México vive un panorama poco alentador, cientos de miles de personas han sido asesinadas, desaparecidas, desplazadas o esclavizadas en al menos los últimos 8 años para imponer una política de terror y beneficiar así a los grupos del crimen organizado, ya sea el narcotráfico, ya sean las empresas trasnacionales, todos con amplio poder económico y con métodos de coacción similares.
Frente a este escenario han emergido voces de enorme trascendencia que han resistido y puesto su vida en peligro para combatir al régimen desde distintas trincheras, desde las autodefensas con Mireles, Hipólito Mora, etc, las policías comunitarias con camaradas como Nestora Salgado, el periodismo con Carmen Aristegui y su equipo y cientos de medios alternativos o comunitarios, o las organizaciones de Derechos Humanos con gente tan valiosa como Raúl Vera. Gente que entiende muy bien el papel de resistencia que les ha tocado jugar.
Y es que todas las personas que participamos en el quehacer político desde los distintos niveles, desde emitir una opinión sobre los acontecimientos, hasta militar en alguna organización, deberíamos tener claro que:
1. Hacer política implica relacionarnos de una u otra forma con el poder, o bien porque lo queremos arrebatar a quienes lo poseen, o bien porque contribuimos con quienes lo poseen.
Quienes queremos arrebatarlo a quienes lo poseen tenemos dos posibles objetivos: cambiar de manos los privilegios del poder mismo o bien usarlo para cambiar el estado de las cosas, redistribuir la riqueza y crear un país con libertad y democracia.
2. El quehacer político implica distintas etapas de lucha: la primera es la resistencia, desde las meramente personales que son la toma de consciencia y determinar el nivel de participación que asumimos, hasta las que necesariamente se hacen de forma colectiva: la resistencia y la ofensiva.
En la resistencia se coloca la inmensa mayoría de actores y actoras políticas, evidenciar y dar luz a los crímenes de la oligarquía, desde los feminicidios, los infanticidios, la desaparición de migrantes, los asesinatos extrajudiciales del ejército y las policías, la trata de personas, y un largo y doloroso etcétera, todas esas actividades son actos colectivos de resistencia.
Las autodefensas fueron una táctica de resistencia que buscó visibilizar la inacción de los distintos niveles de gobierno para impedir el apoderamiento de municipios completos por parte de los grupos del narcotráfico.
En la ofensiva se colocan quienes plantean estrategias para derrotar a la oligarquía, arrebatarle el poder político y económico.
Podemos decir por ejemplo que en su momento el EZLN planteó una estrategia a la ofensiva que tuvo como resultado que se apoderaran de varios municipios declarados autónomos, lo mismo que Cherán. Las policías comunitarias desde el esquema de usos y costumbres también son un planteamiento a la ofensiva a nivel local, ellas se encargan de la impartición de justicia en sus municipios. Todos estos ejemplos aunque valiosos tienen dos grandes obstáculos derivados de la incapacidad de volver sus ejercicios una acción nacional: no logran incidir en la política económica del país por lo que hasta cierto punto están supeditados a los designios de la mafia que tiene el poder político nacional, y por lo tanto, siempre correrán el riesgo de sufrir represalias desde el aparato gubernamental, para muestra los cientos de presos y presas políticas zapatistas y miembros de las policías comunitarias.
A nivel nacional no hay un ejercicio serio que se plantee la toma del poder y que esté en condiciones de hacerlo, no existe ninguna opción política que no sea el Movimiento Regeneración Nacional, y es que hasta ahora ninguna de las fuerzas políticas que apuestan por métodos distintos al electoral han podido crear una organización con presencia nacional ni ha podido plantearnos como impulsar un esquema de participación real desde el poder popular que desplace a las mafias de la partidocracia.
Sólo MORENA como “Movimiento-Partido” tiene presencia en todo el país y una propuesta (inacabada y perfectible), de proyecto nacional no neoliberal.
En este sentido llama mi atención que miles de personas conscientes de lo mal que está el país, con un gran nivel de hartazgo de quienes nos dominan, emplean sus energías no en estrategias contrastadas con la realidad, sino en consignas idealistas; por ejemplo quienes plantean el Paro Nacional como solución a los problemas de México, cierto es que un paro económico haría tambalear a cualquier gobierno, pero para lograr eso debemos tener ORGANIZACIÓN con la capacidad de intervenir en los distintos niveles de la cadena productiva y PARARLA, en los hechos los sindicatos activos son aliados históricos del priísimo, y los sindicatos en resistencia han sido desplazados de su materia de trabajo por lo que no pueden detener la cadena productiva, de tal suerte que el llamado al Paro Nacional se vuelve una consigna sin sentido, por eso cuando convocamos a un Paro Nacional termina por ser una marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino (como los últimos 100 “paros nacionales” que se han convocado desde la imposición de Peña a la fecha), y lo único que provocamos es desgaste físico y emocional, y una idea derrotista de que por más que hagamos las cosas jamás van a cambiar.
Otro llamado a la acción que termina por ser consigna vacía es el llamado a anular, y aquí abro un paréntesis importante: gente como Mireles, Mora, Vera o Nestora que han resistido al régimen y les ha costado su libertad, se han sumado a las distintas formas de lucha, igual dialogan con el EZ como llaman a la participación electoral o incluso si tienen las condiciones se vuelven candidatos por algún partido, hoy quienes llaman a la anulación del voto son gente como Carlos Loret de Mola o Denisse Dresser, ¿eso no nos dice nada?
Anular el voto implica reducir la posibilidad de hacer contrapesos en la cámara de diputados, implica permitir que el voto duro (comprado) del partido Pacto por México (PRIANRDVEMANAL) tenga más posibilidades de triunfo y desde la indignación dirigida a la anulación terminamos por invicibilizarnos.
Ojo, en otros países tanto los paros nacionales como la abstención electoral han dado resultado, pero son producto de una táctica colectiva, el caso más reciente es el del movimiento español de Los Indignados que optaron por no participar en el proceso electoral del 2011, de esta forma salió Zapatero y el PSOE del poder y volvió la ultra derecha del PP, pero Los Indignados no sólo se abstuvieron y ya, se organizaron y crearon una fuerza electoral que hoy está detentando el poder y poniendo en crisis no sólo al bipartidismo neoliberal del PPSOE sino a la monarquía misma. Es decir, que dieron un paso atrás para organizarse y tomar impulso.
En México las voces de gente indignada y consciente que llama a anular el voto no son ni de lejos voces organizadas, son personas atomizadas, incomunicadas las unas con las otras, sin propuestas más allá de lo que harán el día de la jornada electoral, quienes pretenden anular su voto lo hacen más por consigna, para dejar de forma testimonial su indignación plasmada en la boleta y sentir que hicieron enojar al sistema.
Sobre quienes lejos de anular plantean abstenerse hay otras implicaciones, la mayoría de personas que se abstienen es porque ni les importa lo que pasa en el país, porque muy probablemente no conocen las opciones posibles ni el día que será la elección, o el distrito en que viven, esta gente en su mayoría es el proletariado hastiado de su cotidianidad, las personas más afectadas por la política neoliberal pero con menos herramientas para analizar el origen de sus pauperizadas condiciones de vida y mucho menos para encontrar soluciones para cambiarlas.
En este sentido quienes han fallado son los sectores medios, esos que tuvieron el privilegio de estudiar, de acceder a otros medios de vida, de tener otras herramientas de análisis. Esas personas que hoy coinciden con la táctica planteada por la nómina de Televisa.