El Canal de Panamá como Barrera de Filtrado para Productos Chinos
El comercio global está en plena reconfiguración, y el Canal de Panamá se ha convertido en un punto crítico en la batalla por el control de la cadena de suministro de semiconductores. Con el avance de la manufactura china en la producción de chips y dispositivos electrónicos, Estados Unidos está explorando formas de restringir la entrada de productos que violan patentes o que desafíen las normativas de propiedad intelectual.
El gobierno de EE.UU. ya ha intensificado el escrutinio sobre los productos tecnológicos provenientes de China, especialmente aquellos que podrían infringir patentes estadounidenses. Si bien hasta ahora el foco ha estado en las restricciones a través de aranceles y sanciones directas, el Canal de Panamá emerge como una posible barrera de filtrado. En este sentido, Washington podría presionar a las autoridades panameñas para establecer controles más estrictos sobre los embarques con destino a América del Norte.
Esto representaría un problema mayor para China, cuyo modelo de producción depende en gran medida del reensamblaje de componentes y su exportación masiva a través de rutas marítimas estratégicas. Con este nuevo frente abierto, Pekín podría verse obligado a buscar rutas alternativas o asumir costos más elevados para garantizar la llegada de sus productos al mercado estadounidense.[1]
La IA de Trump vs. La IA de China: Una Guerra Tecnológica y de Poder
Mientras las tensiones comerciales aumentan, la disputa entre Estados Unidos y China ha trascendido los aranceles y las restricciones comerciales para adentrarse en una nueva arena: la inteligencia artificial.
La administración de Donald Trump, en su regreso a la escena política, ha prometido duplicar las inversiones en IA con un enfoque estratégico para contrarrestar el avance de China. El expresidente ha insistido en que EE.UU. debe recuperar su supremacía en tecnología avanzada, asegurando que las empresas estadounidenses lideren el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial para defensa, ciberseguridad y manufactura.
Por otro lado, China no se ha quedado atrás. Con gigantes como Huawei y Baidu invirtiendo miles de millones en chips dedicados a IA, el país asiático busca reducir su dependencia de NVIDIA, AMD y Qualcomm, y desarrollar su propia infraestructura de computación avanzada. Sin embargo, el bloqueo de EE.UU. a la exportación de chips avanzados y herramientas de fabricación ha ralentizado significativamente el progreso chino en esta área.
La pregunta clave es: ¿podrá China superar las barreras impuestas por EE.UU. o quedará relegada en la carrera de la inteligencia artificial?
La Capacidad de Fabricación perdida por EE.UU.: ¿Un Renacimiento?
Durante las últimas décadas, Estados Unidos trasladó gran parte de su capacidad de manufactura de chips a Asia, principalmente a Taiwán y China. Sin embargo, con la crisis de suministro de semiconductores que golpeó a la industria automotriz y tecnológica en los últimos años, Washington ha decidido revertir esta tendencia.
El gobierno de Joe Biden lanzó la Ley CHIPS, con incentivos por más de $52,000 millones para impulsar la fabricación de semiconductores en EE.UU. Empresas como Intel, TSMC y Samsung han anunciado megafábricas en Arizona y Texas, buscando reducir la dependencia de Asia y garantizar un suministro más estable de chips estratégicos.
No obstante, reconstruir esta capacidad no es tarea fácil. Las fábricas de chips no se construyen de la noche a la mañana, y mientras EE.UU. intenta ponerse al día, China sigue expandiendo su capacidad de producción con inversiones agresivas.
El tiempo dirá si EE.UU. puede recuperar su antigua gloria en la manufactura de chips o si China mantendrá su ventaja en producción masiva.
La Patente como Arma: Estados Unidos y su Ventaja en Modelos Electrónicos
Uno de los principales problemas para China es el enorme volumen de patentes tecnológicas registradas en EE.UU. Solo en el sector de semiconductores y modelos electrónicos, las empresas estadounidenses tienen cientos de miles de patentes, lo que les otorga una ventaja legal y comercial.
Esto significa que cualquier empresa china que busque fabricar chips avanzados sin pagar licencias puede enfrentar demandas millonarias y bloqueos comerciales. Este mecanismo ha sido utilizado por compañías como Qualcomm, que ha demandado a Huawei en múltiples ocasiones por violaciones de patentes en el diseño de chips y módems 5G.
En este contexto, la guerra no solo se libra en las fábricas y laboratorios, sino también en los tribunales, donde EE.UU. sigue imponiendo su supremacía a través de litigios estratégicos.
Aranceles, Inflación y Desabastecimiento: ¿Quién Soporta Mejor la Crisis?
Las restricciones comerciales han generado un efecto dominó en la industria global de semiconductores.
Por un lado, los aranceles a productos chinos han encarecido los costos para las empresas estadounidenses, lo que ha contribuido a la inflación. Por el otro, China enfrenta una crisis aún mayor debido a la escasez de equipos avanzados para fabricar chips, lo que ralentiza su industria tecnológica.
Mientras EE.UU. busca producir más chips localmente para evitar el desabastecimiento, China intenta diversificar sus proveedores y desarrollar su propia tecnología. Sin embargo, el camino no es fácil para ninguna de las dos potencias.
