Aunque el SIAPA presume abastecer a la mayor parte de la ciudad, miles de familias en colonias populares siguen viviendo entre tandeos, pipas y garrafones, mientras fraccionamientos exclusivos y clubes privados mantienen pasto perfecto todo el año.
El agua que le llega a la mayoría de los tapatíos no es la misma que riega los jardines de lujo del poniente metropolitano. En el Área Metropolitana de Guadalajara, alrededor de 150 colonias siguen sin estar conectadas a la red del SIAPA; eso significa que cerca de medio millón de personas dependen de pozos, tomas irregulares o camiones cisterna para tener agua en casa.
Una investigación del IMDEC, con datos del INEGI, documentó además que 60 colonias del AMG —con 5,679 viviendas— ni siquiera cuentan con red formal de agua potable y son abastecidas de forma intermitente por pipas. No es un problema aislado: la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco ha emitido posicionamientos específicos sobre el desabasto sistemático de agua potable en la zona metropolitana, reconociendo que afecta el derecho humano al agua de miles de familias.
La paradoja es que la escasez no se distribuye parejo. Académicos de la Universidad de Guadalajara subrayan que el problema ya no es sólo de disponibilidad del recurso, sino de mala distribución y desigualdad en el abasto: quien puede pagar vive prácticamente sin cortes; quien habita en colonias populares enfrenta semanas enteras de baja presión, tandeos y agua turbia.
Mientras tanto, al poniente de la ciudad, zonas de alta plusvalía como Puerta de Hierro y el entorno de Andares se promocionan como fraccionamientos “de lujo y alta seguridad”, rodeados de centros comerciales, hoteles de cinco estrellas y clubes de golf con pasto verde todo el año. Ahí el agua no se mide por garrafón, sino por hectáreas de césped y albercas climatizadas.


