Se fue un año más, doce meses frustrantes para la inmensa mayoría de mexicanos. Pocos serán quienes tengan buenos recuerdos, gratos momentos para asirse de ellos como la única esperanza para enfrentar una realidad de agobios y amargura. Pocos son también los que tengan esperanzas en que el año 2016 será mejor. De hecho, los únicos optimistas son los beneficiarios de un sistema político reaccionario, del cual esperan mayores beneficios porque para eso cuentan con una clase política que trabaja exclusivamente con esa finalidad.
Nada bueno deja al pueblo el año 2015, aunque según la burocracia dorada el país va “por el rumbo correcto”. Sin embargo, desde cualquier punto de vista es absurdo semejante planteamiento. No puede ser “correcto” contar un millón más de pobres en las cuentas nacionales, saldo del “gobierno” de Enrique Peña Nieto; luego de tres años, la pobreza se incrementó en tres millones más. Tampoco puede ser “correcto” que las causas estructurales de la desigualdad, hayan recibido un firme empujón al mantener el salario mínimo en un nivel indignante.
Fue un pésimo augurio la entrega de la medalla “Belisario Domínguez” al poderoso oligarca Alberto Bailleres, el segundo o tercer hombre más rico de México. Significó la demostración plena de que el régimen sirve de plataforma de lanzamiento de grandes negocios para una minoría que sólo vive para acumular riqueza y gozar de privilegios por demás injustos. Peña Nieto se quitó la careta de político “demócrata” y, para que nadie tenga sombra de duda, se mostró tal como es: el responsable de garantizar la marcha eficiente de instituciones secuestradas por la oligarquía.
De ahí que pueda asegurarse, sin temor a equivocación, que el año que empieza la semana próxima no traerá nada positivo a las clases mayoritarias. Se creará un escenario de falsa mejoría económica en las entidades federativas donde habrá elecciones para gobernador, esto con el fin de que la derecha en el poder se mantenga firme, razón por la que Manlio Fabio Beltrones no tiene empacho en asegurar que el PRI ganará en los comicios del 2016. No repararán en gastos para comprar votos, al fin que los millones canalizados al pobrerío que sobrevive en la miseria, los recuperan con creces con gobernantes que mantienen incólume la cadena de complicidades que sostiene al régimen más corrupto de América Latina.
Es válido afirmarlo, ya que dinero hay de sobra en el país, pero se canaliza con el objetivo de mantener en magnífico estado el modelo neoliberal que favorece el saqueo de las riquezas nacionales. Es una mentira criminal, canallesca, decir que no alcanza el presupuesto federal para impulsar políticas públicas progresistas, como las que urge implantar para reducir los dramáticos niveles de pobreza que caracterizan a México. Lo que ocurre es que la principal tarea estratégica del régimen es precisamente crear más indigencia y desigualdad, porque tal situación favorece su sobrevivencia.
La cúpula oligárquica está decidida a todo con tal de que en el año 2016 se afiance la capacidad del sistema para someter a la población, al precio que se tenga que pagar. Así lo deja ver la proclividad de Peña Nieto en ampliar la capacidad de las fuerzas armadas para reprimir al pueblo llegado el caso. El propio secretario de la Defensa, semanas atrás, afirmó que “el ejército mexicano es ya el mejor del mundo”.
¿Acaso México es un país en guerra contra alguna potencia enemiga? Obviamente no. Pero el régimen sabe que se ha ganado la enemistad de las clases mayoritarias y no hay de otra que enseñar los dientes, como lo hace un león que se siente amenazado, y antes de tener que despedazar a quien tiene la osadía de molestarlo, considera que con un alarde de su poderío es suficiente para ahuyentar al audaz atrevido.
La tecnocracia reaccionaria en el poder sabe que el pueblo está al borde de la desesperación. Por eso enseña los dientes y se apresta a defender su preeminencia, a sabiendas de que en el 2016 corre el riesgo de tener que endurecer su capacidad represiva. Nada le salió bien a Peña Nieto, pues las famosas reformas estructurales no encontraron condiciones objetivas para concretarse. La realidad demostró que sin las remesas de los más de 12 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, la economía nacional estaría en total bancarrota.