¿El fin de los Distribuidores de Chips? La Industria Se Transforma
En medio de este caos, la forma en que se comercializan los chips también está cambiando. Tradicionalmente, los fabricantes dependían de distribuidores intermediarios para vender sus productos, pero eso está llegando a su fin.
Empresas como TreviPay han revolucionado la industria al ofrecer herramientas de pago y logística que permiten la venta directa del fabricante al cliente final. Esto significa que millones de dólares que antes se quedaban en los distribuidores ahora son reinvertidos en innovación y expansión.
Para las empresas chinas, esto representa un desafío aún mayor. No solo enfrentan barreras comerciales y restricciones tecnológicas, sino que ahora también tienen que adaptarse a un nuevo modelo de comercialización que reduce su margen de maniobra.
Conclusión: ¿Quién Ganará esta Guerra?
Estados Unidos y China están inmersos en una nueva guerra comercial y tecnológica, en la que los semiconductores y la inteligencia artificial son las principales armas. El Canal de Panamá se ha convertido en un punto estratégico en esta batalla, ya que Estados Unidos podría utilizarlo como barrera de filtrado para restringir la entrada de productos chinos que infringen patentes o desafían normativas de propiedad intelectual. Washington podría presionar a las autoridades panameñas para establecer controles más estrictos sobre los embarques con destino a América del Norte, lo que obligaría a China a buscar rutas alternativas o asumir costos más elevados.
Mientras tanto, la disputa ha trascendido los aranceles y restricciones comerciales para adentrarse en la inteligencia artificial. La administración de Donald Trump ha prometido duplicar las inversiones en IA con un enfoque estratégico para contrarrestar el avance de China. Empresas como Huawei y Baidu han invertido miles de millones en chips dedicados a IA con el objetivo de reducir su dependencia de NVIDIA, AMD y Qualcomm. Sin embargo, las restricciones impuestas por EE.UU. han ralentizado significativamente su progreso.
Uno de los desarrollos más preocupantes en este enfrentamiento es DeepSeek, el modelo de IA chino diseñado para desafiar la supremacía de OpenAI y Google DeepMind. Respaldado por el gobierno chino, este sistema tiene acceso a volúmenes masivos de datos fuera del alcance de las regulaciones occidentales. DeepSeek no solo representa un avance tecnológico para China, sino que también introduce riesgos en la geopolítica de la IA, permitiendo desde la manipulación de la opinión pública hasta la creación de sistemas de vigilancia sin precedentes.[2]
Otro factor clave en esta guerra es la supremacía de EE.UU. en patentes tecnológicas. Las empresas estadounidenses poseen cientos de miles de patentes en el sector de semiconductores, lo que les otorga una ventaja legal y comercial. Cualquier intento de China por fabricar chips avanzados sin pagar licencias podría derivar en demandas millonarias y bloqueos comerciales. Compañías como Qualcomm han utilizado este mecanismo para frenar a competidores chinos, lo que ha convertido la disputa en una batalla legal además de tecnológica.
Mientras todo esto sucede, la industria de los semiconductores está experimentando una transformación que amenaza el modelo tradicional de distribución. Empresas como TreviPay han introducido herramientas de pago y logística que permiten la venta directa del fabricante al cliente final, eliminando intermediarios y permitiendo reinvertir en innovación. Para China, esto representa un desafío adicional, ya que reduce su margen de maniobra en un mercado cada vez más hostil.
La industria de los semiconductores y la inteligencia artificial se han convertido en el epicentro de una nueva forma de control global. La tecnología ya no es solo una herramienta, sino un arma en esta guerra silenciosa. Estados Unidos avanza con un modelo de negocio más eficiente, mientras China lucha por esquivar restricciones y desarrollar alternativas. La gran diferencia radica en el uso que se dará a la inteligencia artificial: mientras Occidente intenta contener a China con mayores controles, el gigante asiático consolida su dominio con herramientas de vigilancia y manipulación de la información.
George Orwell imaginó un mundo donde la tecnología serviría para vigilar y controlar a las masas. Lo que no previó es que esta distopía no llegaría en forma de regímenes totalitarios clásicos, sino como una guerra silenciosa de inteligencia artificial, donde la privacidad, la autonomía y el poder dependen de algoritmos. La pregunta ya no es quién ganará la guerra de los chips, sino qué mundo quedará cuando termine.
La industria de los semiconductores se encuentra en una encrucijada histórica. Mientras EE.UU. se transforma y busca recuperar su capacidad de manufactura, China enfrenta su mayor crisis tecnológica y comercial hasta la fecha.
Por un lado, Estados Unidos avanza con un modelo de negocio más eficiente, eliminando intermediarios y apostando por la producción local. Por el otro, China lucha por esquivar restricciones y desarrollar alternativas a los chips de alta gama.
Al final, la gran pregunta es: ¿estamos presenciando un cambio de poder en la industria de los chips?
* Gabriel Ortiz es Ceo de Pixart[3] y Físico Matemático. Realizó estudios de ingeniería Informática en la Universidad de Belgrano e Ingeniería Civil en la Universidad de Morón
[1] El Gobierno de Panamá anunció que no renovará el memorándum de la Ruta de la Seda con el régimen chino – Infobae
[2] La IA china DEEPSEEK: una explicación A FONDO
[3] Gabriel Ortiz, de Pixart: de no tener plata para la nafta a inaugurar la primera fábrica automatizada de América latina