(17 de octubre, 2014).- En menos de dos años, el gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto patentiza un alto grado de resquebrajaduras, cuando lo que se esperaba era su consolidación estructural conforme al plan surgido con el Pacto por México. Lo que resta del sexenio es un camino lleno de obstáculos, que serán insalvables en la medida que la alta burocracia esté imposibilitada de maniobrar con una elemental independencia. Se antoja un reto casi imposible de superar, porque es de tal magnitud la descomposición del régimen, que aunque Peña Nieto quisiera hacer algo para remediar un poco la grave situación actual, no hay condiciones objetivas que permitan negociar, con la oligarquía y las fuerzas económicas trasnacionales, un mínimo cambio de rumbo.
En muy poco tiempo, el esquema trazado en Los Pinos se desdibujó totalmente, no obstante el apoyo de la “izquierda” para que las cosas siguieran el rumbo dispuesto por la oligarquía. No hay explicación lógica de cómo ha sido posible que los sucesos rebasaran la capacidad del gobierno federal para evitarlo. Se suponía que lo más difícil había quedado atrás, luego de la compra literalmente de la Presidencia en las amañadas elecciones de julio de 2012, y una vez que se había construido lo que llamaron un acuerdo superior incluso al Pacto de la Moncloa, con “Los Chuchos” en plan de subalternos de Peña Nieto.
Lo que es inocultable es la mano del sector más reaccionario del grupo en el poder, el cual quiere asegurarse de que Peña Nieto no se deje amedrentar por las presiones de organizaciones populares que ya no ven lo duro sino lo tupido en las políticas públicas gubernamentales. Cabe recordar las veladas y no tan veladas amenazas de personajes claves de la cúpula empresarial cuando el descontento popular fue creciendo en contra de los abusos del consorcio Grupo México de Germán Larrea, luego de los gravísimos derrames tóxicos en dos ríos sonorenses. En cuanto vieron que la ira popular podría influir en la actitud protectora de Peña Nieto a sus intereses, sumaron fuerzas y como un solo hombre salieron en defensa de Larrea.
En este escenario, el país está viviendo uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea, por la avidez de una élite oligárquica que quiere llevar hasta sus últimas consecuencias un modelo que les ha sido muy funcional y enormemente benéfico, que por desgracia para los mexicanos coincide plenamente con el proyecto geopolítico estadounidense de convertirnos sin cortapisa alguna en su patio trasero, y así asegurar sus intereses en el nuevo contexto global multipolar, donde Estados Unidos tendrá que competir de igual a igual con el grupo de los Brics, como es previsible que suceda en muy corto plazo.
Bajo esta perspectiva, el gobierno de Peña Nieto no es más que una bisagra movida por la fuerza de los acontecimientos, en una sorda lucha de clases que a toda costa quiere ganar la cúpulad el sector privado. Sin embargo, se les está pasando la mano, porque es mucha su fuerza dentro del gabinete presidencial, como lo demuestran los hechos, y consideran que deben seguir adelante aunque el país se incendie, como parece que así podría suceder de no haber avances creíbles en los trágicos sucesos de Iguala.
Hay muchas interrogantes sin respuesta, que urge se respondan sin tardanza, pues como afirmó el rector de la UNAM, José Narro Robles, “ya nada podrá ser igual” en el país después del secuestro de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. No se puede entender que habiendo sido detenidos buena parte de los policías que abrieron fuego contra los jóvenes, no sepan las autoridades dónde están los normalistas aún desaparecidos. Pasan los días y en vez de que se vayan aclarando las cosas, sucede lo contrario, lo que patentiza que hay situaciones que no se quieren dilucidar públicamente. La pregunta lógica es ¿por qué?
Sin duda, en este sexenio se está jugando el futuro de los mexicanos, por eso los acontecimientos nacionales son tan complejos y dramáticos. Por supuesto, es lo mismo que está sucediendo en otras partes del orbe, porque la humanidad está viviendo cambios fundacionales ante la crisis del modelo unipolar sostenido con la explotación de las economías emergentes, las cuales llegaron ya a un punto en el que su futuro se ensombrecería más aún de seguir las cosas como van.