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Comer, esa funesta adicción

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Hace dos semanas, el Secretario General de la ONU acusó a Rusia de provocar la hambruna en países pobres por cancelar el Acuerdo de Granos del Mar Negro, promovido por Guterres y firmado por Turquía, Ucrania y la Federación Rusa. Con este instrumento se le daban garantías a Ucrania para exportar su grano, fertilizantes y otros productos agrícolas desde tres puertos del Mar Negro. Al menos, un banco ruso tendría acceso al sistema Swift para que Rusia pudiera vender los suyos. El 25% de lo comerciado iría a países de renta baja en África y Asia, principalmente. 

Al cabo de dos ampliaciones y un año de operación, se comercializaron 30 millones de toneladas; a los países pobres sólo llegó el 3%; el resto se quedó en Europa. Por si fuera poco, en puertos europeos están retenidas 200 mil toneladas de grano ruso que tenían como destino países africanos, con quienes comercia más de 10 millones de toneladas anuales. De nuevo, África, es el continente más golpeado por la guerra europea.

La cancelación del acuerdo fue motivada por el incumpimiento de lo acordado en perjuicio de Rusia. Pero el principal motivo fue el uso del puerto de Odessa y de un barco carguero para atacar Crimea. Rusia no sólo liquidó el acuerdo, sino que atacó los puertos de Odessa, Izmail y Runi, puntos centrales en el intercambio de todo tipo de bienes, incluidas armas y municiones. En días pasados ha lanzado una durísima andanada de ataques aéreos a varias instalaciones militares estratégicas de Ucrania y avanzado en territorio, lo que pudiera marcar el inicio de una contraofensiva rusa, al tiempo que aumentan las deserciones, las bajas, el desorden y las rebeliones entre las filas ucranianas. De continuar así, la OTAN, es decir Estados Unidos, escalará la guerra y empujará a algunos vecinos a intervenir. Hay varios gobiernos preparados y ansiosos. Habrá que ver qué dicen sus pueblos.

Mientras tanto, el gobierno de Putin hace política. 130 países tuvieron presencia en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo en junio y, a pesar de las sanciones a Rusia, se firmaron acuerdos comerciales y de inversión por 43 mil millones de dólares. Al mes siguiente, 49 países africanos fueron a la Cumbre en San Petersburgo (35 países van a asistir a la cumbre de los BRICS este mes de agosto). La segunda reunión mencionada fue clave, no sólo para la Federación Rusa, sino para los países africanos. Rusia condonará sus deudas con ella por cerca de 23 mil millones de dólares y les enviará granos de forma gratuita. 

Para Antonio Guterres, empleado de las transnacionales agroalimentarias que en sus ratos libre dirige la ONU, Rusia aprovecha la “adicción” africana al alimento (eso dijo, aunque parezca increíble) y usa el hambre como arma. Curiosa manera de hablar de quien gusta desayunar con champagne, mientras permite que Europa se robe 8 millones de toneladas de trigo que debieron llegar a África. Lo mismo dijo Joe Biden del gas ruso antes de dinamitar el gasoducto Northstream. Para Guterres, quien hace una par de semanas clamaba por la “hambruna” ocasionada por Rusia, es imperdonable que los pueblos africanos se alimenten, si ello hace enflacar a los puercos europeos engordados con el trigo ruso y ucraniano.

África libre, África rica

La trascendencia de la reunión panafricana en Rusia es incuestionable. No sólo porque se aminora la carga de sus deudas y su hambre, sino porque se llevaron a cabo acuerdos de orden militar que impulsarán sus luchas anticoloniales. La Federación Rusa, mediante el Grupo Wagner, apoyará a varios países para fortalecer sus capacidades con entrenamiento, armas y comunicaciones, así como en estrategias y tácticas defensivas y ofensivas. Consideremos que Estados Unidos, el Reino Unido e Israel han utilizado a sus combatientes yihadistas en varios países, sobre todo en la región del Sahel y en África occidental, para desestabilizar gobiernos, como lo han hecho en Siria. Son la primera línea de batalla de occidente contra cualquier país que pretenda regirse por sí mismo. Hoy han sido los primeros en atacar al gobierno de Níger que se atrevió a derrocar al régimen profrancés.

Recordemos que Siria es una de las víctimas del expansionismo occidental más afectadas por la presencia de grupos radicales islamistas. Estos ejércitos de mercenarios facilitaron la ocupación norteamericana del 30% del territorio sirio, justamente donde está el petróleo y la mayor producción agrícola de ese país. Así, EUA ocupa, proporcionalmente, más territorio sirio del que Rusia ocupa en Ucrania. Mientras Rusia, aún con guerra, le paga a Ucrania 7 mil millones de dólares sólo por el peaje del gas que envía a Europa, Estados Unidos se roba el petróleo y el trigo de Siria, mientras Israel bombardea Damasco y los yihadistas mantienen al ejército sirio ocupado en varios frentes.

