El testimonio de A. es la pregunta de muchos, ¿de dónde ha salido el Virus del Papiloma Humano en mis genitales, si no hubo penetración en esa zona?, ¿y por qué a mí, si soy varón y esto es exclusivo de mujeres? Las respuestas los pueden sorprender.
Valentina Pérez Botero / @vpbotero3_0
(04 de octubre de 2013).- “Sentí un ardor, una especie de lesión en el ano”, recuerda A., mientras hace memoria de aquellos días en los que el dolor parecía haber salido de la nada.
“Lo sentía herido, raro, pero no veía que tuviera nada extraño. Yo había sido el activo [el hombre que penetra a otro hombre] y no tenía por qué tener ningún tipo de rasgadura o cualquier otra enfermedad. Usé condón”.
Empezó como un dolor leve, pero mientras pasaron los días se fue intensificando la molestia, por lo que empezó a tomar antiinflamatorios pero la sensación no se iba: quemaba. A los 15 días el malestar dio paso al síntoma que guió el diagnostico, unas pequeñas verrugas –condilomas acuminados– que lo determinaron; había contraído Virus del Papiloma Humano (VPH).
La ficha técnica de A. no entra en el perfil de riesgo que las secretarías de Salud, tanto federal como local en la Ciudad de México, determinan como su población clave en el VPH: no es mujer. Es un hombre de veintitantos, sexualmente activo, que tiene sexo con otros hombres.
¿De dónde había salido, entonces, aquella enfermedad?
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La prevención del VPH se ha orientado a la mujer y específicamente a la vagina, por el repunte de muertes de cáncer cérvico-uterino, pero no es exclusivo ni de ese sexo ni de esa zona: el ano y pene, por ejemplo, también están expuestos no sólo a ser portadores sino a desarrollar verrugas e, incluso, cáncer.
Pese a ello, los programas para la prevención del VPH en México, basados en la aplicación de las dos vacunas desarrolladas –Gardasil y Cervarix–, se han centrado en la niñez femenina.
A. aún puede ver a su ano sin florituras: un puño cerrado en el que la comisura de los dedos apretados delinea la apariencia del orificio que una atención médica temprana salvó.
“Fue relativamente fácil”, dice mientras trata de encontrar dónde y cómo se dio la transmisión, “quizá fue en un cuarto oscuro”.
Los “cuartos oscuros” son bares gay con un espacio –casi siempre una recámara o un piso completo– levemente iluminado donde el hombre que entra busca sexo a tientas a otros dispuestos a todo, con todos.
El virus pudo haber viajado de la zona infectada de un anónimo a la mano de un segundo y finalmente al ano de A., donde encontró la mucosa para desarrollarse. Una característica básica del VPH: se contagia por contacto, no necesariamente sexual.
Además, hay más de 100 tipos y sólo entre 30 y 40 afectan áreas genitales; el más peligroso es el tipo 6, que junto con el 11 causa el 90 por ciento de las verrugas genitales y en seis de cada diez casos puede volverse cáncer en el ano, pene, boca y hasta garganta.
Y si se les deja crecer, matan.
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“Durante los 30 años del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en México y del estudio de otras Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) nos pudimos dar cuenta de muchos patrones de la sexualidad mexicana” explica Manuel Arellano, subdirector de Vinculación e Integración Comunitaria del Programa VIH-SIDA de la Ciudad de México.
“Nos enseñó, por ejemplo, que los gays no son los únicos que tienen sexo anal”, continúa Arellano en un intento de separar el estigma del VPH anal de la homosexualidad y desligar el desarrollo de este virus a la vagina.
Las cifras de la Asociación Americana de Cáncer lo corroboran: de 7 mil 060 nuevos casos que se presentarán de cáncer anal en Estados Unidos en 2013, 4 mil 430 serán de mujeres y 2 mil 630 de hombres. Las muertes por este tipo de cáncer también son mayores en la población femenina pero ni exclusiva de ella ni de los homosexuales.
En México no existen cifras que desglosen el contagio de VPH ni las zonas a las que afecta. En lo vinculado al cáncer, que puede desarrollar el VPH en cualquiera de las zonas que se asiente, las cifras de mortalidad por tumores malignos se encuentran, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), entre las tres causas más frecuentes de muerte entre los mexicanos –cáncer de pulmón, mama y cérvico-uterino.
Aunque el cáncer anal no sea tan mortífero en México, el alto índice del cérvico-uterino debería alarmar a las autoridades: las cifras de mayor incidencia de cáncer de ano en mujeres no sólo indica que el sexo anal también lo practican ellas, indica que el VPH migra; las mujeres que han padecido del virus en el tracto vaginal tienen más probabilidades de tenerlo en el ano, o en cualquier otra zona.
El VPH anal representa otro reto frente al cérvico-uterino, no existe un examen preventivo confiable, como el papanicolau o citología, que se pueda realizar de forma periódica.
La única salida, advierte Arellano, “es mejorar los hábitos de protección y de salud. Visitar al proctólogo, usar condón. El VIH ha invisibilizado el riesgo de muchas otras ITS, pero cuando prevenimos la transmisión de VIH también lo hacemos para el resto”.
