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Brujas en pleno Siglo XXI

(28 de mayo, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- Recién se estrenó en México la película estadunidense “La Bruja”, (The Witch), cuyo subtítulo es “Un cuento popular de Nueva Inglaterra”. Fue filmada en 2015 y dirigida por el novel director Robert Eggers. Está clasificada como una película de horror y cuenta la historia de una familia puritana a pocos años de su llegada a los Estados Unidos, en 1630.

Los comentarios y críticas no se han hecho esperar, para algunos la cinta no cumple con el canon de una película de horror porque, afirman, es lenta, tiene escenas sin sentido desconectadas de la trama central, es decepcionante, está sobrevalorada. En pocas palabras, no asusta a nadie, “no saca ni un gritillo”, como dijo una mujer después de ver la cinta.

Para otros, entre quienes se cuenta quien esto escribe, es una película digna de ser recomendada, coleccionada y analizada. Se puede decir de ella que, siendo una cinta en blanco y negro, tiene una excelente fotografía; que, no girando en torno a un tema de actualidad, está muy bien contada; que, desde el inicio hasta el final es coherente en sí misma; que las actuaciones son impecables, aún las de los más pequeñitos; que está bien ambientada; que el vestuario remite claramente a la época en que ocurre la historia.

Se puede agregar, que la profunda voz del padre le da a la película un toque de oscuridad, pero, sobre todo, es capaz de transportar a la audiencia a las primeras décadas del siglo XVII, justo a las laderas de un bosque misterioso y siniestro donde una familia, sola, trata de sobrevivir. Se puede afirmar, incluso, que posee las características para volverse una película de culto.

Aquí se sostiene, que las opiniones en contra provienen de gente que no sabe lo que vio, pues no hay una advertencia previa que prepare al espectador para asistir a una película de “horror no convencional”. La película ha sido programada en las salas de cine como una más del género conocido como “películas de miedo” y se espera ver algo parecido a El exorcista, Halloween, Poltergeist, Viernes 13, Pesadilla en la calle del infierno o algo semejante.

Nada más equivocado, La Bruja recoge de manera magistral y sintética las creencias, los valores, las costumbres, las leyendas, los mitos, los cuentos, los relatos, los símbolos -la cabra negra, la leche vuelta sangre, el cuervo, el aquelarre, etcétera- que durante siglos se construyeron en torno a las brujas, mismos que dieron lugar a una cacería despiadada en contra de las mujeres acusadas de serlo, tanto en Europa, como en Norteamérica, durante los siglos XVII y XVIII.

Como bien se indica al final de la cinta, la mayoría de las situaciones y diálogos se tomaron de documentos de juzgados en los que, se puede añadir, se recogieron los testimonios y los procesos en los que se condenó a un sinnúmero de mujeres, acusadas de brujería, a morir en la hoguera.

Asimismo, es posible observar en la película la relación construida socialmente entre la brujería, la adolescencia femenina, y la pubertad y el despertar sexual masculino. Así presentado, queda claro que los “pecados” sexuales son incitados por las mujeres, poseedoras de una “maldad natural” que, además, las hace proclives a ser tentadas por el demonio.

Pero ¿qué subyace a la trama central de la película? De acuerdo con las y los estudiosos del fenómeno, “bruja” es un concepto creado en Europa por las élites cultas en los siglos XIV al XVII, mediante la transformación del concepto de “hechicera”, al cual se incorporó una idea teológica, según la cual, los males causados por la bruja respondían a la existencia de un pacto con el Diablo, o por el poder que éste le otorgaba. Igualmente, desde el siglo XIII, se comenzó a mezclar a la hechicera con la creencia en las mujeres voladoras benéficas dirigidas por Diana, la diosa de las brujas, con la de mujeres voladoras antropófagas o malignas, ligadas al Diablo.

Una creencia más, aquella relacionada con las ceremonias de la fertilidad, fue agregada al perfil de la bruja para imaginarla realizando reuniones nocturnas en el bosque, mejor conocidas como “aquelarre”, en las que se renegaba de Dios, se hacían ofrendas al Diablo, se bailaba, se hacían orgías y se preparaban pociones y ungüentos.

No fueron sólo las creencias populares y los dichos los que contribuyeron a crear la imagen arquetípica de la “bruja”, hizo falta un “manual práctico”, texto considerado como el tratado demonológico más famoso y de mayor influencia, reeditado 30 veces desde 1486, año en que fue escrito por los inquisidores dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Durante los siguientes 200 años el Malleus Maleficarum, título de dicho manual, se convirtió en un best seller y llegó a ser traducido a 4 lenguas distintas y a ser la principal fuente de inspiración de los cazadores de brujas, laicos, católicos o protestantes, durante los siglos XVII y XVIII, en Europa y Norteamérica, como ya se dijo.