Como en Siria, ejércitos como Boko Haram atacan las regiones más ricas en petróleo, uranio y metales preciosos en varios países africanos. República Centroafricana, Nígeria, Níger, Chad, Guinea, Argelia y Mali, por ejemplo, han sufrido desde hace varios años incusisones yihadistas, que ya controlan algunos territorios y continúan avanzando con su cauda de atrocidades, destrucción y muerte.

Es en este contexto en el que resurgen los movimientos revolucionarios en África occidental, los cuales, pese a sus procesos de independencia anticolonial del siglo pasado, siguen siendo objeto de la más brutal explotación por sus antiguos colonizadores. La historia de Europa en África es la historia de la ignominia más brutal de la humanidad, en la que alemanes, ingleses, holandeses, franceses y belgas han competido por el premio a la atrocidad y el genocidio. 

Las tradicionales manitas de chocolate belga, tan exquisitas como famosas, son un homenaje a la infamia: el rey Leopoldo gustaba de cercenar las manos (en general todas las extremidades) a los esclavos que no cumplían su cuota de trabajo; comer manitas de chocolate le hacían recordar sus glorias. Millones de niños, mujeres y hombres fueron mutilados sin misericordia durante décadas. Hasta los años 50 del siglo pasado, en Holanda había zoológicos con seres humanos y la realeza tenía sus propias jaulas con niños africanos para diversión de sus infantes.

Hoy, ya no hay zoológicos humanos, pero el esclavismo oocidental continúa. Millones de africanos trabajan en condiciones inhumanas en minas de todo tipo, desde las minas de oro y uranio en Níger hasta las de cobalto en el Congo. Mientras Francia tiene las terceras mayores reservas de oro del mundo, Níger no tiene ni un kilo en su banco central, aunque sea uno de los mayores productores mundiales. Todas las minas son propiedad francesa. El 80% de la población nigerina no tiene energía eléctrica pero su uranio alimenta a 3 de cada 4 focos que se encienden en Francia.

Como puede apreciarse, no es casual que Níger haya dicho hasta aquí y haya prohibido la venta de esos recursos a Francia, después de deponer al gobierno títere de occidente, como lo hicieron Mali y Chad recientemente. El debilitamiento de Europa gracias a su guerra en Ucrania ha sido propicio para alentar movimientos anticoloniales y va a ser muy poco lo que pueda hacer para impedirlo. 

El gobierno de Macron, que ha llevado alegremente a su país a la recesión, no tiene más remedio que apoyarse en Estados Unidos y sus milicias yihadistas, así como en varios gobiernos integrantes de la Comunidad Económica de los Estados de Africa Occidental (CEDEAO), con Nigeria a la cabeza, dispuestos a atacar al gobierno nigerino. Por lo pronto, Nigeria ya le cortó el suministro de agua y energía eléctrica y, claro, Esatos Unidos ya le impuso sanciones económicas.

Cabe mencionar que Nigeria cuenta con uno de los ejércitos más poderosos de África y está gobernado por Bola Tinubu, un activo de la CIA que ha hecho fortuna apropíandose de enormes extensiones de tierra y que está acusado en Illinois de lavar dinero del tráfico de heroína en Chicago, donde vivió desde su adolescencia hasta los años ochenta cuando regresó a su país. Su familia mantiene el negocio en EUA, mientra él “gobierna” Nigeria. No en balde es el más férreo promotor de la invasión a Niger para derrocar al movimiento revolucionario que tomó el poder. Por fortuna, el Congresó le negó la autorización, lo que pospuso el estallamiento de la guerra interafricana. Claro, las milicias yihadistas ya comenzaron a realizar ataques en territorio de Níger.

Por supuesto, Rusia, y China de manera menos abierta, respaldan a estos movimientos que, seguramente, se extenderán hacia un mayor número de países. Parece inevitable que la guerra vuelva a enseñorearse en una buena parte del continente y que Europa vea caer el último de sus bastiones coloniales. 

El costo será enorme para los pueblos que sean usados, como Ucrania contra Rusia, como subsidiarios. En las condiciones actuales, Francia no puede permitir que sus ciudadanos mueran en una guerra africana por lo que necesariamente necesita quien la haga por ella.

Como vemos, la guerra de la OTAN contra Rusia sólo ha acelerado la debacle europea, sino que ha derribado los cimientos de la hegemonia unipolar de Estados Unidos. La reconfiguración del orden mundial abre otro frente de batalla, no sólo militar, sino sobre todo económica y política entre los tres principales poderes mundiales, EUA, la Federación Rusa y China: el continente africano. 

Por desgracia la guerra se cierne sobre el continente más pobre. Sin embargo, el anhelo y la decisión de liberarse del colonialismo occidental crece y se extiende entre sus pueblos con una fuerza avasalladora. La “adicción” africana por comer hace temblar a Europa y todavía no es invierno.

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