A partir de hoy nuestro país se ha convertido en el reino de la incertidumbre. Cualquier opinión que pretenda recogerse hablara de la ignorancia sobre el futuro, de la realización de cualquier evento que, como los que se han visto en las últimas fechas carezca de antecedentes en todos los renglones, ámbitos y terrenos. No hubo un solo punto del territorio nacional en el cual no se presentaran los actos de solidaridad y de protesta por los acontecimientos que tomaron un nombre: Ayotzinapa, pero que son producto de muchas otras inconformidades que van desde las que se presentan en los bolsillos hasta las que hablan de pérdidas irreparables, de ausencias incomprensibles, de dudas sobre existencias, de un futuro que de manera alguna garantiza mejores estadios de vida o de progreso. Como en el pantano, cada día nos hundimos más y la entrega de los recursos con los que se cuenta se ha convertido en una “cena de negros”.
Anoche, pasadas las 22 horas, cuando la fuerza pública decidió invadir la plancha del Zócalo capitalino, del espacio que le pertenece a los ciudadanos, que no es de invasión, que significa un punto de reunión que garantiza la seguridad de todos y para todos, para sus manifestaciones, para las protestas, para la diversión, para las celebraciones, se presentó la imagen menos esperada, la lucha desigual de unos contra otros. De los armados y de los desarmados. De los que tienen el dolor y la razón de su lado y de los que solo cumplen órdenes, cierran los ojos y esperan una compensación monetaria por lo que ayer estuvieron dispuestos a ejecutar. Esta jornada nacional ejemplifica el hartazgo y es, al parecer, un punto de partida. El rumbo sigue siendo la gran interrogante.
No solo se trata de la vestimenta en color obscuro, sino de la actitud de los mexicanos que no parece que se encuentren dispuestos a soportar más farsas, engaños, simulaciones y promesas que nunca se cumplen, por más notarios que emitan una fe pública que, por cierto, nunca supervisan que se cumpla. Las concentraciones fueron multitudinarias, inesperadas para el propio gobierno que encontró en el campo militar el refugio para hacer llegar el mensaje de la división entre el desfile cívico-deportivo-militar que se llevaba a cabo en esta fecha de conmemoración de la Revolución Mexicana. El 20 de noviembre llevaba como etiqueta la reconciliación de los revolucionarios, de los rebeldes, con las fuerzas armadas gubernamentales, México es uno y los mexicanos sus propietarios.
Ayer fue el día en el que los militares estuvieron a recibir sus preseas, reconocimientos, ascensos, de manos del gobierno al que han jurado respaldar y respetar y el pueblo… ese estaba fuera de contexto, considerado como una amenaza, como el desestabilizador de una paz social que ha sido, durante las últimas décadas totalmente ficticia. Miles y miles se presentaron, salieron a las calles, inundaron las avenidas más importantes de cada punto de nuestra geografía, de Norte a Sur, de un extremo a otro. Hubo la intención de tomar el aeropuerto capitalino, el del DF, el que conecta a nuestro país con el resto del mundo; sin embargo algo sucedió que, en principio, los llevo a rechazar que tuvieran que retirarse del lugar a bordo de los vagones del Metro, los cuales ponían a su disposición de manera gratuita.
Ahí estaban más de 500 sujetos que, encapuchados, pretendían reventar las protestas de manera violenta. “Casualmente” la policía atrapó a 15 de ellos, es decir al 3 por ciento, cuando los uniformados integraban un contingente de varias centenas. Es a partir de ese momento cuando se crea la conciencia entre los marchistas de que las infiltraciones de grupos de choque están a la vista y que la pretensión es provocar la violencia para que el gobierno federal tenga argumentos para justificar la violencia que dicen debe evitarse y un aplastamiento de la sociedad como en ningún otro tiempo, ni siquiera durante el mandato de Díaz Ordaz se generó.
Las marchas en Nuevo León, en Guerrero, en Michoacán, Jalisco, Quintana Roo, Chiapas, Veracruz, Baja California, Sonora, Coahuila, Durango, Colima, Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas, Hidalgo, Oaxaca, Aguascalientes, Estado de México, sirvieron de ejemplo para subrayar que siendo la República Mexicana un mosaico diversos en costumbres, forma de vida y subsistencia, en materia económica y social totalmente distintas, se unieron en una marcha que va en sentido contrario a lo expresado por el titular del Ejecutivo en esta misma fecha. Y a ella se unieron también los telefonistas, los electricistas, organizaciones de derechos humanos, de distintos rubros que han buscado beneficiar a la población en distintas áreas ante la incapacidad del gobierno para hacer frente a sus obligaciones.
