El mundo celebra la liberación de Julian Assange tras pasar cinco años en una prisión de máxima seguridad, más otros nueve de persecuciones y acoso por exhibir los crímenes de guerra de Estados Unidos.
En marzo de 2010 WikiLeaks hacía público el video “Collateral Murder” donde se muestra un ataque aéreo del ejército estadounidense contra civiles y periodistas en Bagdad. La guerra de Irak se justificaba en la búsqueda de armas de destrucción masiva que nunca fueron halladas, pero sí encontraron lingotes de oro y petróleo, según los mismos soldados presumieron en sus fotos.
Los años pasaron y la impunidad persistió. En tanto, un activista australiano se veía obligado a vivir en la clandestinidad, apareciendo intermitentemente en noticieros o conferencias para defender la verdad. Vivió en aeropuertos, fue amenazado, denostado y acusado de todo.
En 2012, el gobierno del Ecuador, a cargo de Rafael Correa, le otorgó asilo diplomático y Assange se refugió en la Embajada de dicho país en Londres, pero los ingleses negaron el salvoconducto. Si ponía un pie fuera del recinto podía ser arrestado. Así pasarían siete años, en los cuales, Estados Unidos emprendería bombardeos en Siria.
Con la llegada —y traición— de Lenín Moreno a la Presidencia, finalmente se le retiró el asilo y la nacionalidad ecuatoriana, otorgada en 2017. En abril de 2019, oficiales de Scotland Yard tuvieron acceso a la Embajada para llevarse a Julian a rastras a lo que sería su nuevo encierro, en Belmarsh, con la promesa de extraditárselo a los gringos.
Miles de voces a nivel mundial se alzaron para defender su vida, su libertad y el derecho a la información, a la libertad de expresión y de prensa, incluyendo presidentes como Luiz Inácio Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador, Gustavo Petro, entre otros.
Ahora que Assange logró un acuerdo con el Departamento de Justicia estadounidense para quedar libre, se suman catorce años de conflicto jurídico que lo han mantenido alejado de su familia y han puesto en riesgo su integridad física y mental, mientras la potencia del norte insiste en llevar sus armas a donde se le antoja.
¿Cuánto tiempo habrá de pasar para que el mundo conozca, esta vez, lo que hay detrás del financiamiento a Ucrania y a Israel, en su genocidio contra Palestina?