Ivonne Acuña Murillo
(28 de abril, 2014).- En México, como en el mundo, miles de personas se organizan para defender “sus” derechos y a través de ese activismo defienden los derechos de “todos y todas”, aunque la gran mayoría de la gente ignore las causas de esas luchas, así como los efectos negativos que provocan o provocarán los fenómenos denunciados en sus propias vidas. Ignorancia motivada por la carencia de recursos para informarse o por la falta de interés para hacerlo.
Es un hecho que en comparación con el porcentaje de personas afectadas por un fenómeno o por otro, el número de gente movilizada es mínimo y es un hecho también que la gran mayoría desconoce dichos movimientos, la identidad de quien los encabeza y la causa que los ocupa. La falta de participación ciudadana en la solución de los diversos problemas o en el reclamo a las autoridades respectivas para que los atiendan se debe principalmente a la apatía, a una falsa idea de “comodidad” dejando a otros la responsabilidad de exigir soluciones, a la negación de la existencia de tales dificultades, a la enajenación producida por el consumo recurrente de contenidos “chatarra” o a sentimientos de indefensión o inevitabilidad que llevan a pensar que no hay nada que hacer, que contra las decisiones y acciones de los poderosos no queda más que la resignación.
Éstos sentimientos son retroalimentados por los gobiernos y los grupos de interés, como los formados por empresarios y medios de comunicación, con la intención de crear una población y una “ciudadanía” sumida en el miedo, en la ignorancia, en la inmovilidad, en el consumo, en la publicidad, en la televisión, en la reproducción infinita de contenidos vacíos, de una comicidad ramplona, de un amarillismo inmovilizador, de inútiles sueños rosas, de pasividad repugnante, de imbecilidad programada.
Que mejor para los gobiernos y los vendedores de marcas -que no de productos ni calidad- que una población atrapada por la búsqueda legítima de los recursos para mantener a sus familias y darles un digno nivel de vida, así como la seguridad necesaria para vivirla y la publicidad, la ropa, el móvil, el auto de moda, los productos light, las pastillas que aumentarán su deseo y potencia sexual, las fajas reductoras, los aparatos que les dejarán un vientre de lavadero y las cremas, medias y calcetas que le quitarán a sus piernas la celulitis y las varices o, en su defecto, los artefactos de cocina que le permitirán cocinar, en minutos, toda clase de comida “sana y apetitosa”. Lástima que aún no inventan las pastillas o los instrumentos que quiten las “varices del cerebro” y motiven una reflexión crítica e informada.
En este contexto, las acciones de cientos de luchadores sociales en México y el mundo pasa desapercibida, mientras la vida de las personas transcurre entre la necesidad, la enajenante programación televisiva y la banalidad del consumo, sobre todo para quienes tienen la suerte de contar con un ingreso excedente o la facilidad de una tarjeta de crédito, para comprar, comprar y volver a comprar.
Es por eso que el objetivo de esta colaboración es mencionar algunas de las luchas que se están dando ahora en México y que con seguridad la mayoría desconoce. Éstas van desde la defensa del territorio y los recursos naturales, hasta la defensa del derecho a la información y la libre expresión de las ideas. En el primer rubro, las movilizaciones se dirigen a evitar la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación del aire, el agua, la tierra ocasionados por empresas que sólo actúan en beneficio de sus ganancias económicas y que no se preocupan ni ocupan por el daño, en muchos de los casos permanente, que ocasionan al medio ambiente, a las comunidades que lo habitan y a sus formas de vida.
En estos días destaca el movimiento ambientalista, en los estados de Puebla y Morelos, en los que se acusa a sus respectivos gobernadores Rafael Moreno Valle y Graco Ramírez Garrido, no sólo de no escuchar las demandas de comunidades campesinas sino de reprimir a quienes se atreven a manifestarse en contra del Proyecto Integral Morelos y al Libramiento Poniente, que incluye dos termoeléctricas, un gasoducto y un acueducto, mismos que pondrán en riesgo de contaminación sus tierras de cultivo y fuentes de agua.
En apoyo a este movimiento un grupo de intelectuales nacionales y extranjeros, como Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Javier Sicilia y Armando Bartra, han dirigido una carta a la opinión pública, buscando la solidaridad “activa” de organizaciones defensoras de derechos humanos nacionales e internacionales, de la sociedad civil y de los medios de comunicación comprometidos con las causas sociales.
Una movilización más en contra de Graco Ramírez, en Morelos, es la encabezada por las víctimas de secuestro, extorsiones y asaltos a mano armada, quienes exigen su renuncia dados los malos resultados de su política en seguridad.
