En 2018 un grupo internacional de científicos anunció que los primeros artistas del mundo fueron neandertales, tras analizar la pinturas que estos humanos realizaron hace más de 64.000 años en tres cuevas de Málaga, Cantabria y Cáceres. Enseguida se encendió el debate entre los expertos, ya que algunos plantearon que los dibujos de color rojo observados tenían un origen natural, por oxidaciones o formaciones biológicas en la cuevas.
Ahora un equipo europeo, liderado por investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) y con participantes del estudio de 2018, confirman el origen humano de las pinturas encontradas en una de las cavernas: la cueva de Ardales, (también conocida como de Doña Trinidad), en Málaga.
El nuevo trabajo, publicado en la revista PNAS, demuestra que los neandertales fueron los autores de estas pinturas después realizar diversos análisis (microscopía óptica, microscopía electrónica de barrido, espectroscopia y difracción de rayos X…) a los pigmentos rojos que aparecen en algunas estalagmitas.
Según la investigación, los neandertales habrían accedido en varias ocasiones a la cavidad para marcar simbólicamente y de manera reiterada la formación estalagmítica.
La cueva de Ardales es una de las cavernas con arte parietal [en paredes] paleolítico más importantes del sur de Europa. En ella se han encontrado más de mil representaciones gráficas. Sin embargo, los pigmentos que componen las pinturas de la cueva no se habían estudiado en detalle hasta ahora.
Estudio de los residuos rojizos
El análisis de las pequeñas cantidades del residuo rojizo recolectadas en la superficie de las estalagmitas desvela que se trata de un pigmento a base de ocre, que se aplicó intencionadamente.
“Tanto la localización y distribución de las marcas, como el tamaño y morfología de los cristales que componen estos residuos rojos descartan que se trate de depósitos de origen natural derivados de la acción de microorganismos o de procesos geológicos como los flujos fluviales, la percolación de aguas o la meteorización de las paredes”, afirma Àfrica Pitarch, investigadora principal del proyecto.
La comparación de estos residuos con muestras de varios depósitos de compuestos de hierro hallados en el interior de la cueva sugiere, además, que el pigmento utilizado para la elaboración de las pinturas proviene probablemente de un afloramiento situado en el exterior de la cueva.
“Los depósitos ferruginosos de la cavidad presentan unos rasgos texturales y composicionales muy diferentes a los que se observan en las muestras arqueológicas”, añade la investigadora, “y esto implicaría que los autores de estas manchas rojas tuvieron que buscar, seleccionar, recoger y transportar las materias colorantes que posteriormente se utilizarían en la cavidad, es decir, que hubo un cierto nivel de organización”.
Los sistemas simbólicos de los neandertales
Según el estudio, las variaciones de composición entre las muestras de pintura corresponden a las diferencias de cronología de las capas estalagmíticas que las recubren, las cuales, pueden llegar a miles de años. Este hecho indica que varias generaciones de neandertales habrían visitado la cueva y habrían marcado de manera reiterada con ocre rojo el gran domo estalagmítico.
En base a esta observación, los autores creen que estas pinturas no pueden considerarse arte en sentido estricto, sino que estas marcas tenían como objetivo perpetuar el significado simbólico de un espacio. Los autores sugieren que este tipo de marcajes representan el inicio de un largo proceso, en el que las nuevas necesidades vinculadas a la complejidad social habrían desencadenado la aparición de nuevas tradiciones simbólicas ligadas a técnicas más variadas e innovadoras.
“Los datos de la cueva de Ardales y otras cuevas ibéricas con arte parietal realizado hace 65.000 años nos indican que el mundo subterráneo tuvo un papel fundamental en los sistemas simbólicos de las comunidades neandertales”, explica João Zilhão, coautor del estudio.
La acción de marcar repetidamente con pigmento rojo espeleotemas tan imponentes como la cúpula de Ardales sugiere que los autores “buscaban resaltar y perpetuar la importancia de este emplazamiento a través de narraciones transmitidas entre generaciones, lo que fortalecería la cohesión entre los miembros del grupo y su territorio”, concluye el experto.
Datación de las pinturas
A pesar de los esfuerzos de los arqueólogos para documentar e interpretar el arte de las cavernas, aún quedan algunas preguntas sin resolver sobre el origen, la cronología, la tecnología, la función y el significado de este tipo de arte.
Las investigaciones de los últimos años se han centrado principalmente en datar las pinturas más antiguas por el método del uranio-torio. Esta técnica, que se aplica a las acumulaciones de calcita en asociación estratigráfica con las pinturas, demuestra que este tipo de manifestaciones artísticas son mucho más antiguas de lo que inicialmente se suponía.
En pinturas analizadas en las islas de Borneo y Sulawesi (Indonesia), por ejemplo, se han obtenido unas edades mínimas de 39.900 y 43.900 años respectivamente. Otro ejemplo es el de la cueva de El Castillo (Cantabria), donde se ha obtenido una edad mínima de 40.800 años para un disco rojo.
Las cronologías más antiguas, de hasta 64.800 años, corresponden a una mano en negativo (Maltravieso, Cáceres), un conjunto de trazos lineales formando un símbolo similar a una escalera (La Pasiega, Cantabria) y al grupo de estalagmitas coloreadas de la cueva de Ardales.
Referencia:
Pitarch et al.“The symbolic role of the underground world among Middle Palaeolithic Neanderthals”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2021.