No será a finales de este siglo, como pronostican muchos de los modelos elaborados por los científicos, sino que ha empezado ya. El cambio climático, en efecto, ya ha calentado algunas zonas del planeta por encima de lo que el cuerpo humano es capaz de soportar, convirtiéndolas en mortales para nuestra especie. Y la extensión de esas áreas inhabitables por el hombre no hace más que crecer.
Para llegar a esta terrible conclusión, un equipo de investigadores de Estados Unidos y Gran Bretaña ha analizado y comparado datos de estaciones meteorológicas de todo el mundo, y ha descubierto que la frecuencia de temperturas húmedas (o de bulbo húmedo) superiores a entre 27 y 35 grados se ha duplicado desde 1979. La temperatura de bulbo húmedo es una medida de calor y humedad, que se toma con un termómetro cubierto por un paño empapado en agua. Y 35 grados de temperatura húmeda es el límite que un cuerpo humano es capaz de soportar. El estudio acaba de publicarse en Science Advances.
Más allá de la resistencia humana
Los seres humanos contamos con un eficaz mecanismo de enfriamiento que nos ha ayudado a extendernos a todos los rincones cálidos del planeta. Cuando la temperatura aumenta, las gotas de sudor exudan de nuestros poros y se evaporan, liberando así energía que enfría la piel y evita que nuestros cuerpos se sobrecalienten.
Pero más allá del umbral de los 35 grados de temperatura húmeda el cuerpo ya no es capaz de enfriarse por medio del sudor. E incluso niveles más bajos pueden resultar mortales, como se pudo comprobar en la ola de calor que asoló Europa en 2003, matando a miles de personas a pesar de que la temperatura húmeda no pasó de los 28 grados.
Las zonas más afectadas, por ahora
La mayor parte de esos aumentos de frecuencia se produjeron en el Golfo Pérsico, India, Pakistán y el suroeste de América del Norte. En localidades como Jacobabad en Pakistán y Ras al Khaimah en Emiratos Árabes Unidos, ese límite de 35 grados se ha superado por primera vez, cruzando repetidamente el umbral letal durante una o dos horas diarias, algo nunca reportado hasta ahora en la literatura científica.
«Cruzar estos umbrales implica un gran riesgo para la salud humana -explica Tom Matthews, uno de los participantes en el estudio-. Podemos decir que nos estamos acercando universalmente a ese umbrál mágico de los 35 grados. Y la verdad es que, en algunos casos, ya hemos excedido ese valor durante breves periodos del día».
A punto de cruzar la línea
El análisis global de los datos muestra, en efecto, que ese límite de supervivencia humana se ha superado ya, aunque en episodios breves, por lo menos una docena de veces durtante las últimas cuatro décadas. Desde luego, resulta inquietante comprobar cómo algo así está empezando a suceder ya, delante de nuestras propias narices.
Matthews advierte que esto es solo el principio. El calor extremo afectará muy rápidamente a más partes de Pakistán e India, donde millones de personan no tendrían la capacidad de adaptarse, por ejemplo, instalando aire acondicionado, como se ha hecho en algunos países del Golfo. E incluso si pudieran, eso requeriría grandes cantidades de energía para el enfriamiento, lo que agravaría aún más la dramática situación del clima. «Ya estamos exquisitamente cerca -dice Matthews-, más cerca de lo que pensábamos, de cruzar esa línea dibujada en la arena».
Esencial para nuestra especie
Para Colin Raymond, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA y primer firmante del artículo, el hecho de que las temperaturas ya hayan alcanzado ese límite fisiológico en algunos lugres de la Tierra «es un conocimiento esencial para nosotros como especie».
Junto a sus colegas, Raymond obtuvo datos de 4.576 estaciones meteorológicas repartidas por el planeta, en busca de posibles casos de temperturas extremas de bulbo húmedo en las casi cuatro décadas que van de 1979 a 2017. Tras eliminar algunas mediciones que no coincidían con las de otras estaciones cercanas o que parecían obviamente erróneas, surgió un patrón muy claro: ya se han producido temperaturas extremas de bulbo húmedo, especialmente a lo largo de las costas subtropicales, donde el aire cálido y húmedo del océano se encuentra con el aire caliente de la tierra.
Según los investigadores, si las emisiones de carbono no se reducen drásticamente y de forma inmediata, estos casos extremos y relativamente raros serán cada vez más comunes, y se extenderán a zonas cada vez mayores del planeta. Se trata de condiciones que serían insoportables para las personas sin tecnologías como el aire acondicionado, y hacen que cualquier actividad o trabajo al aire libre sea prácticamente imposible.
«Es probable que tengamos que repensar cómo vivir en lugares que experimentan condiciones que van más allá de lo que hemos evolucionado para soportar -concluye Raymond-. Vivir en el Golfo Pérsico en verano puede parecerse a vivir en el Polo Sur en invierno».