A raíz de los fracasos reiterados de la oposición en sus múltiples intentos por dañar la imagen del presidente y reducir la aprobación que la población le ha otorgado a su gobierno, López Obrador, con la generosidad que lo caracteriza -dado que no va a cobrarles ni un centavo por estos servicios de asesoría política tan costosos- ha dedicado últimamente algunos minutos de las conferencias matutinas a brindar unos cuantos consejos a sus contendientes para que “ya no hagan el ridículo”:
A Claudio X. González y Gustavo de Hoyos que anunciaron la creación de la nueva plataforma opositora -la cual lleva el nombre de “Unid@s”- con la que planean reorganizar las filas tras el fracaso de ‘Va por México’ y la ruptura entre PRI, PAN y PRD, les recomienda “para que ya dejen de estar espiando, gastando dinero y calumniando que el ciudadano vota por tres cosas…:
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- Por la organización política; puede ser un partido, dos partidos, una coalición o una alianza.
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- Por el candidato.
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- El programa; lo que proponen.
No es nada más estar diciendo que somos nacos, populistas o no sé qué más, sino qué proponen”.
Y sí, más allá de estos golpes mediáticos, de difusión de noticias falsas, de calumnias cotidianas por radio, televisión, prensa escrita, tendencias en redes sociales y cadenas de WhatsApp, ¿qué proponen? Sobre todo, ¿pueden manifestarle, en voz alta y a todo pulmón, sus pretensiones y lo que verdaderamente quieren para México, a los millones de ciudadanos cuyo voto buscan para regresar a la presidencia? ¿O será que tanto ruido, tantas mentiras, tanto humo, también tienen como propósito ocultar que no ofrecen nada más que su descomunal codicia a la que le urge volver a saquear los recursos públicos para bienestar de unos cuantos como sucedió durante décadas?
Entonces, ¿qué les queda? Pues lo que están haciendo: echar mano a la llamada ingeniería de la duda, es decir, a la fabricación de la controversia artificial y del engaño, al hostigamiento de los hechos y a la modificación permanente del pasado.
David Michaels, profesor desde 2017 en el Milton Institute de la Escuela de Salud Pública de la Universidad George Washington y epidemiólogo estadounidense, fue administrador de la OSHA (Administración de Seguridad y Salud Laborales). Como conocedor de las manipulaciones de los consultores de empresas encargados de detener o frenar la regulación de materiales y productos nocivos para la salud, creó el concepto ingeniería de la duda y escribió un libro al respecto: Doubt is their Product (La duda es su producto). Muestra cómo esos manipuladores consiguen crear confusión para impedir o, por lo menos, retrasar la legislación que pueda afectar los exorbitantes beneficios económicos que obtienen a costa de la vida, la salud y el bienestar de las personas.
No tiene nada que ver con la sana duda científica constructora de conocimiento, sino a esa sospecha malsana que la insidia busca sembrar.
Se trata de un proceso de tergiversación y de reconstrucción de la realidad en la que han trabajado desde hace varias décadas cientos de grandes empresas, sus consultores y los científicos para contradecir las mismas leyes de la gravedad. Si esto les ha resultado cuando se ha tratado de defender productos nocivos para la salud (como el glisofato, el cromo 6, el tabaco, el azúcar, etc.,) contra evidencias científicas que prueban los daños que causan, ¿por qué no iba a funcionar en el ámbito político?
¿Cuál es su fin? Así como la industria tabacalera, por mencionar un ejemplo nada más, mediante la orquestación de una campaña de relaciones públicas, generó dudas durante mucho tiempo sobre las causas del cáncer del pulmón con el propósito de achacarlo a otros factores y no al cigarro, apelando de manera sesgada a estudios científicos engañosos, la oposición pretende generar la duda sobre el gobierno de AMLO a fin de que la población considere que puede ser posible que sea igual o peor que los gobiernos pripanistas.
El libro de la ex esposa de César Yáñez y las filtraciones de las Guacamayas (las cuales ya operan como cheque en blanco para publicar notas escandalosas, aun cuando carezcan de los elementos básicos que doten de la mínima credibilidad a un trabajo periodístico; sólo basta decir que proviene del guacaleaks para su difusión, sin que el lector o escucha sepa si realmente se obtuvo del hackeo a la Sedena o es un invento), son los más recientes productos de este taller de “hechos” alternativos dirigidos a destrozar las verdades que para la oposición han resultado muy incómodas: los logros del gobierno de AMLO que la población aprueba.
Su empeño en patrocinar a mercenarios de la pluma, a gente interna despechada, a pistoleros mediáticos, está alcanzando un paroxismo tal que ya no les importa siquiera guardar las formas. La periodista Nancy Flores (@nancy_contra) de la revista Contralínea, en un tuit a propósito de los numerosos errores, así como de la falta de rigor y evidencias presentes en el libro El rey del cash (en las cuentas de TW de @hectoralexx y @jgnaredo puede encontrarse un análisis detallado de estas equivocaciones y mentiras) se pregunta:
“La verdad sí me sorprende que en una casa editorial se haya omitido el trabajo de los editores. En la elaboración de un libro participan también expertos en verificación y las áreas jurídicas que también exigen pruebas de todo lo que se afirma. ¿Falló o entraron a la contienda?”.
Tal vez pueda hallarse la respuesta si se recuerda que los poderosos consorcios empresariales incluyen en sus carteras de inversión a compañías de radio, televisión, periódicos y, por supuesto, editoriales. Su labor en la fábrica de la realidad alternativa es preponderante. Son indispensables cuando se trata de destruir a cualquiera que se atreva a tocar sus intereses económicos.
Para desgracia de la oposición, no puede producir ella misma toda la información que recibe la gente. Muchos datos se encuentran fuera de su alcance y documentan, por un lado, los efectos desastrosos de los sexenios pripanistas y, por el otro, los buenos resultados del gobierno de López Obrador. Por eso sólo le queda refutarlos, criticarlos, neutralizarlos, atacarlos, denigrarlos, restarles credibilidad, en suma, obstaculizar la difusión de esta verdad incómoda. A su favor cuenta con el enorme poder que representan los grandes medios de comunicación. Gracias a esto es que ha podido propagar diatribas infundadas sin valor alguno que, en algunas personas, sí ha generado esa duda que buscan.