spot_img

Carta a los Reyes Magos

Por: Ivonne Acuña Murillo

(06 de enero, 2014).- Tradicionalmente se acostumbra que las niñas y los niños escriban cartas a los Reyes Magos para pedirles regalos -juguetes por lo general-, en función de un supuesto buen comportamiento durante el año. La idea de que existan unos personajes mágicos e intemporales proporciona a los infantes la ilusión de que alguien más allá de ellos, padre, madre, familia y comunidad puede satisfacer no sólo sus caprichos ocasionales sino, a veces, sus más profundos deseos.

A las personas adultas, en especial a papá y mamá -espero que nadie que aún crea en la existencia de los Reyes Magos lea este artículo-, les queda el papel de alimentar año con año dicha ilusión al tratar de satisfacer las peticiones que sus pequeños y pequeñas hacen a los mágicos monarcas.

Pero se han puesto a pensar, ¿qué pasaría si también existieran unos Reyes Magos para adultos?, ¿qué pediría una persona que ya hubiera pasado la niñez, la adolescencia, incluso la juventud? Es el objetivo de esta colaboración proporcionar un ejemplo de una carta escrita por una persona adulta a los famosísimos Reyes Magos.

Queridos Reyes Magos,

 Yo sé que mi comportamiento durante el año no ha sido necesariamente ejemplar, he tenido que adaptarme a una serie de situaciones, previstas algunas otras no, que me han impuesto la necesidad de no ser precisamente como quisiera. Tampoco he sido el ser humano generoso y valiente que imagino, sino una persona común, con sueños, esperanzas y miedos que vive el día a día y resuelve como puede los problemas que se le presentan. Una persona que a veces miente, bebe, fuma, come de más, hace trampa, que ayuda a sus familiares y amigos cuando puede, que aporta algo a su comunidad alguna una vez en toda su vida, que se equivoca, que se cae y que se levanta; que ve con dolor o indiferencia lo que pasa a la gente que está fuera de su círculo cercano, pues su voluntad sólo alcanza para proteger a aquellos a quienes dice amar. En fin, una persona como cualquier otra.

Aun así, creo que merezco la posibilidad de soñar e imaginar que la vida puede ser mejor de lo que es, por eso les escribo esta carta esperando puedan traer alguno de los regalos que espero de ustedes.

Primero, me encantaría poder decir, por lo menos una vez en toda mi vida, que los políticos sí cumplen sus promesas y que la corrupción política ya no existe.

Segundo, me gustaría que mi país fuera un lugar en donde todo mundo pudiera salir a la calle sin el temor de ya no regresar, de estar en el camino de una bala perdida, de ser asaltado o secuestrado por un rescate o para ser incorporado a la fuerza a una banda de narcos, ser obligado a prostituirse o a trabajar sin paga alguna o para tráfico de órganos.

Tercero, adoraría vivir en un país donde el cobro de los impuestos se hiciera de forma equitativa y distributiva de manera que los más ricos contribuyeran en algo al desarrollo de los pobres y no se hicieran cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Cuarto, me gustaría vivir en un país donde la justicia de verdad fuera pronta y expedita para todos y no sólo para los que pueden pagarla.

Quinto, quisiera vivir en una sociedad donde no hubiera niños y niñas de la calle, donde sin importar la suerte de la madre o el padre, la sociedad y el Estado se hicieran cargo de ellos, para acompañarlos por la vida en lugar de dejarlos a su suerte expuestos a pasar hambres, enfermedades, soledad, abusos de todo tipo (se calcula que máximo a los siete días de estar en la calle un niño o niña es violado) y en muchos de los casos una temprana muerte evitable.

Sexto, quisiera vivir en un país donde igualmente el Estado y la sociedad, respondieran por sus jóvenes y no los expusieran a la suerte de una vida sin futuro, la mendicidad, la explotación sexual o laboral, el reclutamiento por parte del narco para ser usados como carne de cañón, a la represión gubernamental cuando salen a las calles a protestar -ante la mirada perdida de una sociedad omisa que los juzga y reprueba sin tratar de entenderlos y sin darse cuenta que los jóvenes cargan sus espaldas con la lucha que todos deberíamos estar dando para hacer de éste un mundo mejor para vivir-, a la falta de empleo y oportunidad para estudiar, ante el conformismo de una sociedad que cree que, como en el caso de los pobres, los jóvenes son ”Ni-nis” porque quieren.

Séptimo, desearía vivir en un país que no pasara por la vergüenza de ocupar el lugar número uno en pornografía, abuso sexual y trata de niños y niñas, tercero en América Latina en trata de personas y quinto en el mundo, que no fuera tampoco uno de los principales productores de droga.

Octavo, desearía vivir en un país donde no se deje a nadie morir a las puertas de un hospital  y a ninguna mujer parir en el pasto o el suelo del hospital  porque no pueden pagar por la atención médica.

Noveno, me encantaría vivir en un país que no se debatiera en una feroz lucha por la supervivencia del más fuerte, ante la mirada atónita, cómplice o  incapaz de un gobierno que al parecer no puede contener la profunda y violenta guerra fraticida que se está gestando.

Décimo, quisiera vivir en un país donde todo mundo tuviera la oportunidad de vivir su vida y desarrollarse sin tener que perder la dignidad y rebajarse a vender su cuerpo, su mente, su yo más profundo para alcanzar el “éxito“, que proporcionan el poder y el dinero. En donde la humillación que se vuelve cultura, como lo muestran los programas televisivos de concursos donde el que quiere ganar debe aceptar todo tipo de denigrantes “jueguitos”, impone una serie de comportamientos aberrantes.

Finalmente, si no fuera mucho pedir, me gustaría tener un trabajo estable, más o menos bien pagado, con seguridad social, incluida la jubilación, una casa no muy grande, un coche aunque no fuera último modelo, dinero para pagar la escuela de mis hijos y si se puede, vacaciones.

Queridos Reyes Magos, soy consciente de lo excesivo de mis peticiones, por lo que comprenderé que no puedan cumplir ni la más mínima de ellas, sé también que lo más fácil sería cambiarme de país, pero les aseguro que ese no está entre mis deseos más fervientes, pues aquí nací y nacieron mi padre y madre y los padres y madres de éstos y así hacia atrás en el tiempo; por tanto,  asumo este país como mío y me duele verlo como nunca imaginé que lo haría. De cualquier manera gracias y como dice el dicho, “soñar no cuesta nada”.

- Anuncio -spot_img
- Anuncio -

MÁS RECIENTE

- Anuncio -

NO DEJES DE LEER

- Anuncio -