóchitl la esencia de su campaña. ¿Será ésta la bocanada de aire fresco que realmente necesitaba el PRIAN para terminar de hundirse con su candidatura que de a poquito se desinfla? Ya lo sabremos. Pero ojalá que sí.
Twitter: @aimeshaGr