Hablamos de la generación de cristal siempre con un tono de burla, tratando de imponernos como más fuertes que ellos, como grandes conquistadores del tiempo, ¿pero desde qué lugar lo hacemos? Obviamente no desde la comprensión del espacio y tiempo en el que estamos, sino desde el espacio y tiempo que ya pasamos. Y ese pasado está repleto de inocentes y convenientes cegueras de información y sociales.
Pensémoslo así: en 1994 México tuvo una de las peores crisis económicas de toda su historia, donde efectivamente hubo grandes consecuencias sociales principalmente en las clases medias y bajas, donde la brecha de la desigualdad se hizo tan grande que seguimos sufriendo sus consecuencias. Pero en el marco de lo endeble que puede llegar a ser un futuro de cristal, no lo sufrimos, principalmente por el poco o casi nulo acceso a la información libre del yugo gubernamental en los medios de comunicación. Además que transitamos este episodio de infortunios sin celulares, sin Internet, y con una radio y televisión alineada al discurso del “no pasa nada”.
El capitalismo atroz sustentado por la adopción de nuevos métodos ideológicos creados por el neoliberalismo — y en México aún peor por la tropicalizacion de este— vio en esta crisis el negocio perfecto, en un espacio y un tiempo inmejorable para favorecer aún más a ese 10 por ciento de la población, trasladándonos su método de conquista con la máscara del libre mercado. Esto se fue desarrollando junto con las correspondientes vendas de ojos puestas en los que iban a ser los más afectados en el futuro, sin embargo, era inevitable dentro de esta voracidad, y por ella misma, el surgimiento de nuevas formas de comunicación más rápida y masiva, simplemente más global.
Todo esto volvió al Internet el gran descubrimiento de los últimos tiempos, donde dentro de su gran libertad original, podía ser utilizado por cualquiera que pudiera acceder a él. El neoliberalismo vio su potencial y comenzó a acomodar todos sus esquemas para su explotación tanto en aparatos para su acceso, como para el control informativo y publicitario que su propia libertad proporcionaba.
La evolución que el sistema capitalista trae aparejada es la acumulación tanto de trabajo como de producción, y ahora en esta nueva modalidad virtual nos trajo la sobre información, la cual contiene en su mayoría discursos de consumo, manipulaciones mediáticas/políticas y en su minoría —lamentablemente— veracidad, ética social y fomento al humanismo.
Esta sobre información genera consecuencias que pueden resultar letales en las sociedades: ansiedades, linchamientos, mentiras, y la mayoría del tiempo medias verdades; todas de forma masiva e instantánea.
El futuro siempre ha sido incierto y es peor ahora porque muchos nos damos cuenta que el pasado lo era también, un espacio/tiempo donde vemos el descaro de un Felipe Calderón exponer entre carcajadas que utilizó un partido de fútbol para apoderarse de Luz y fuerza del centro. Donde a un gobierno de plenas libertades, un grupúsculo de sobre privilegiados medios corporativos (imperialistas) lo califican como algo peor a un gobierno autoritario. Donde algunos periodistas que antes fueron voces de esperanza y lucha, se han convertido en comparsas de la propagación de mentiras; nada fue como creíamos que era y nada es como creemos que es, donde todos los días nos rellenan de destrucción y odio culpando a una sola persona por la herencia que nos dejaron ellos mismos.
Entonces esta nueva generación que decimos no aguanta nada, que sufre demasiado, que se queja de cualquier cosa, esta generación de los antidepresivos, del consumo exacerbado de drogas, de volátiles sentimientos, de poco compromiso, ¿es así por ser de cristal?, o es una generación de resistencia porque nosotros les dejamos —en nuestra ceguera— un mundo cuarteado, endeble y traslúcido con miles de respuestas inservibles, una devastación ecológica sin retorno, una desigualdad atroz y principalmente sin ninguna respuesta tangible, o bien, alguna alternativa posible para poder salir y cambiar el rumbo a donde nos dirigimos.
Les dejamos un mundo de cristal.


