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Andrés Manuel López Obrador: y todos le llamaban loco

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Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam

(28 de octubre, 2013).- Fácil es conformarse cuando todo marcha bien, fácil es conformarse cuando no todo marcha bien, fácil es conformarse cuando todo marcha mal. Es fácil si esperamos que el otro o la otra hagan lo necesario para que las cosas sigan igual, medio cambien o cambien del todo.

Por años, Andrés Manuel López Obrador ha hecho público su diagnóstico sobre lo que está mal en México, ha denunciado las acciones de los gobiernos que contribuyen a empeorar la situación de millones de personas en el país, ha demandado la ejecución de medidas que pongan freno al despojo, la corrupción, la privatización de los recursos de la nación en beneficio de unos cuantos; ha organizado a una parte de la población para impedir el fraude electoral, la privatización de Pemex, el alza de impuestos, la entrega de los principales bienes de la nación a los grandes corporativos extranjeros.

¡Bien por él!, mientras tanto la gran mayoría de mexicanos y mexicanas se pierde en la mediocridad y somnolencia que le ofrecen las televisoras. Los programas “La rosa de Guadalupe”, “A cada quien su santo” y toda la runfla de absurdas telenovelas y emisiones les ofrecen la esperanza de un mundo mejor, el cual vendrá a ellos con sólo desearlo o rezando a un santo conocido o recientemente descubierto. En esta oferta santoril, San Judas Tadeo, patrón de las causas difíciles, será siempre la mejor salida cuando los demás santos fallan, o ya en casos desesperados, la Virgen de Guadalupe, patrona de México, estará ahí siempre para echar mano de ella con la venia de la jerarquía católica que al no denunciar esta utilización de los símbolos religiosos se hace cómplice de los poderosos.

A todas luces la manipulación del fuero interno de un pueblo profundamente religioso salta a la vista de manera grosera y como una estrategia bien pensada de desmovilización. Sumir a la gente en la intimidad de la fe, no como derecho a la libertad de creencias, sino como distractor para impedir su unión, organización y acción, sólo apoya los intereses de un pequeño grupo que se ha apropiado de la mayoría de los recursos y beneficios que el país produce, y que se apresta a adueñarse de lo que queda.

En este contexto, es más cómodo esperar que las cosas mejoren solas, por la fuerza de la inercia o por el milagro de algún santo, o gracias al trabajo de esos “otros” que sacrifican sus horas, sus días, sus meses, sus años, sus pocos o muchos ingresos, su descanso, su seguridad física, incluso, para que el país transite a una etapa mejor.

También es más fácil aceptar como válida la imagen negativa que desde el gobierno de Vicente Fox se construyó y que se ha venido reforzando para descalificar a AMLO como el mesías tropical, el peligro para México, el líder egoísta y auto-referido, el opositor necio que se opone por oponerse, el “loquito” que no sabe lo que dice.

Qué tranquilidad proporciona el saber que lo que “un loco” dice no tiene sentido, nadie quiere oír que su país está al borde de algo peor a lo que ya ha vivido. Nadie quiere asociar su mala situación económica, laboral, social, de seguridad, con el discurso de un líder descalificado por los principales líderes de opinión de la caja chica. Para qué si es más divertido ver los concursos donde se trata a niños como adultos chiquitos sexualizados a la fuerza, donde se humilla y maltrata a los concursantes que tratan de seguir cantando, donde se construyen personajes aberrantes que ridiculizan a personas de la diversidad sexual, a los “nacos” y “nacas” de las clases bajas, a los pobres, a las “feas”, a los “tontos”, a los “fracasados” y por supuesto a “los locos”.

¿Hasta cuándo estas conductas permitirán seguir ignorando lo que pasa fuera de la TV: el desempleo, la precarización del trabajo, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la violencia, la comercialización y prostitución forzada de mujeres, niñas y niños; la inseguridad, los asaltos, los robos, los asesinatos, los secuestros, las violaciones, la inseguridad, la corrupción política, la impunidad?

Se preguntará quien esto lee ¿qué tiene que ver todo eso con las reformas estructurales propuestas por el gobierno, con la privatización de Pemex, con la reforma fiscal, la laboral, la financiera, todas rechazadas por Obrador? Una respuesta no sencilla y que también ha sido descalificada y ridiculizada bajo la idea de la “teoría del compló”, es la existencia de un proyecto mundial encabezado por las élites económicas que gobiernan el mundo y que han dejado de creer en la existencia de las naciones, de la democracia, de la ciudadanía, de las familias, de las personas, de las necesidades humanas y sólo piensan en términos de  intereses, negocios, inversiones, ganancias.

Este proyecto es apoyado por los gobiernos nacionales, cuyos líderes como los mandatarios de Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, etcétera, ya no deciden el rumbo del planeta, mucho menos los gobernantes del llamado “tercer mundo”, éstos y aquellos sólo toman las medidas necesarias al interior de sus países, la represión incluida, para que las grandes empresas obtengan todo aquello que les produzca ganancias, sin importar el costo que la población tenga que pagar en términos de desintegración social, violencia y deshumanización.

En este contexto, sería deseable que lo que perfila AMLO para México, de seguir las cosas como van, fueran los delirios de un loco, las alucinaciones y la paranoia de una mente enferma, los fantasmas de un líder que ha perdido el piso.

Sería encantador que así fuera, pero… es una pena tener que sostener desde esta colaboración, que lo cierto es lo contrario. El diagnóstico de Andrés Manuel es acertado, las implicaciones de las reformas laboral, fiscal, financiera, energética, tienen como propósito llevar a sus últimas consecuencias el modelo económico neoliberal, ideado para que un pequeño grupo en el mundo, alrededor del 1 por ciento de la población, se apropie de todo y “todo es todo”: la tierra, el petróleo, la generación de electricidad y energía en todas sus formas, la tecnología, la medicina, la comida, las semillas,  el agua, el aire, el sol.

En sus asambleas públicas, la última este domingo 27 de octubre, López Obrador se ha encargado de alertar sobre el peligro que se corre en México, en caso de que dichas reformas se conviertan en realidad. Toca a la ciudadanía informarse para saber hasta dónde los temores de AMLO están fundamentados y, en su caso, actuar sin esperar que “otros” hagan el trabajo que le corresponde en la defensa de sus propios intereses. De lo contrario,  puede seguir viviendo en la cómoda medianía que le ofrece la llamada “caja idiota” y repetir hasta la saciedad la frase, cuando ya no haya remedio o la cura sea más dolorosa: “Y todos le llamaban loco”.

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