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“¿Cuándo encontraré a mi hijo, señor?”

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Óscar Balderas / @Oscarbalmen

 

 

NOTA DEL EDITOR: “GRITAR EN MICHOACÁN: Voces contra la rendición” es un trabajo periodístico que se adentra en redes sociales para dar voz a los protagonistas de la violencia en aquel estado. Se trata de ciudadanos anónimos que desde páginas web dedicadas a combatir la delincuencia organizadas cuentan, por primera vez, lo que sucede en sus tierras.

En la cuarta y última entrega habla Gabriela, doctora retirada, desde el perfil de Facebook “Valor por Michoacán” en algún lugar de Morelia.

 

(23 de agosto, 2013).- Mi nombre es Gabriela Cáceres Maldonado, tengo 55 años, vivo en Morelia, Michoacán, y aún no puedo creer que sigo viva: el día que cuentes mi historia significa que desde hace dos años, un mes y dos días sobrevivo con la mitad de mi corazón.

¿Cómo se vive con medio corazón? Mal. No descanso, no duermo, no como, no me río. No mientras me falte la mitad de mi razón para existir, soy como un fantasma que descansa, duerme y come lo suficiente para no morir completamente y seguir buscando a mi hijo.

Se llama Andrés Maldonado Juárez, tiene 23 años y está desaparecido desde el 25 de septiembre de 2011. Lo agarraron como suele pasar con la gente de aquí, que se arregla para irse de fiesta, bebe unos tragos, baila, se carcajea, brinda y no sabe que afuera del antro hay seis tipos con armas largas, unos desgraciados que no han apagado la camioneta porque apenas tengan a Andrés sometido van a huir con rumbo desconocido.

Quienes son padres, me entenderán; quienes no lo son, reflejen esta entrevista en sus papás o sus hermanos, ¿qué harían si un día esa persona que aman con todo su corazón, con el 100 por ciento de los poros de la piel, se la llevaran? Nadie pidió rescate o hubo comunicación con los secuestradores. Simplemente, decidieron que mi Andrés ya no tenía que vivir aquí.

¿Por qué se lo llevaron? Creo que todo fue una confusión. Él estudiaba Ingeniería Mecánica y alternaba sus estudios con un trabajo en un taller mecánico. También compraba autos, los arreglaba y luego los vendía. Por eso la gente lo veía seguido en distintos coches, a veces unos muy bonitos. Yo creo que eso fue: pensaron que era de dinero y cuando vieron que no, ni siquiera pidieron rescate.

Desde entonces soy medio corazón, respiro entrecortadamente porque soy medio pulmón, camino a paso lento porque sólo tengo una pierna y la boca sólo me sirve para la mitad de las cosas, que es comer y ya no sonreír.

Pero, ¿cómo busco a Andrés en un lugar como éste? A donde vaya hay halcones vigilando mis preguntas, sicarios que me ven y empuñan sus armas, jefes de plaza que se acercan a mi con sus AK-47, listos para rellenarme en plomo, y cuando ven una señora consumida por la tristeza se alejan lastimosamente de mí.

¿Cómo lo encuentro, si aquí la policía municipal está comprada por La Familia Michoacana, la policía federal por Los Caballeros Templarios, los agentes del ministerio público por el Cartel de Jalisco Nueva Generación?

¿Cómo me meto por las brechas de Morelia, sin temer toparme con un cadáver, una balacera, una cartulina clavada en mi pecho con un machete que diga “esto le pasó por preguntar demasiado”?

Y aún así lo hago. Busco porque sólo vivo para esto, para preguntar en tienditas, colocar avisos, contar mi historia, ayudar a otras mamás y, desde hace unas semanas, integrarme a la mayor cantidad de páginas de Facebook con familiares de desaparecidos.

Porque sé que sabes que te busco, Andrés. Sé que sientes cuando me acerco a ti y cuando me alejo, como cuando jugábamos a “caliente” y “frío” para entregarte los juguetes que te habían regalado los Reyes Magos. Sé que sabes que ya estoy vieja, pero diario camino kilómetros que me lleven a ti. Nomás me desvío de ese camino para cobrar las rentas de los locales de ropa, como y vuelvo a caminar.

Sé que sabes que le cuento esto al señor periodista con lágrimas, pero no te aflijas. No son de tristeza. Son de rabia con Felipe Calderón, con Enrique Peña Nieto, Alejandro Poiré, Miguel Ángel Osorio Chong, Marisela Morales, Jesús Murillo Karam, Leonel Godoy, Fausto Vallejo, Jesús Reyna y muchos más. Pero esa rabia me lleva a ti, me impulsa, compensa el 50 por ciento del corazón que me falta desde que te llevaron de mí.

Y un día los voy a rebasar a todos, te encontraré, lloraré de felicidad y cuando vuelvas  a dormir en la casa te escribiré una carta muy distinta. Ya no al periodista, sino a ti y te platicaré qué se siente que vuelva la mitad de tu corazón.

 

Lee la serie completa “GRITAR EN MICHOACÁN: Voces contra la rendición”  en REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO:

Un taxi para encontrar a mi papá en Apatzingán

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“Que no me encuentren colgado de un puente”

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Gritar en Michoacán: voces contra la rendición

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