(22 de mayo, 2014).- Argentina es un país que hasta principios de siglo se mantuvo ajeno a la problemática del tráfico mundial de drogas ilícitas, pero que hoy en día enfrenta un explosivo crecimiento en el tránsito, producción y exportación de estupefacientes, en el que parece jugar papel fundamental el Cártel de Sinaloa. La semana pasada, un operativo en Buenos Aires culminó una investigación de dos años para desmantelar una red de producción de cocaína líquida, presuntamente dirigida por dicho cártel.
Hace unas semanas, el secretario de Seguridad de Argentina, Sergio Berni, y la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado se trasladaron a México para verificar la confiscación de un cargamento de cocaína líquida, la cual fue ocultada en un transformador eléctrico. Al hacer escala en el puerto mexicano de Progreso, Yucatán, el buque en el que se transportaba el transformador fue incautado y en su interior se encontraron 2 mil 360 litros de cocaína líquida, con un valor de mercado de 40 millones de dólares.
El viernes 16, medios de comunicación informaron que la red había sido desmantelada. Berni anunció que “se ha desarticulado una banda narco-criminal que tenía conexiones con el denominado cártel de Sinaloa y se han decomisado 2 mil kilos [sic] de cocaína liquida, gran cantidad de armas, y se ha detenido a nueve personas, una de ellas, de nacionalidad mexicana”. Éste es sólo el último episodio de la transformación de Argentina en una base más del narcotráfico.
Tan sólo en las aduanas, entre enero y finales de octubre de 2012 se incautaron mil 901 kilogramos de cocaína, un incremento de 41 por ciento respecto al mismo periodo de 2011, de acuerdo con la Administración Federal de Ingresos Públicos de Argentina (AFIP). La mayor parte de esta droga, mil 235 kilogramos, fue encontrada en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, el más importante del país, de donde sería enviada a Europa o África. Sólo en la capital, se registraron decomisos de cocaína 132 por ciento mayores a los del año anterior.
Originalmente Argentina interesó a los cárteles del narcotráfico como un lugar de suministro de precursores químicos utilizados en la fabricación de drogas, sobre todo de la pseudoefedrina a partir de la cual se elaboran drogas sintéticas como las metanfetaminas. Esta “función” del país austral se desarrolló debido a que carecía de regulaciones para la importación y comercialización de estas sustancias precursoras, pero las leyes ya se han puesto en sintonía con los estándares internacionales y su papel parece estar mutando.
Prueba de esto podría ser el que, de acuerdo con el secretario de Seguridad, la cocaína líquida incautada recientemente, “habría llegado a Argentina por tierra desde Bolivia, a través de Paraguay”. Según esta versión, Argentina sería un lugar de paso de la droga producida en la región andina. Pero también hay indicios que apuntan al desarrollo de una “industria” manufacturera local con centro en la norteña ciudad de Rosario, la tercera más grande del país y capital de la Provincia de Santa Fe. Según el diario Clarín, en los quince años que van de 1973 a 1988, en esta ciudad fueron incautados únicamente tres kilogramos de cocaína, mientras que en 2012 la cantidad ascendió a 400 kilogramos.
En esta ciudad también hubo una explosión de la violencia vinculada al crimen organizado, con asesinatos, extorsiones, e incluso campañas de intimidación nunca antes vistas aquí, contra políticos funcionarios judiciales y elementos de seguridad, en las cuales se dio un ataque con armas de fuego contra la residencia de Antonio Bonfatti, gobernador de la provincia. La tasa de homicidios vinculados con el tráfico de drogas en Rosario pasó de 70 a 160, con más de mil casos entre 2004 y 2013; al 2 de noviembre de ese año ya se habían contabilizado 200 homicidios por esta causa.
La situación de Argentina parece replicar la que se vive en Perú desde 1995, cuando los cárteles mexicanos desplazaron a los colombianos y convirtieron a Perú de productor de hoja de coca a fabricante de clorhidrato de cocaína. Hasta el momento, la actividad criminal parece indetenible en estos países, pese a la detención en febrero pasado de Joaquín El Chapo Guzmán, máximo dirigente del Cártel de Sinaloa, la organización que presuntamente controla las actividades del narcotráfico en ambas naciones.