La historia de Carolyn y José Ramón López Beltrán no tiene un solo autor, es el primer montaje colectivo del conservadurismo con miras a la elección de 2024. Primer golpe insuficiente, fallido. Van desnudos los que se unieron a coro.
Los conservadores se apresuraron a construir una escenografía tratando de hacerla pasar por un “trabajo periodístico” y se aventuraron con la conclusión: que Pemex había entregado un contrato multimillonario a la empresa Baker Hughes por intermediación de José Ramón López Beltrán.
La “prueba” con la que intentaron montar la mentira era que José Ramón López Beltrán y su esposa Carolyn Adams ocuparon una casa en Houston de un exalto ejecutivo de la compañía.
Mexicanos Contra la Corrupción, Latinus y Carlos Loret presumieron la “investigación” como propia, pero fueron otros medios como Reforma que buscaron “profundizar” en la nota y otros más que se sumaron al coro estridente del conservadurismo para tratar de pasar una mentira como “verdad”.
La sentencia que lanzaron en medios tradicionales y en las redes sociales desde sectores acostumbrados a vivir del erario y del tráfico de influencias fue la siguiente: AMLO es simulador, su familia no es austera y además es corrupta.
Su primer error fue tratar de involucrar sin pruebas directamente al presidente y de pensar que podían levantar un tsunami mediático que llevara, si no a la renuncia de AMLO, si a que claudicara y se retractara en su lucha por la transformación del país.
En su ansiedad de imponer el “todos somos iguales”, los adversarios de presidente cometieron errores periodísticos elementales o tal vez premeditados, como tener la versión de todos los involucrados.
La pieza de desinformación carecía, de entrada, de las voces de los protagonistas. No incluía la postura de José Ramón López Beltrán y/o Carolyn Adams, la de Keith Schilling, el arrendatario , Pemex ni la empresa Baker Hughes.
Mientras los conservadores tenían un megáfono para amplificar artificialmente sus consignas y sentencias, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue paciente, pidió una investigación sobre su hijo, a sabiendas que no encontrarían nada y tuvo la habilidad por apuntar hacia los grupos de interes político y económico de los cuales Carlos Loret es un mensajero caro.
En paralelo fue Carolyn Adams quien con sus réplicas dio la estocada a la mentira y sus ramificaciones. Adams ha demostrado que estuvo buscando una casa en renta y que un agente inmobiliario fue quién le ofreció la vivienda que resultó ser de Keith Schilling un exejecutivo de Baker Hughes que no trabajó para el mercado energético en México.
Para agregarle un grado de dificultad a su montaje, en Mexicanos Contra la Corrupción sugirieron que el matrimonio de Adams y López Beltrán no tenía contrato de arrendamiento con Schilling, por lo que no habría pagado por la renta del inmueble y eso probaría que era una dádiva.
De entrada, ¿suena lógico que a uno le pagaran un soborno de un contrato gigante con la renta de una casa? Priistas y panistas en sexenios pasados bien saben que sus exigencias eran de cañonazos de millones y por adelantado. Por eso hoy no rentan casas sino son dueños de mansiones multimillonarias.
De cualquier manera, Adams pudo demostrar tambien que sí existía un contrato y las transferencias bancarias de las rentas. Con lo cual se cae el mito de que una empresa proveedora de Pemex por hace más de 60 años había obtenido un contrato supestamente por tráfico de influencias en este sexenio.
Por cierto, el vicepresidente de Baker Hughes, Robert Pérez, ha planteado: “no encontramos ningún conflicto de interés, nada irregular”. Indica que el contrato con Pemex se dio en el marco de la ley y que el exejecutivo Keith Schilling trabajó solo para EU y Canadá, no para México.
Después de destruido el montaje, los que van desnudos, si tuvieran respeto por sus lectores y audiencias estarían ofreciendo disculpas por la calumnia en contra de AMLO y el matrimonio de Adams y López Beltrán, pero no lo harán porque no les interesa la verdad sino lo que piensan que aún pueden lograr con mentiras.