El Malleus Maleficarum, o El martillo de las brujas (disponible completo en Internet), es una de las obras que muestra más abiertamente la misoginia que trasciende a varias épocas. En el texto se brindaba apoyo teológico, consejos legales y varias técnicas para acusar, torturar y sentenciar a las brujas.

En esta obra se afirmaba que “Cuando una mujer piensa por sí misma, sólo piensa en cosas malas. Como son más débiles de cuerpo y alma, no resulta sorprendente que puedan sucumbir a la excitación de la brujería. Toda brujería procede de la lujuria carnal que en las mujeres es insaciable”. De esta manera, se sostenía que la mujer era peligrosa por su sexualidad, a pesar de ser necesaria para la reproducción.

Se sustentaba igualmente que “El pecado que nació de la mujer destruye el alma al despojarla de la gracia, y todos los reinos del mundo han sido derribados por mujeres. Una mujer es hermosa en apariencia, contamina al tacto y es mortífero vivir con ella. Existen tres vicios generales que tienen un especial dominio entre las mujeres: la infidelidad, la ambición y la lujuria”.

Previo a la publicación del Malleus Maleficarum, el Papa Inocencio VIII reconoció, el 5 de diciembre de 1484, en la bula Summis desinderantes affectibus, la existencia de las brujas, derogando así el Canon Episcopi de 906, donde la Iglesia sostenía que creer en brujas era una herejía.

Esta forma de considerar a las mujeres puede verse en otra película La letra escarlata, de 1995, basada en la novela homónima de Nathaniel Hawthorne, cuyos papeles estelares son actuados por Demi Moore y Gary Oldman.

Una película más que recoge un caso real de supuesta brujería, ocurrida en Salem, Massachussets, en 1692, es precisamente Las brujas de Salem, escrita originalmente para teatro, en 1952, por Arthur Miller. Se estrenó como película en 1953. Una versión más reciente fue filmada en 1996 y es estelarizada por Winona Ryder.

Tanto en La Bruja como en Las Brujas de Salem, se presentan escenas de histeria colectiva, la cual era interpretada como una prueba más del poder de las brujas sobre los demás.

La persecución de las supuestas brujas, permitió a la “Santa” Inquisición, una renovación de los juicios por herejía, ante la constatación de un nuevo tipo, la “herejía de brujería diabólica demonológica”, a partir del cual fue posible acusar a muchas mujeres de cometer dos tipos de delitos: uno civil, hacer daño a terceros y sus bienes; y otro religioso, la herejía.

Pero ¿quiénes eran las mujeres más propicias a ser consideradas brujas? De acuerdo con la información vertida en documentos de la época, se trataba de mujeres emancipadas, solteras generalmente, que vivían solas, contraviniendo las costumbres, y que se mantenían de la elaboración de remedios y ungüentos caseros, muchos de ellos basados en un conocimiento profundo de la herbolaria.

Si se hace un esfuerzo por encontrar brujas en el Siglo XXI, éstas son, guardada toda distancia, las farmacéuticas, curanderas o incluso químicas. Mujeres de ciencia que ponen en práctica conocimientos heredados sobre plantas medicinales o que se preparan en las universidades para alcanzar un nivel mayor de conocimiento.

Ciertamente, no todas las mujeres acusadas de brujería cumplían este patrón. Ninguna estaba a salvo, cualquiera podía ser acusada por venganza, envidia, celos, despecho, etcétera. Una vez en las manos del tribunal de la Inquisición, pocas de ellas se salvaban.

Norma Blazquez Graf, en su obra El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, publicado por la UNAM, afirma que los datos más confiables apuntan a la realización de alrededor de 110,000 acusaciones o procesos por brujería y 60,000 ejecuciones y que las personas procesadas por brujería fueron predominantemente mujeres; esto es, también los hombres podrían ser acusados de brujería. Sostiene que el número de mujeres ejecutadas sobrepasó el 75% en la mayoría de las regiones de Europa, y en algunos lugares como Essex Inglaterra, Bélgica y, Basilea, Suiza, fue superior al 90%.

En otros estudios se afirma que la cifra es baja, pues muchos de los veredictos no se registraban, ni tampoco se llevaba registro de las muertas en prisión dadas las condiciones del encierro -hambre o tortura-, por suicidio, por linchamiento o asesinatos colectivos. Algunos incluso llegan a afirmar que el número de mujeres asesinadas por brujería pudo llegar a varios millones.

Es momento de volver a la película La Bruja, aún en cartelera, para verla por primera o segunda vez con otros ojos y constatar que no es una cinta más de horror.

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