Pero no es la protección al medio ambiente o la seguridad lo único que mueve a diferentes luchadores sociales, otros campos de la vida en sociedad se han visto tocados por un modelo de acumulación capitalista que privilegia la ganancia sobre cualquier otro valor humano, de manera que el activismo social aparece en cada uno de esos ámbitos donde la ambición trastoca importantemente la seguridad humana.
Destaca la movilización en contra de la posible censura en Internet, promovida por la iniciativa de Ley Secundaria en materia de Telecomunicaciones, elaborada por el Ejecutivo Federal, y que desconoce el espíritu de la Declaración Conjunta sobre Libertad de Expresión e Internet de los relatores de libertad de expresión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En oposición a la intención de censurar contenidos en los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales miles de personas, en su mayoría jóveneshttp://goo.gl/glZwEI , han salido a las calles en los últimos días. Por supuesto, la respuesta represiva, que se está volviendo habitual, por parte de la policía capitalina no se hizo esperar.
Una más es la que realizan migrantes centroamericanos, encabezados por fray Tomás González, responsable del albergue de Tenosique, Tabasco, y Rubén Figueroa, organizador del Movimiento Migrante Mesoamericano, que denuncian el “horror” que significa para las y los migrantes el paso por México de camino a los Estados Unidos, en su intención de lograr una vida mejor para sí mismos y sus familias. Los migrantes piden al gobierno mexicano permitirles el paso legal para no ser víctimas de asaltos, robos, extorsiones, secuestros, violaciones, mutilaciones, asesinatos, trata de personas, esclavitud forzada, etcétera.
También las madres de migrantes desaparecidos y desaparecidas organizan, desde hace un tiempo, una caravana de Centroamérica a Estados Unidos, pasando por México, para buscar a sus hijas e hijos quienes no llegaron a su destino esperando encontrarlos con vida, aunque se cierne una enorme sombra sobre su esperanza dado que tan sólo entre el año 2006 y el 2012 se han contabilizado 20 mil restos humanos sin identificar.
Asimismo, este 10 de mayo, tendrá lugar en la Ciudad de México un evento, la “Marcha de la dignidad nacional: madres buscando a sus hijas, hijos, verdad y justicia”, participarán mamás de 15 estados de la República Mexicana, en el que serán recordados los hijos e hijas, madres y padres, hermanos y hermanas víctimas de desaparición forzada, al tiempo que sus familiares exigirán al gobierno la búsqueda, localización y presentación con vida de sus seres queridos.
No puede faltar en este breve recuento la labor de las madres de las mujeres asesinadas o desaparecidas en Ciudad Juárez donde estos fenómenos en lugar de disminuir van en aumento.
Se distinguen también los movimientos y manifestaciones públicas que so pretexto de una reforma como la energética, recogen una serie de demandas en defensa de los derechos laborales; el Congreso Popular”, convocado por reputados intelectuales como el investigador John Ackerman, que busca revocar la Reforma Energética; los movimientos en defensa del salario como el movimiento #PosMeSalto, que pretende revocar el aumento en el pasaje del Metro; la protesta en contra de la explotación minera a cielo abierto dada la destrucción ecológica que genera; todos los movimientos en defensa del derecho al trabajo como los del SME y la CNTE; el activismo de obispos y sacerdotes en favor de los migrantes y menos favorecidos, mencionados en la colaboración anterior, etcétera, etcétera.
Poco es el espacio aquí para relatar todas las movilizaciones que tan sólo en México apuntan a la denuncia y exigencia de solución a problemas concretos, que aunque en apariencia afectan sólo a quienes directamente los sufren, en el fondo abonan a la defensa de los derechos de todos y todas, como el derecho a la vida, a la seguridad física, al trabajo y al salario “decente”, a la educación, la vivienda, el descanso, la recreación, la información y la libre expresión de las ideas, el derecho a ser diferente, a vivir en un hábitat sin contaminación, entre otros.
No hay que olvidar que, dados los diversos procesos de globalización –económica, política, social, cultural y ecológica- que vive el mundo no existe hoy lugar sobre la tierra ni sujeto, grupo, comunidad o sociedad que pueda mantenerse al margen de lo que ocurre en otras partes del planeta por lejanas que parezcan. Se puede afirmar entonces que todos y todas somos víctimas potenciales y sufriremos, en mayor o menor medida, los efectos de la contaminación, del desempleo, de la precariedad laboral, de la falta de recursos vitales como el agua, de la violencia, de los delitos contra seres humanos distintos y ajenos a nuestros círculos cercanos, por lo que de todas y todos es la obligación de luchar por defender aquello que permite una vida digna de ser llamada “humana” y no sólo de quienes se organizan y salen a la calle a exponer su integridad mientras los y las demás observan o voltean para otro lado.


