En la inauguración de la 57 Semana Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, advirtió que la intolerancia y la intimidación no son la vía para imponerse sobre otros. Sin embargo, esto es precisamente lo que caracteriza a nuestro país, cada vez más alejado de un sistema democrático por la prevalencia de intereses de grupos minoritarios que se imponen a las clases mayoritarias por la vía de la intolerancia y la intimidación.
Un obvio ejemplo de tal realidad lo tenemos en el miedo de la oligarquía a que los mexicanos seamos ciudadanos con plenos derechos. Con todo el poder del Estado, el cual controla por su poderío económico, ha impedido que las clases mayoritarias tomen conciencia de su fuerza. El retroceso de la sociedad ha sido brutal, gracias a la eficiente labor de los medios electrónicos, la punta de lanza de intereses absolutamente contrapuestos a los del país.
Según Osorio Chong, “nadie puede pedir y solicitar acciones, programas o respeto a sus derechos violando los de los demás”. Pero conforme a la realidad, la élite oligárquica sí puede hacerlo, como lo prueban múltiples hechos que sería prolijo enumerar. Baste referirse al más notorio y reciente: la propuesta de Manlio Fabio Beltrones a modificar la reforma electoral de 2007, que puso fin al gran negocio que representaba para el duopolio televisivo la compra de espacios por los partidos, misma que favorecía a los que contaban con más prerrogativas, es decir el PRI y el PAN.
La derecha en el poder tiene pánico a la democracia, y la mejor forma de demostrarlo ha sido por la vía de la intolerancia y la intimidación. Se han violado impunemente las garantías de los ciudadanos una y otra vez, cada vez con mayor desvergüenza como quedó de manifiesto en los comicios del 2012. Seis años antes, un notorio fraude electoral había sido una clara demostración de intolerancia, que pudo llevarse a cabo merced al miedo que tiene la oligarquía a perder sus privilegios.
De ahí la dramática y acelerada descomposición del sistema político en los últimos lustros, pues la derecha en el poder se sostiene en base a la corrupción y la intimidación. ¿Acaso la propuesta de Beltrones no es un acto probatorio de ambos fenómenos? Sin embargo, tal situación ha rebasado límites permisibles, como lo prueba el afán del inquilino de Los Pinos de cortejar a las fuerzas armadas, principalmente a la Marina, actitud absurda que presagia tiempos aciagos para el pueblo mexicano.
Lo razonable sería que Enrique Peña Nieto se acercara a las clases mayoritarias, que demostrara una mínima sensibilidad social. Empero hace lo contrario, en una etapa crítica no sólo para el país sino para su “gobierno”. La corrupción se magnificó en el actual sexenio, lo que es del dominio público, y el acercamiento a las fuerzas armadas es una forma innegable de intimidación. Aun así, Peña Nieto sigue empecinado en mostrar un optimismo desbordante que choca duramente con la realidad.
Según él: “Hoy, difícilmente, alguien pone en duda los resultados de una elección al acreditarse fehacientemente cómo transcurre y el modelo de transparencia que hay en cualquier proceso electoral”. Si así fuera no estaría empecinado en frenar a toda costa, desde ahora, el avance incontenible del seguro abanderado de la izquierda verdadera en los comicios del 2018, Andrés Manuel López Obrador. Pero así como a Vicente Fox le falló su apuesta de desaforar al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, así le sucederá a Beltrones con su intención de cerrarle las puertas del duopolio televisivo.
Para ello cuenta con el apoyo y complicidad interesada de los dueños de las cadenas de televisión y radio, pues no pierden la esperanza de que los procesos electorales sigan siendo uno de sus más jugosos negocios. Por eso nuestro país es actualmente una rémora en el ámbito político latinoamericano, aunque Peña Nieto suponga lo contrario. El ejemplo que nos acaba de dar Argentina es un contraste innegable con los comicios mexicanos.
Esto debería tenerlo muy en cuenta la élite oligárquica para salir del pantano en que tiene sumido al país, pues también acabará ahogándose de seguir las cosas como van. ¿Por qué cree Peña Nieto que las reformas estructurales se están empolvando y finalmente se irán a la basura?