Enrique Peña Nieto hablo de un país que esta “dolido”, y señaló que la única vía es la de la paz y la justicia, puesto que “atentar contra las instituciones es atentar contra los mexicanos”. Sus expresiones siguen alimentando la inconformidad ya que paz y justicia es la demanda generalizada que es obligación del gobierno garantizarle a los ciudadanos y es exactamente lo que hasta ahora no se ha visto con todo y que han transcurrido dos años en los que las reformas que solo hablan de ingresos y dinero han ocupado un lugar prioritario en tanto que la sociedad se hunde.
“En un estado democrático como el nuestro, es inaceptable la violencia, cualquier a que sea su origen”, señaló al tiempo en el que los medios extranjeros señalaban una marcha nacional que llevó a cientos de miles de mexicanos a las calles en forma pacífica. De ahí que quedara al descubierto que los intentos de violencia fueron los de los grupos de choque que cobran en las nóminas gubernamentales. Agregó que “los mexicanos rechazamos categóricamente cualquier intento de provocarla y alentarla”. De ser así ¿Por qué no pregunta a cuál de los integrantes de su gabinete se le ocurrió la brillante idea de reventar estas manifestaciones y quien o quienes ofrecieron todas las seguridades a los gobernadores que “pusieran orden en sus Entidades” si se provocaban incidentes peligrosos?
Estas expresiones surgieron dentro del Campo Militar, en donde habló de que “cuando algunos elementos de las Fuerzas Armadas incumplen su deber es desafortunado que se señale a toda una institución que en innumerables ocasiones ha probado su amor, entrega y lealtad de México”. Y siguió con una serie de calificativos en honor del general Salvador Cienfuegos lo cual marca que es con las fuerzas armadas con las que cuenta realmente para poder enfrentar las crisis, es decir, con el autoritarismo uniformado y en cumplimiento de órdenes.
Con el transcurrir de una marcha de la cual usted tendrá muchos pormenores que hablan incluso de la solidaridad mostrada en muchos países del mundo como Alemania, Cuba, España, Puerto Rico, se tuvieron momentos de gran tensión. Hubo represión y no se detuvieron con todo y que sabían que existían 100 visitadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. De ahí que cerca de las 9 de la noche se iniciaron actos contra el inmueble emblemático del país, el Palacio Nacional, que son rechazados en su autoría por los activistas quienes manifestaron una y otra vez su preocupación por la inexistencia de “condiciones para garantizar y respetar el derecho a la protesta nacional”.
Para los ahí congregados es claro y visible que los grupos de choque, los “halcones” los hombres que antes portaban guantes blancos fueron enviados para desvirtuar todas estas protestas que tienen base y que son producto del hartazgo al que se llegó cuando secuestraron y tienen desaparecidos a los 43 normalistas. Señalan que antes de ellos hay otras decenas de niños que fallecieron víctimas de un incendio en Hermosillo, los de la guardería ABC, y que de este hecho los políticos se han hecho cómplices de los asesinos para no culpar a nadie, como si tal evento hubiese surgido solo. Contemplan además los daños que sufren los que sobrevivieron y a los que, durante un tiempo los utilizaron como escudo para después abandonarlos.
Por ello es que afirman que prevalece “la simulación en un contexto de anormalidad institucional, corrupción e impunidad en zonas del país con total ausencia del Estado de Derecho y sin vigencia de gobernabilidad democrática”. Agregan que las autoridades –y especialmente Peña Nieto- exigen aquello que no cumplen, demandan civilidad y apego a la Ley, cuando ellas han hecho de la ilegalidad algo cotidiano y de la legalidad un discurso vacío cuando se trata de sus obligaciones. Ayotzinapa, dijeron, dejó al descubierto las fallas institucionales incapaces de dar seguridad y justicia, generando que las movilizaciones aumenten como vía de reclamo y exigencia social y como forma de control democrático directo sobre los poderes públicos.
Para no pocos mexicanos esta fecha es un parteaguas, el día en el que el gobierno mostró temor a los ciudadanos al tiempo que les envió a los uniformados para contener lo que sigue siendo capaz de reconocer: los daños de una política errática. Son ya dos años y no se ve que los cambios se presenten ya que se mantienen los discursos con las mismas expresiones que hablan del ejercicio de las justificaciones yno de la presencia de soluciones.