Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
Las diagnosticaban como mujeres histéricas. Algunos, dependiendo del tiempo, decían que era por la retención de esperma femenina, por acumular energía sexual, por reprimir el deseo, y las medicaban con visitas periódicas al doctor: él levantaba la falda, frotaba el clítoris, y las curaba con un orgasmo.
De la mano se pasó al instrumento, un vibrador que ahorraba el cansancio del doctor y, en un promedio de 10 minutos, le daba a la mujer alivio. La maquina se compactó y se inició su comercialización: se encontraba en catálogos del hogar, junto a aspiradoras y batidoras, hasta que las estrellas porno empezaron a usarlo como juguete sexual y la Asociación Americana de Siquiatría decidió, en 1952, que la histeria no existía.
La enfermedad, la terapia y el instrumento perdieron validez –se le asoció con la perversión- y con ella la excusa perfecta de la mujer por ir a buscar –o proporcionarse ella misma- un orgasmo.
Más de medio siglo después de que su uso fuera ensombrecido, el artista estadounidense Clayton Cubitt hizo una serie de videos, “Literatura histérica”. En ellos se puede ver a distintas mujeres leer. El ritmo se entrecorta, ellas se contorsionan. Hay una pausa. Ríen y pierden el aliento. La razón es el vibrador entre sus piernas.
De acuerdo al autor, “lo que me interesa es la batalla del individuo entre mente y cuerpo y dónde está la línea del frente y cómo puedo manipularla”. Las reacciones de las protagonistas de los videos son claras: la frontera entre mente y cuerpo es fácilmente quebrantable.
¿Cómo derivó un problema siquiátrico en una obra de arte? En los 7 videos que conforman la serie, es claro cómo el placer sobrepasa la concentración de las lectoras, más allá de su voluntad por seguir con la lectura. Cubbit es fotógrafo, escritor y cineasta, pero su arte, en estos videos, va más allá de la estética, está en la transgresión, en la ruptura y la experimentación.
Para las mujeres, algo inherente a su cuerpo y su sexualidad se ve obstaculizado por la idiosincracia masculina que rige la sociedad, desde el tratamiento clínico hasta la satanización del orgasmo. Afortunadamente, hoy en día existe más apertura en estos temas, al grado de poder encontrar el video de un orgasmo femenino en una galería de arte.