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“Dijeron que no podían asomarse por las balas, que había mucha sangre regada”: normalista

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Toda la tortura era para eso,
buscaban la quiebra moral,
no la información.

Eduardo Galeano

(26 de marzo, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- Las balas de la policía alcanzaron a seis, pero los heridos por la represión del 26 de septiembre en Iguala fueron más. A medio año del ataque, los normalistas no sanan. Unos tienen miedo; otros, rencor. El síntoma común: vacío.

Andrés mira esa ausencia todos los días al despertar. Tres de los estudiantes desaparecidos eran sus compañeros de cubi: Israel Caballero, José Luis Luna y Magdaleno Rubén Lauro Villegas.

Una hora antes de que sus amigos tomaran el autobús hacia Iguala, Andrés recibió la visita de su hermano mayor: “No nos habíamos visto en días, quería invitarme un refresco… me quedé con él”.

Más tarde, un grito lo cambió todo: ¡Jálense, mataron a dos paisas! Aunque bajaron para ir a apoyar, las Urvan no se detuvieron, iban llenas.

“Queríamos ir a Iguala en la camioneta de 3 toneladas de la normal, pero llegaron personas de Tixtla a decir que todo estaba muy feo allá”, recuerda. “A partir de ese momento ya no dejaron salir más gente”. La agonía se compartió en la distancia.

“Por teléfono oíamos a los compas, hablaban llorando. Se oían los disparos, estaban arriba del bus. Dijeron que no podían asomarse por las balas, que había mucha sangre regada”. La llamada que escuchó Andrés venía del celular de Bernardo Flores, El Cochiloco. Después de los disparos no volvieron a oír más.

***

Andrés Catalán fue el alumno con mayor puntaje en el examen de conocimientos de su generación, la generación a la que le faltan 43. “La verdad, yo ya no iba a estudiar. Iba a irme a Estados Unidos, pero al llegar a la normal nos hacen ver la realidad de nuestro pueblo y cómo ayudaría uno siendo maestro rural”.

¿Por qué decidiste quedarte?

-“Por mis compañeros, conocía a todos los de mi grupo…La casa de Benjamín Ascencio Bautista está cerca de mi pueblo, igual que la de Magdaleno”.

Durante sus primeros días en Ayotzinapa, Andrés se dedicaba a la tierra y los boteos, como cualquier pelón de primer año. Después del 26, dice, “se vive con miedo”. Se sobrevive.

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