La esperada irrupción de la Generación Z en las calles del país terminó reducida a un eco distante. Las marchas convocadas en distintos estados —promovidas como un ejercicio de participación juvenil— apenas reunieron a unos cuantos asistentes, casi todos adultos que intentaban sostener el ánimo de un contingente que nunca llegó. La movilización, presentada como un espacio para visibilizar inquietudes juveniles, terminó confirmando lo contrario: la participación evaporada de quienes se esperaba lideraran el momento.
La fotografía nacional es clara: la participación juvenil prometida se diluyó. Lo que se anunció como una movilización generacional terminó siendo, en muchos puntos, una reunión protagonizada por adultos, con presencia juvenil insuficiente y en varios casos la actividad recortada o convertida en una concentración simbólica.
En Tlaxcala, un contingente de 150 personas marchó desde las Escalinatas de los Héroes hacia el Palacio de Gobierno. Aunque los organizadores esperaban juventud, la marcha reunió a personas de todas las edades que levantaron cartulinas con consignas y recordatorios sobre seguridad y justicia.
En Guerrero, Acapulco concentró cerca de 500 manifestantes —la mayoría vestidos de blanco— en un recorrido por la Costera Miguel Alemán. En contraste, Chilpancingo vivió dos eventos magros: unas 60 personas en una de las marchas y 43 en la otra, números que los organizadores atribuyeron al temor de la población. En otra convocatoria local apenas se reunieron 16 asistentes y se suspendió la marcha prevista.
En Yucatán, en Mérida, los dos contingentes convergieron y sumaron 400 personas según datos preliminares; la presencia juvenil fue menor de lo esperado y los grupos se mezclaron con otras movilizaciones pacíficas que recorrieron el Paseo de Montejo.
En Durango, la llamada marcha del sombrero reunió cerca de 500 personas provenientes de varios municipios. Aunque la cifra no alcanzó las metas, la protesta se realizó sin incidentes y con vigilancia policial discreta.
En Nuevo León, en Monterrey, se reportó la asistencia más numerosa —hasta 4,000 personas— pero, según observaciones en el sitio, predominaban los adultos sobre la juventud convocada, lo que relativiza la narrativa de un movimiento juvenil masivo.
En Aguascalientes, las cifras entregadas por protección civil colocaron la participación en más de 5,000 personas en dos contingentes; uno de ellos, de 800, marchó por la avenida Madero. Aunque cuantiosas, estas movilizaciones estuvieron compuestas por personas de diversas edades y con consignas que mezclaron temas locales y nacionales.
En el Estado de México, en Toluca, la convocatoria de influencers reunió alrededor de 100 personas; la respuesta fue considerada baja para una plaza con tradición movilizadora.
En Oaxaca, la jornada reportó aproximadamente 1,000 asistentes que partieron desde la Fuente de las 8 Regiones hacia el Palacio de Gobierno; hubo participación de militantes partidistas y de símbolos como la bandera pirata de One Piece entre algunos jóvenes.
En Chihuahua, la capital reunió cerca de 1,000 manifestantes en distintas salidas, siendo una marcha numerosa seguida de otra de 800 personas; sin embargo, en Ciudad Juárez la convocatoria apenas reunió 40 adultos mayores en la plaza del monumento a Benito Juárez.
El saldo es, por tanto, un mapa fragmentado: en unas entidades la movilización alcanzó cifras decentes pero con perfil mayoritariamente adulto; en otras, la asistencia fue simbólica o se desmoronó antes de cumplir con el programa. La promesa generacional se mostró, en los hechos, como una ilusión que no logró traducirse en cifras ni en presencia juvenil sostenida.
