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Defender la soberanía con las garras del águila

Ante este escenario las y los mexicanos que no conservamos la mentalidad de maquiladores debemos tener como eje de acción política la defensa de la soberanía económica

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En los meses recientes ha quedado en evidencia que en nuestro país existe una oposición subordinada e interiormente desarticulada, incapaz de insertarse de forma seria en la discusión en torno al proyecto de nación que desde 2018 se ha impulsado. Incapacidad que se ve expresada en las afirmaciones de quienes se acostumbraron a la subordinación económica (productiva y financiera) frente al exterior, y aceptaron sin mayor resistencia una subordinación intelectual.

A estos sujetos políticos les quedan lejos los análisis que tienen por objetivo articular la realidad económico-social de nuestro país con las tendencias de la economía global sin sacrificar un concepto clave, producto de la lucha constante de nuestro pueblo: soberanía. Entendida como el derecho que nos hemos ganado de elegir a nuestros gobernantes y el proyecto económico que más nos conviene como nación. Pues para ellos, como buenos fieles seguidores del paradigma neoliberal hayekiano, todo gobierno basado en un sistema de planificación estatal es enemigo de una administración eficiente, bajo la premisa de que solo el mercado es capaz de lograr una real optimización de los recursos.

Postulado que nos lleva a explicarles que la realidad ha demostrado que la famosa “mano invisible” del mercado jamás ha llevado a alcanzar el bienestar de todas y todos sin que el Estado intervenga. Y que, por el contrario, existen unas cuantas “manos invisibles” cuyo poder influye sobre mercados particulares y sobre economías enteras en la búsqueda de su propio interés (económico y político), con el egoísmo y la rapacidad natural que los caracteriza. Es decir, haciendo uso del entramado de normas que expresamente fueron creadas para permitir la forma más avanzada de corrupción que hoy se padece en los espacios de toma de decisiones a escala nacional, conocido de forma elegante como “lobby”, pero que no es otra cosa que la presión constante de los cabilderos que representan los intereses de las grandes empresas trasnacionales, al interior de las cámaras legislativas.

Como ejemplo se tienen las posturas en contra de las políticas dirigidas a democratizar la salud, la educación y diversos espacios culturales, la promoción de mejores condiciones para las viviendas de los trabajadores mexicanos; y más recientemente, las que apuntan a la autosuficiencia alimentaria y energética, ambas dirigidas a dotar al país de la independencia económica necesaria para ejercer la soberanía económica sobre la cual se erige la soberanía política. 

Ante este escenario las y los mexicanos que no conservamos la mentalidad de maquiladores, ni de siervos, y tenemos la convicción de que la riqueza generada en el país debe ser utilizada en beneficio de la población, debemos tener como eje de acción política la defensa de la soberanía económica. Más ahora que se pretenden imponer de manera arbitraria obstáculos a la producción a cargo del Estado, y con ello, una distribución más equitativa de la riqueza. 

Pues nuestro país ya no está para aguantar otros años más de políticas neoliberales que limiten la participación del Gobierno, del Congreso y del pueblo en general en toma de decisiones en materia de política económica. De ahí que hoy nos sea más fácil ubicar a los actores políticos que muestran su desprecio por todo aquello que no pueden entender -actitud que les viene desde la colonia- porque les ha dejado de importar la realidad y solo se concentran en ganar una narrativa, por demás ya obsoleta. 

Por eso hoy queridos lectores, en este país, más que sonar notas fúnebres (como afirman los nostálgicos del neoliberalismo), se oye el graznido del águila, cuyo vuelo es un cantar. 

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