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El pensamiento pequeño-burgués y el delirio fifí

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Recientemente se ha manifestado un problema ideológico de gran interés para el análisis de la vida pública. Como se sabe, las economías capitalistas están divididas estructuralmente entre ricos y pobres, o para decirlo formalmente: clase capitalista y clase trabajadora. Esto produce que las experiencias de cada uno de los grupos sean particularmente diferentes.

Pocos son los espacios en los que se cruzan las actividades cotidianas en un entorno donde no esté de por medio una relación de dominio (particularmente en el lugar de trabajo o estructuras de subordinación en general). Pero además hay detalles importantes a considerar: la clase dominante ha interiorizado una justificación de que el actual estado de cosas es el único válido y racional.

Es una situación diferente la de la clase trabajadora que, siendo víctima del abuso y la carencia, tiende sistemáticamente a ser crítico de las condiciones en los que se desenvuelve.

El problema viene con la diversificación de los estratos entre estas clases, entre los capitalistas están los grandes multimillonarios (el 1%) y el 9% restante de capitales grandes y medios que se benefician de la explotación generalizada pero que, y esto es la diferencia cualitativa, son propietarios de medios de producción (dueños de fábricas o de títulos financieros). Pero por el lado del trabajo tenemos que la estratificación es mucho más variada puesto que existen una gran cantidad de actividades diversas que acompañan el proceso general de producción colectiva por lo que su “éxito” se mide mediante el ingreso (un asunto cuantitativo) y no sobre su cualidad.

Es decir, ninguno es dueño de medios de producción, sino que solo compiten por una jaula más cómoda. Es en este caso en el que el tipo de consumo (y no la propiedad) cobra relevancia.

Así, se genera una cultura del esfuerzo y de la falsa meritocracia (echeleganismo) que proyecta una mejora del estatus social debido al tipo de consumo que se realiza. De ahí que la competencia por un mayor ingreso se vuelve fundamental, aunque esto solo sea una apariencia pues no se discute el asunto de la propiedad. En este caso se crea una capa dentro de la clase trabajadora de ingresos altos y medios que caen en la ilusión de que pertenecen a la clase capitalista. Claro que pueden ser propietarios de casas o autos, o incluso de pequeños negocios, pero no de medios de producción en el nivel promedio de la verdadera clase capitalista.

Esta capa ideológicamente se vuelve particularmente reactiva y violenta puesto que lucha intensamente por convertirse en multimillonario y comienza a revelarse contra todo aquello que signifique mejoramiento de la situación económica de la clase trabajadora pues permanece bajo la ideología del esfuerzo individual. Especialmente cuando en un país se vive un proceso de revolución social que busca reorganizar la propiedad para beneficio común. Es entonces cuando el pensamiento pequeño-burgués se vuelve agresivo y delirante puesto que observa en la evolución del proceso político una amenaza a sus propios intereses, rompiendo con su ilusión de llegar al paraíso y convertirse en un multimillonario más.

Una expresión de este delirio es el que hemos visto en las impugnaciones que los fifís realizan sobre el proceso de transformación de nuestro país.

Están muy atentos a que los personajes de este proceso social no gocen del tipo de consumo que identifican como exclusivo de sus aspiraciones. Así, tener un iphone o comprar en city market se vuelve una prueba irrefutable de que han abandonado su congruencia para demostrar que, en el fondo, no se busca una liberación sino simplemente una jauría diferente de egoístas que no pueden ver más allá de la ganancia.

En este caso es importante recordar que los movimientos de izquierda no se centran en la expansión de la pobreza sino, al contrario, parten del objetivo de que los beneficios de la civilización sean ampliamente extendidos para la mayoría. Debemos recordarle al pequeño-burgués que los beneficios del cambio social también son para ellos puesto que se aliviará su delirio individual por pertenecer a una clase que no es la suya y podrá emerger una convicción social de que la verdadera riqueza es colectiva o no será.

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